Colombia: la aprobación del TLC: sin vergüenza y contra evidencia
Las comisiones conjuntas de Senado y Cámara aprobaron el TLC. En cinco minutos y a oscuras, sin la presencia completa de todos los miembros de dichos cuerpos legislativos, se le dio ponencia positiva al más trascendental proyecto institucional de la historia republicana
Desde la reunión de Hatogrande, en enero, el presidente Uribe había “amarrado los perros” con sus bancadas a cambio de consabidas y renovadas prebendas presupuestales que les permitan a los politicastros cubrirse del descrédito que les acarreará ante sus electores la toma de tal decisión. No se le cambió ni se le quitó una coma a lo acordado en la mesa de negociación, tal como lo exigía la interpretación legal que el gobierno impuso para el trámite aprobatorio, y no se escuchó, excepto por quienes votaron en contra, reserva o disidencia alguna. No sobra agregar que como lo pidió el Presidente algunos infectados del mal de la “parapolítica” votaron antes de estar subjudice y que esa misma conducta la asumirán otros tantos que se aprestan a hacerlo en las respectivas sesiones plenarias de Senado y Cámara.
Las audiencias públicas sobre capítulos como el ambiental, la agricultura, la macroeconomía, el laboral, la propiedad intelectual y los medicamentos, entre otros, sirvieron, ante la derrota estruendosa de los ministros frente a sus contradictores, para hacer más bochornosa esa aprobación y comprobar que no hay evidencia ni causa alguna, por palpable o noble que sean, que pueda quebrar la manguala entre Uribe y su uribismo en el Congreso. Los colombianos pudieron ver chascos enormes como el del ministro de agricultura, Andrés Arias, fundamentando la negociación en que al 60% de los 12 millones de colombianos que viven en el campo en estado de pobreza, les va mejor sembrando uchuva que trigo o pifias como la del ministro de Medio Ambiente, Juan Lozano, haciendo histriónicos alardes de soberanía y democracia por lo acordado en temas como la biodiversidad, los estándares ambientales o la cooperación con el país más contaminador del mundo para mantener “el desarrollo sostenible”.
El presidente Uribe, según la táctica convenida con la administración Bush, llegará a Estados Unidos exhibiendo la victoria pírrica como trofeo olímpico. Con el beneplácito alcanzado sobre un texto que por lo menos será modificado, si no es rechazado, como resultado de las controversias que sobre diversos temas en torno a él tienen entabladas la Oficina Comercial de Estados Unidos y la mayoría demócrata en el Congreso, dará la equívoca señal de que Colombia está dispuesta a todo para acogerse al TLC. ¿Cree Uribe que la opinión estadounidense no se percatará de tal actitud? ¿Es necesaria una campaña de “descrédito” de la oposición colombiana en Washington para que los medios políticos gringos perciban la naturaleza de un gobernante que se conduce tan deshonrosamente?¿ No es ésta la misma conducta tomada en apoyo a la invasión a Irak , como único país del sur de América, repudiada por más de las ¾ partes de la sociedad norteamericana? ¿No es esa línea de acción tributaria la que lo ha metido en el torbellino, como lo denomina el mismo vicepresidente Santos, de la pugna entre demócratas y republicanos? En el desespero resultante de sus errores recurre a “victimizarse” por “calumnias y acusaciones infundadas” cuando los frutos que cosecha son producto de lo que sembró. La verdadera infamia es acusar de apátridas a quienes con anticipación advirtieron sobre los errores que se estaban cometiendo, no solamente en la lesión enorme a la soberanía nacional en la negociación, sino incluso en los de cálculo que se encubrían con que Bush lo llamara “mi amigo” y le regalara unas botas.
Quienes hemos demostrado los graves perjuicios que traerá a Colombia el TLC con Estados Unidos tenemos la oportunidad de expresar el rechazo público en las jornadas de Resistencia Civil programadas para el Primero de Mayo y el 23 de mayo. El trato oficial dado a las contradicciones surgidas en la sociedad colombiana alrededor del TLC ha suscitado una polarización no deseable entre las distintas fuerzas. No obstante, los intereses superiores de Colombia y la insensible y tozuda forma como el uribismo quiere imponer a rajatabla ese Tratado exigen que nuestra voz se haga sentir fuertemente tal como lo han enseñado los patriotas costarricenses opositores del CAFTA.
Aurelio Suárez Montoya, La Tarde, Pereira, mayo 1 de 2007
Fuente: MOIR