Colombia: TLC, un sainete de 21 meses y una traición perdurable

Idioma Español
País Colombia

La palabra empeñada del gobierno de Álvaro Uribe ha perdido todo valor. No solamente por su conducta política, al refrendar la figura constitucional de la reelección, la cual condenó como candidato, y de valerse para ello del mismo Congreso que había prometido revocar. Hay un acto de felonía que supera a los anteriores: el proceso de negociación del TLC entre Colombia y Estados Unidos

La palabra empeñada del gobierno de Álvaro Uribe ha perdido todo valor. No solamente por su conducta política, al refrendar la figura constitucional de la reelección, la cual condenó como candidato, y de valerse para ello del mismo Congreso que había prometido revocar. Ni porque haya incumplido su anuncio de “revisar la cartilla del FMI” y terminar de rodillas firmando nuevos acuerdos con dicha institución.

Ni menos porque en la actual campaña política acuse sin pruebas y en materia grave a sus rivales o porque a su ofrecimiento electoral de combatir la corrupción lo contradigan los chanchullos de su ex ministro del Interior y de Justicia, o los desaguisados de sus ex consejeros Velásquez, Hommes o Arango, éste último, su actual jefe de debate, como notorio comisionista y también usufructuario privado de la marca Juan Valdez. Hay un acto de felonía que supera a los anteriores: el proceso de negociación del TLC entre Colombia y Estados Unidos.

El objeto de tal burla ha sido la nación entera pero especialmente aquellos ciudadanos que creían que era posible “negociar bien”. Uribe ha ordenado a sus negociadores cerrar esta semana de una vez por todas el proceso y prácticamente no ha habido exigencia norteamericana, hecha o por hacerse, que el equipo negociador no haya recibido orden de complacer. Ya no hay consideraciones sobre productos agropecuarios “hipersensibles” ni interés en un “ingreso real” de las exportaciones, no se siente repugnancia ni por la ropa usada ni por las demás sobras gringas, ni recato con la eliminación del acceso a los medicamentos baratos a los pobres, ni miramiento por la salvaguardia de nuestra entidad cultural y la biodiversidad ni menos por los conocimientos ancestrales vinculados con ella, ni reparo alguno por la privatización de las fuentes de agua y los bosques, ni escrúpulo para hacer concesiones de principios en la soberanía territorial, económica o alimenticia, ni acatamiento y consulta a ciertas opiniones de los miembros del “cuarto de al lado”; las promocionadas “líneas rojas” volaron lejos y ni siquiera hay asomos del obligatorio respeto que como ciudadanos y, en especial, como funcionarios públicos, deben mostrar ante los fallos y las admoniciones que la rama judicial y tribunales internacionales, como los de la Comunidad Andina, que forman parte del bloque de constitucionalidad, han dictado acerca de asuntos medulares y puntos centrales del TLC.

La última gran mentira fue advertir que lo acordado con Perú no incidiría sobre Colombia para acceder, un mes después, a pactar el mismo texto. Con desvergüenza se dice que “lo importante son los anexos”. Al final, tanto lo uno como lo otro están confeccionados a la medida de las leyes comerciales norteamericanas y principalmente de la Trade Promotion Authority (TPA) de 2002. Y así estaba previsto desde el inicio.

Se avisan procedimientos legales por desacato y “traición a la patria”. Está bien y así debe caerse sobre un gobierno que por calculado provecho, como el de intentar calmar el asedio de Washington por los ilegítimos respaldos a sus campañas políticas electorales, o por mezquino interés propio o de los de grupos allegados proceden de modo arbitrario y en contra del interés nacional. Ya se oye, por ejemplo, del alza en las acciones bursátiles de las firmas productoras de textiles ante la eventualidad de ser vendidas al calor del TLC como maquilas subsidiarias de una casa matriz estadounidense. No están de más dichas denuncias para sumarlas a las enormes movilizaciones que desde la resistencia civil se harán valer para derrotar en adelante este TLC. Se viene el más grande reto para los auténticos patriotas y demócratas distintos a aquellos que se ufanan hablando de la “patria” y de modo fingido y casi histriónico, se llevan la mano al pecho cuando entonan los himnos, pero que de verdad, se han alistado al servicio de banderías foráneas, bien como adictos a ellas o bien como conscriptos.

Enviado por oc.ten.bte@aclacer

Comentarios

31/01/2006
el tma del tlc, por j.j.c
lo felicito por este articulo y le pido por favor el proximo escribalo en palabras de a centavo para yo poderlo comprender mejor .
gracias