Cervezas con patente
El aumento del registro de nuevas semillas, plantas y animales de granja por parte de las multinacionales provoca una mayor dependencia de agricultores, ganaderos y consumidores.
La concesión en 2016 de tres patentes de cebada para las dos gigantes empresas cerveceras Carlsberg y Heineken ha provocado la indignación de organizaciones ecologistas y de asociaciones agrícolas europeas. Las llamadas patentes sobre la vida, un título legal que concede a su titular el derecho a impedir que terceros fabriquen, utilicen, vendan, oferten para la venta o importen una invención sin su consentimiento, son un tema enormemente controvertido que ha ido cogiendo fuerza en las últimas décadas.
"Las patentes otorgadas a Carlsberg y Heineken se están convirtiendo cada vez más en importantes precedentes, y sólo si se toman medidas políticas para impedir que se concedan patentes similares en el futuro, la mayoría de las solicitudes presentadas serán rechazadas", dice Christoph Then, de la iniciativa No Patents on Seeds! (No patentes para las semillas!). "A menos que esto suceda, seguiremos viendo que la venta de nuestros alimentos básicos es apoyada activamente por la Oficina Europea de Patentes (EPO, por sus siglas en inglés)”, añade.
Las empresas cerveceras han patentando un tipo de cebada obtenida tras mejorar el cultivo convencional. Esta cebada, argumentan, simplificará y abaratará la producción de cerveza, que se conservará durante más tiempo. Además de la cebada, la patente también cubre el proceso de elaboración de la cerveza y todas las bebidas derivadas de la misma: desde las semillas hasta la cosecha, la cebada y la cerveza. Así, las compañías se beneficiarán por doble partida: al vender la cerveza y con el cultivo de la cebada, al extender su control en el mercado y evitando que otros obtengan mejores variedades de la planta.
Estas patentes se basan en mutaciones aleatorias en la cebada: la llamada mutagénesis aleatoria es una serie de técnicas que empezaron a aplicarse a mediados del siglo pasado y que consisten en exponer a las semillas, si hablamos de plantas, a radiación o productos químicos para así producir en ellas mutaciones al azar, y estudiar después si alguna de éstas aporta una característica de interés. La técnica está reconocida por la Unión Europea como “modificación genética”, no como “transgénesis”.
"Si basta con provocar mutaciones aleatorias en el genoma de las plantas para registrar la cebada o la cerveza como un nuevo invento hay algo que va muy mal en todo el sistema de patentes. Los políticos deben actuar para detener estas patentes y dejar claro que los intereses de los consumidores están por encima de los de las grandes empresas," declara Erling Frederiksen, de Amigos de la Tierra Dinamarca.
Maíz y tomates:
La Comisión Europea, el Parlamento Europeo y los Estados Miembros de la UE están de acuerdo en que no está permitida la obtención de patentes sobre plantas y animales obtenidos mediante mejora convencional: las patentes sólo se deben aplicar a los productos modificados genéticamente. En noviembre de 2016, la Comisión Europea publicó una nota explicativa sobre la interpretación de la Directiva de la UE98/44/CE (Directiva sobre las invenciones biotecnológicas). En su conclusión, señala que “la intención del legislador de la UE era excluir de las patentes a los productos (planta/animales y partes de plantas/animales) obtenidos mediante procesos esencialmente biológicos".
Sin embargo, la EPO ha seguido otorgando patentes a mutaciones aleatorias aprovechando lagunas en la legislación, tal y como denuncian los ecologistas. "Estamos viendo compañías como Monsanto, Bayer, DuPont, Dow AgroSciences y Syngenta presentar cada vez más solicitudes sobre fitomejoramiento convencional en Europa. Estas empresas no están desperdiciando su tiempo y dinero; tienen expectativas de que estas patentes serán concedidas”, afirma Ruth Tippe, investigadora de No Patents on Seeds!
Las empresas que presentaron el mayor número de solicitudes de patentes para plantas el pasado año fueron DuPont (38 solicitudes), Monsanto (22), Dow AgroSciences (16), Bayer (14) y Syngenta (7). La mayoría fueron para maíz y tomates, pero también para otros alimentos como el brócoli, el melón, el aceite y variedades de trigo. Se trata de unas patentes que no sólo afectarán a los agricultores, sino también a los productores y a los consumidores.
Antes de mediados del siglo XX la tarea de la mejora genética había residido fundamentalmente en las comunidades campesinas o en las universidades e instituciones públicas. Los cultivos mejorados eran propiedad común y cualquiera podía utilizarlos.
La iniciativa No Patents on Seeds!, apoyada globalmente por más de 300 ONG y organizaciones de agricultores, ha conseguido 100.000 firmas contra las patentes de plantas y animales. La coalición insta ahora a las instituciones de la UE a que adopten reglamentos legales claros para lograr que se detenga la obtención de patentes de plantas y animales por mejoras convencionales. Ahora corresponde a los gobiernos europeos actuar porque juntos y antes de junio podrían aplicar una interpretación más rigurosa de las prohibiciones existentes en el Consejo de Administración de la EPO. Para que la legislación no vuelva a ser ineficaz.
Fuente: Ecoavant