Crisis alimentaria, una fea costumbre
Se está convirtiendo en una inaceptable rutina. Cada dos años más menos nos sacude una crisis alimentaria por la fuerte subida del precio de los cereales. Dicen los indicadores que nuevamente nos viene una encima y que promete ser tormentosa.
Por Jerónimo Aguado y Gustavo Duch. Revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas
El ojo del huracán se sitúa esta vez en las malas cosechas de los Estados Unidos, en concreto apuntan que su cosecha de maíz puede caer un 17% sobre lo previsto y un 8% la cosecha de soja.
Leyendo la información que se publica al respecto, y desde nuestra ingenuidad, pensamos que serán muchas las toneladas que se dejarán de producir para que el precio promedio de los cereales, en poco menos de un mes, haya subido más de un 25%. Que tendremos muchos mercados desabastecidos. Pero no, para nada, aún teniendo en cuenta que hablamos de previsiones, el factor que dicen provoca la subida de precios es un descenso total de 23 millones de toneladas de cereales, que situarán la cosecha final en 2.396 millones de toneladas. Es decir un 1% menos para lo que será una nueva cosecha record a escala mundial.
Pero, efectivamente, un pequeño traspiés de las previsiones -que desde un sencillo análisis de oferta y demanda no debería de ser significativo- nos lleva al vendaval de la subida del precio de los alimentos, porque su precio se decide en las bolsas de la especulación. Ahí es donde con esmero se tejen falsos argumentos para generar la escalada de precios. Es ahí donde de un pinchazo se hace un reventón.
En realidad un fracaso más a añadir a la lista de los desatinos del sistema alimentario agroindustrial en un marco de libre mercado que tenemos. Porque la agroindustria que tantos parabienes recibe, en su andadura (1) desplaza a millones de personas campesinas de sus medios de vida y así tenemos que la gran mayoría de población mundial que pasa hambre lo hace en zonas rurales; (2) en el proceso de producción, transformación y distribución de los alimentos, el modelo sin parangón, pierde la mitad de lo producido; (3) mientras que ha generado un cantidad tan enorme de gases de efecto invernadero que sumandos es responsable del 50% del total que tan preocupantemente calientan nuestro Planeta; (4) cambio climático que se convertirá, vaya por Dios, en un limitante para el propio modelo agroindustrial; e (5) igual que lo es su dependencia del petróleo, de los fertilizantes sintéticos y del agua de riego, tres elementos que por su consumo abusivo y mala gestión ya escasean, lo convertirán en un modelo inservible en pocos años después de su nacimiento.
Y su supuesta gran bondad, la gran capacidad de producción de alimentos, de nada nos sirve si, como hemos visto, de los más de dos millones de cereales que nos han dicho se producirán este año, solo la mitad se usarán directamente para el consumo humano. La otra mitad se dedica, aproximadamente en un 70% a la alimentación de la ganadería estabulada y el otro 30% a la alimentación de los motores que caminan con agrocombustibles. Sin políticas regulatorias y sin la participación de las comunidades en las decisiones agrarias, las empresas que controlan la comercialización del grano sólo miran donde encontrar más beneficios.
Tendremos los mercados con grano más que suficiente para la alimentación de la población pero a un precio tal que [mucha] población no podrá adquirir. Ese es el drama.
Fuente: Palabre-ando