Degradación en la Amazonia es mayor que la deforestación
Más de un millón de kilómetros cuadrados pueden haber sido destruidos en la Amazonía brasileña no solo por la deforestación, sino por la degradación, un fenómeno menos conocido, pero que entre 1992 y 2014 superó la deforestación en cuanto a superficie afectada, halló estudio.
Mientras la degradación destruyó 330.427 kilómetros cuadrados del bioma, 308.311 kilómetros cuadrados fueron deforestados, en este período.
Los datos, publicados en un estudio en la revista Science, llaman la atención sobre una ecuación preocupante: sumando la estimación oficial de 20 por ciento de deforestación con la tasa de 10 por ciento de degradación medida por los autores, solo hay un máximo de 70 por ciento del bosque preservado.
Este cálculo sugiere que más de uno de sus más de cinco millones de kilómetros cuadrados de selva ya ha sido afectado.
“Toda la narrativa se ha construido sobre la deforestación. No deforestar no significa que se esté dejando el bosque intacto. Se ha prestado mucha atención a la deforestación, mientras que la tasa de degradación puede estar ocurriendo mucho más rápidamente”, advirtió Marcos Pedlowski, geógrafo de la Universidad Estatal del Norte Fluminense Darcy Ribeiro, en Río de Janeiro, y uno de los autores del estudio.
“Se ha prestado mucha atención a la deforestación, mientras que la tasa de degradación puede estar ocurriendo mucho más rápidamente”.
Marcos Pedlowski, Universidad Estatal del Norte Fluminense Darcy Ribeiro, Brasil
Pedlowski explicó por teléfono a SciDev.Net que la deforestación y la degradación no son necesariamente fenómenos coexistentes.
Provocada por la expansión de la agricultura y la minería, entre otros factores, la deforestación se refiere a la conversión completa de los bosques a otro tipo de uso de la tierra. A su vez, la degradación se produce cuando la acumulación de perturbaciones en el bosque (quema y tala, por ejemplo) cambia todo el ecosistema y el funcionamiento del bosque, afectando su capacidad para almacenar carbono y agua.
Estas perturbaciones tienen importantes consecuencias ambientales, incluida la liberación de gases de efecto invernadero, cambios en el equilibrio hídrico, pérdida de biodiversidad y un aumento de la incidencia de enfermedades infecciosas.
En el artículo, los investigadores señalan que, en el período de 22 años en el que comparan un fenómeno con otro, la superficie degradada ha superado la deforestada debido a que la deforestación ha tenido una mayor atención por parte de los organismos de control y de desarrollo.
También enfatizan que la deforestación es más fácil de medir. El desafío para monitorear la degradación, señalan los autores, es que ocurre dentro de los bosques, por lo que el dosel del bosque —la cubierta superior del bosque, formada por las copas de los árboles— dificulta la detección por satélite.
Así “la degradación es más difícil de confirmar” porque “visualmente puede parecer que está bien”, dijo Pedlowski. “Muchas empresas madereras, por ejemplo, utilizan estrategias para ocultar el área alterada. No todo es evidente”, agregó.
Fuente: Scidev.net