Daños crónicos en población uruguaya expuesta a agrotóxicos
Las fumigaciones aéreas y terrestres con agrotóxicos son el pan de cada día en las zonas rurales que rodean la ciudad de Bella Unión, ubicada en el norte de Uruguay, donde hay vastas extensiones con cultivos de arroz y caña de azúcar pertenecientes a grandes agricultores
La población, estimada en 13 mil habitantes –la mayoría de los cuales vive en la pobreza-, adolece de graves problemas de salud, comenzando por presentar el mayor nivel de mortalidad por desnutrición infantil del país. El año 2000, la pediatra María Elena Curbelo alertó sobre la posible asociación entre este hecho y el uso de plaguicidas. A la vez, llamó la atención respecto de la alta frecuencia de malformaciones, enfermedades respiratorias, alergias y leucemias que afectan principalmente a los niños.
La actitud de la doctora Curbelo rompió el deliberado silencio alentado por las empresas sobre esta dramática realidad. También permitió iniciar cuatro años después un proyecto para investigar los efectos crónicos que ha dejado en los lugareños la exposición a múltiples agrotóxicos. La investigación, coordinada por la médica neumóloga Liria Martínez y respaldada por RAP-AL, Rel-UITA, REDES-AT y el Programa Uruguay Sustentable, se realizó a través de un intenso trabajo participativo con la comunidad.
Como método de investigación, el equipo de científicos optó por efectuar un censo en las poblaciones que se estimaban más contaminadas -Portón de Fierro, Campodónico y Coronado, situadas al sudeste de Bella Unión- y luego trabajó con una muestra aleatoria que consideró a la población más expuesta a los plaguicidas y a los niños. Este grupo de personas fue sometido a dos estudios de biomarcadores de genotoxicidad: el test de aberraciones cromosómicas y el ensayo cometa. Los estudios ratificaron que había mayor daño en los niños y, también, que “los individuos (mujeres y niños) expuestos en forma indirecta (cosecha, lavado de materiales contaminados y con vivienda en la zona) presentan un mayor índice de daño promedio que los trabajadores que están en contacto directo con los agrotóxicos”.
En la zona estudiada viven 769 personas, de las cuales 333 son menores de 19 años, según la información disponible en el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), basada en el censo de 1996. La mayor parte de las viviendas son precarias. En superficie, el área total comprende entre 1.000 y 1.300 hectáreas, aproximadamente. Los lugareños cultivan arroz, caña de azúcar, hortalizas. También han instalado invernaderos protegidos con plástico y producen miel. Viven apenas con la venta de sus productos y de los animales que crían en sus tierras.
Portón de Fierro, Campodónico y Coronado cuentan con escuela, agua corriente y luz eléctrica, pero carecen de saneamiento. Los caminos vecinales son de tierra y se mantienen en mal estado, lo que contribuye a mantener en un relativo aislamiento a la población.
Mal olor y daños físicos
En general, las personas encuestadas por los investigadores se quejaron del mal olor generado por los agrotóxicos y de los perjuicios que éstos producen en sus cultivos y animales, pero revelaron escaso conocimiento sobre la real envergadura de los efectos nocivos que estos productos peligrosos están provocando en su propia salud. Es decir, no relacionaban las frecuentes aspersiones aéreas y terrestres sobre los cultivos de arroz vecinos a sus casas con las alergias, asmas y otras enfermedades respiratorias y a la piel que abundan en la zona, y que afectan en forma muy especial a la población infantil y adultos mayores. Por esa razón, la mayoría no adopta ninguna precaución ni ha emprendido acciones de peso para protegerse y evitar eventuales daños.
También se han presentado muchos casos con dolencias crónicas como impotencia sexual, malformaciones congénitas y leucemia.
Los productos tóxicos más utilizados son los plaguicidas Roundup, glifosato, 2,4 D, furadán, cipermetrina y bromuro de metilo. Su uso ha aumentado con la incorporación de cultivos de organismos genéticamente modificados, lo que a su vez redunda en pérdida de biodiversidad, incluyendo insectos benéficos.
Fuente: RAP-AL