Bosques comunitarios funcionan mejor que las áreas protegidas
En la lucha contra el cambio climático se ha visto la necesidad de abordar el tema de bosques y su deforestación como un componente importante de este fenómeno, ya que representa junto con otros usos de la tierra 11% de las emisiones de gases de efecto invernadero por año en el mundo.
Recientemente, en el informe “Securing Rights, Combating Climate Change (Asegurar derechos, combatir el cambio climático)”, realizado por el Word Resources Institute y the Rights and Resources Initiative, se plantea la gran oportunidad de frenar el cambio climático a través de los bosques. De éstos, los que mejor “funcionan” son los comunitarios, y no las reservas naturales que protegen los gobiernos.
El estudio presenta la evidencia que vincula los derechos forestales comunitarios, con bosques saludables y reservorios de dióxido de carbono (CO2) como consecuencia de un buen manejo en el área; además de cómo las comunidades que hoy tienen derechos legales en por lo menos 513 millones de hectáreas de bosques, alrededor de una octava parte de los total de bosques en el mundo y que comprenden casi 38,000 millones de toneladas de carbono, pueden ayudar a mantener y proteger el clima mundial.
Para la investigación fueron tomados como ejemplo 14 países ricos en bosques en América Latina, África y Asia: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Indonesia, México, Nepal, Nicaragua, Níger, Papúa Nueva Guinea, Perú y Tanzania.
Donde los pueblos indígenas y las comunidades locales no tienen derechos legales o éstos son débiles, los bosques tienden a ser vulnerables a la deforestación y, por lo tanto, además de dejar de capturar CO2 se convierten en una fuente de emisiones de este gas de efecto de invernadero.
Con 13 millones de hectáreas de bosque talado todos los años, que representan 50 campos de fútbol por minuto, estos esfuerzos son fundamentales para frenar el cambio climático antes de que llegue un punto de inflexión.
El informe también revela que, además del reconocimiento legal, los gobiernos deberían hacer cumplir los derechos de las comunidades forestales sobre sus tierras y evitar invasiones de colonos y madereros ilegales. Además, los gobiernos deben abstenerse de quebrantar los derechos forestales comunitarios mediante la asignación de la minería, el gas y las concesiones petroleras sobre los bosques de la comunidad.
Territorios indígenas de Brasil son un modelo de éxito: el reconocimiento legal y la protección del gobierno han ayudado a las comunidades a resistir presiones de deforestación y mantener los bosques sanos. En ese país las tasas de deforestación eran 11 veces menores en los bosques de la comunidad con reconocimiento legal y la protección del gobierno que en otras áreas de la Amazonia brasileña que están sin regular.
¿Y LOS BOSQUES MEXICANOS?
El estudio pone a México en un buen lugar sobre reconocimiento de bosques a través de sus comunidades, dando ejemplos como el de la península de Yucatán, donde se han registrado las tasas de deforestación más bajas.
Del 2000 al 2005 la reserva de la Biósfera Calakmul experimentó una tasa de deforestación de 0.7%, en comparación con una tasa de prácticamente cero (0.002%) entre el 2000 y el 2004 de bosques gestionados por la comunidad cercana.
El doctor Pedro Álvarez Icaza, coordinador General de Corredores y Recursos Biológicos de la Conabio, comenta sobre el fundamento del trabajo realizado en el país y que se ve reflejado a nivel internacional.
Explicó que 80% de los bosques y selvas de México están en manos de campesinos y ejidatarios, “esto viene de una gran historia agraria, los bosques y selvas no eran de interés del desarrollo agrícola del país. Así, las comunidades indígenas y campesinas fueron desplazadas a las zonas más inhóspitas [...] lo que demuestra por qué en la historia agraria las comunidades se quedaron con la mayor parte de los terrenos con disposición forestal”.
El manejo comunitario viene de una lucha de aproximadamente 50 años, donde las comunidades poco a poco han ido recuperando sus bosques, pues durante muchos años el gobierno federal concesionó a empresas privadas o paraestatales el manejo de las zonas, pero a medida que se acabaron estos permisos las comunidades fueron reclamando el rescate de los bosques.
“Anteriormente, a los campesinos, cuando más, se les pagaba el derecho de monte, que era un dinero ridículo en comparación de toda la madera que se sacaba de los bosques”, dijo.
Así, con experiencia, mucho acompañamiento de grupos sociales, agrónomos e ingenieros comprometidos con el desarrollo rural, se empezó a crear un modelo de gestión comunitaria y las últimas expresiones de estos modelos son tres proyectos: el Procymaf, un programa de manejo comunitario que impulsó la Comisión Nacional Forestal; el Coinbio, que trata la conservación en zonas indígenas e impulsó mucho el proyecto de zonas comunitarias; y el Corredor Biológico Mesoamericano, el cual dirige Álvarez Icaza y que impulsó un modelo de gestión territorial apoyando al fortalecimiento de las capacidades sociales en el componente.
LOS CAMBIOS SON PRODUCTO DE UNA CONSTRUCCIÓN SOCIAL
El especialista en medio ambiente y desarrollo rural comentó que sí hay muestras importantes de que México es líder en la materia, a tal grado que los bosques certificados más importantes a nivel mundial son los mexicanos.
Los ejemplos más destacados son los bosques mancomunados de Oaxaca, en la región de la Sierra de Juárez, el proyecto de San Juan Nuevo en San Juan Parangaricutiro, Michoacán o el ejido Noh-Bec de bosque tropicales en Quintana Roo.
También hay empresas campesinas que están exportando no sólo madera, sino muebles que distribuyen a grandes tiendas como Liverpool, Palacio de Hierro y que hacen cabañas de madera prefabricada; existe un proyecto de chicle orgánico con el Consejo Chiclero, con selvas en Quintana Roo que tienen exportaciones a toda Europa, Japón y Estados Unidos como parte de la conservación de los bosques tropicales.
“Éstos son casos sumamente exitosos de manejo comunitario, reconocidos y documentados a nivel mundial, y tienen certificaciones internacionales de manejo de bosques sustentables y de comercio justo con participación comunitaria. Una manera de mantener los bosques es reconocer que hay un valor económico muy importante para su conservación y que no juegan sólo un papel productivo, sino también como proveedores de servicios ambientales, contención del suelo, del equilibrio del clima. En fin, hay una serie de valores agregados para seguir propiciando la conservación de los bosques”, concluyó el doctor Álvarez Icaza.
Fuente: El Economista