Clima y biodiversidad, dos crisis que deben abordarse en conjunto
La pérdida de la biodiversidad y la crisis climática son dos caras de la misma moneda. Aunque, en general, los científicos han relacionado los problemas, hoy, por primera vez se presentó un informe conjunto del Panel Intergubernamental de Lucha Contra el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y el IPBES, el instituto internacional de máxima autoridad en términos de análisis de los ecosistemas.
El reporte, lanzado hoy, sostiene que, aunque la separación de agendas es funcional a nivel político, genera el riesgo de identificar y comprender de manera errónea la conexión que existe entre ambos problemas: “La capacidad de adaptación de la mayoría de los ecosistemas y los sistemas socioecológicos será superada por el incesante cambio climático antropogénico”. Esta es una de las conclusiones más destacadas a las que llegan los 50 expertos a nivel mundial que escribieron el reporte.
Para entender la relación entre ambas crisis hay un ejemplo que muestra blanco sobre negro la realidad: el avance de la deforestación. En la Argentina, de hecho, se trata de uno de los problemas ambientales más graves. La pérdida de miles y miles de hectáreas de bosque, incluso en pandemia ha encendido todas las alarmas.
El cambio del uso del suelo, advierten, es una causa directa tanto de la pérdida de biodiversidad como del cambio climático. Un mensaje que surge bien claro es que hay que frenar lo que se conoce como cambio de uso de la tierra. En otras palabras, reemplazar un ecosistema natural por otro artificial. Por ejemplo, sacar bosques para poner monocultivos.
Así como los monocultivos para hacer biodiesel son perjudiciales para la biodiversidad, las plantaciones de árboles no nativos en ambientes como pastizales tampoco son una solución. Hay que restaurar ecosistemas y dejar de emitir.
A la larga o a la corta, la destrucción de los ecosistemas tienen impacto financiero. Se imaginan si desaparecieran todos los polinizadores. ¿Qué sería de la agricultura?
“Cuanto más se calienta el planeta, mayor es la amenaza para la naturaleza y mayores los problemas para la producción de alimentos o la disponibilidad de agua”, advierte Hans-Otto Pörtner, co presidente del comité reunido para estudiar ambas crisis.
“Simultáneamente, los cambios en la biodiversidad afectan al clima, especialmente por su impacto en los ciclos de nitrógeno, carbono y de nuevo el agua... Todo está interrelacionado, por eso es tan importante vincular las acciones de mitigación del cambio climático con la protección de los ecosistemas”, agregó.
Estas relaciones se multiplican. El océano, por capturar el exceso de CO2, se está acidificando y matando a los corales y, aunque solo se han reportado pocas especies que a la fecha, se han extinguido como consecuencia del cambio climático, hay una frase del reporte que queda resonando: “El registro fósil nos dice que el rápido cambio climático puede ser un factor clave de las extinciones masivas, capaz de eliminar hasta el 90 % de todas las especies”.
Los climatólogos y los biólogos trabajan en conjunto hace más de dos décadas, pero los caminos confluyen más que nunca este año con la celebración de la COP15 de la biodiversidad en Kunming (del 12 al 24 de octubre) seguida de la cumbre de cambio climático o COP26, en Glasgow (del 1 al 12 de noviembre).
El reporte de los 50 expertos propone algunas salidas. Las áreas protegidas, por ejemplo, son un tema reiterativo a lo largo del documento, pero buscando que estén bajo figuras políticas que impulsen interconectarlas entre sí, con recursos, y se enfoquen en mantener las funciones ecosistémicas no solo dentro del área protegida, sino a sus alrededores.
Hoy solo el 15% de la superficie terrestre y el 7,5% de los océanos están protegidos. Los expertos recomiendan que la protección debería alcanzar del 30% al 50%, tanto en la tierra como en mar. Las medidas de conservación deberían ir más allá con la creación de corredores para las migraciones, conectividad entres espacios naturales y una mejor integración de la gente en la naturaleza.
Restaurar los ecosistemas: la ONU ha establecido el decenio 2021-2030 como “la década de la restauración”. La regeneración de los ecosistemas no es solo una medida efectiva de mitigación y de resiliencia, que beneficia al conjunto de las especies, sino también un modo efectivo de crear empleo en tareas como la protección de las costas, la prevención de inundaciones, la reducción de la erosión o la mejora de la calidad de los suelos.
Agricultura sostenible: la eliminación de subsidios a la agricultura y la ganadería intensivas, la drástica reducción en el uso de fertilizantes y pesticidas, y el apoyo de de prácticas como las diversificación de cultivos, la agroforestería o la agroecología podrían tener un efecto de mitigación del cambio climático equivalente de 3 a 6 gigatoneladas de CO2 al año, calculan los expertos.
Infraestructura verde en las ciudades: casi el 75% de la población mundial vive en áreas urbanas, donde deberían ponerse en marcha en la próxima década proyectos de “infraestructura verde” para amortiguar el efecto de “isla de calor” y prevenir inundaciones, con la creación de tejados verdes, aumento de la superficie arbolada y granjas verticales para el consumo local.
“Casi toda la atención ante el cambio climático ha estado hasta ahora concentrada en tierra firme”, advierte el climatólogo Hans-Otto Pörtner. “Ha llegado la hora de prestar atención al mar, que ocupa el 70% del globo terráqueo y desempeña entre otras funciones la de gran sumidero de CO2. La acidificación de los océanos, la degradación de las barreras coralinas, la desaparición del hielo, la disminución del plancton, la subida de las aguas...Gran parte de los problemas y de las soluciones tienen que ver con nuestra relación con el mar, que ha de cambiar drásticamente en esta década crucial”.
Dietas: en cuanto a nuestras dietas y cómo producimos comida, se trata de un reto mayor, pues se calcula que a nivel global los sistemas de alimentos son responsables de entre el 21 y el 37% de las emisiones totales de los humanos. Diversificar los cultivos de alimentos, mezclandolos con especies forestales nativas, así como volver a plantearse la agroecología, no solo tendrá buenos impactos en la biodiversidad y en detener el cambio climático, sino que permitirá que nos adaptemos mejor ante las olas de calor, las sequías, los incendios y hasta los brotes de enfermedades.
Fuente: Infobae