Argentina: desactivar el “agronegocio”
El Plan Estratégico Agroalimentario fue presentado destacando que se basa en pensamientos humanistas, nacionales y populares. Para concretarlo se requiere revertir el modelo sojero, paradigma del “agronegocio”.
Hace unos días la Presidenta se refirió al Plan Estratégico Agroalimentario sosteniendo que se basa en pensamientos humanistas, nacionales y populares. Esta declaración es digna de ser resaltada y, si este proyecto se concretara efectivamente en una política de Estado, no caben dudas de que recibiría múltiples apoyos.
¿Qué se entiende por bases humanistas, nacionales y populares? ¿Qué significan tales ideas en nuestros tiempos? Se sabe lo que fueron durante los gobiernos de Juan Perón. Se conoce mejor aún cómo fue esa política agraria del peronismo de 1973-74. Se recuerdan las instituciones que la sostenían, las organizaciones que la observaban con expectativas positivas y aquellas otras que se oponían porque sentían que peligraban sus intereses de clase. Existía, desde antes del ’73, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria como lugar de investigación autónoma e independiente al servicio de un proyecto de país. La extensión estaba en manos de agrónomos pero también antropólogos. Ellos creían en su trabajo de asesoramiento a los productores, lo consideraban importante para neutralizar la propaganda de empresas que apenas asomaban o convertir a los desocupados de los ingenios en cooperativas de producción. Circulaba un proyecto político que se concretaría en política nacional-popular y, para la agricultura argentina, llevaría a Horacio Giberti como funcionario de Cámpora y Perón.
Pero no se trata de recordar el pasado. Si se decide aplicar políticas progresistas, hay que revertir procesos, cambiar no sólo conocimientos sino “modos” de generarlos, aplicarlos, experimentarlos. No es una tarea nada fácil, pero se supone que si el gobierno nacional tiene la decisión de hacerlo –como lo hizo con la democratización de los medios de comunicación– puede lograrlo. Aún existe una generación de profesionales de altísimo nivel que seguramente colaborarían y se tendrían que formar por medio de posgrados nuevas generaciones para mantener el cambio de política. Se puede construir ese Plan Estratégico Agroalimentario desde pensamientos nacionales y populares o, dicho de otra forma, desde opciones “decoloniales”. Para ello hay que desactivar los paradigmas, los epistemas, los modos de conocimientos disciplinarios y los discursos que respaldan los modelos neoliberales agrícolas (el “agronegocio”). No se lo puede construir sosteniendo como política de Estado el modelo sojero, paradigma del “agronegocio”. No se puede generar sin tocar las corporaciones económicas y los actores hegemónicos exportadores que cumplen con los mandatos de la geopolítica internacional en materia de recursos naturales (que nos han deparado el destino de sojeros y mineros exportadores). No es posible mientras existan Monsanto, Syngenta, las posiciones hegemónicas de los exportadores, el capital financiero al servicio de los pools de siembra o diferimientos impositivos ocupando millones y millones de hectáreas y de agua donde escasea. No es posible mientras desde los organismos públicos, universidades, centros de investigación se siga con el “agronegocio” y “extractivismo” como ejes clave de decisiones, investigaciones y prácticas.
Para comenzar a caminar hacia el importante anuncio presidencial en los sentidos progresistas anunciados, hay que comenzar a salir de este horror de 18 millones de hectáreas “glifosateadas”. Serían buenos puntos de arranque aceptar lo que investigadores y médicos dicen a los gritos del glifosato y regular de una vez su uso. También exigir reglamentaciones provinciales adecuadas de la Ley de Bosques Nativos. Discutir leyes de arrendamientos que terminen con el contrato sojero de un año. Mantener o subir las retenciones a la soja para terminar con las rentas diferenciales extraordinarias pampeana (no hay pequeños productores sojeros) y con el escándalo que supone sacar tierras a los bosques, yungas, agroindustrias, comunidades para producir en Chaco, Santiago del Estero, Salta. Revertir las leyes de autorización de semillas transgénicas. Parar el festival del feed lot en ganadería. Volver a fomentar la explotación mixta. Pensar la fragmentación de la propiedad de la tierra. Promover conocimientos científicos y técnicos al servicio de ese plan. Estimular agroindustrias integradas a cooperativas. Terminar con el plan de expansión minero que destruirá vía escasez de agua todas las producciones de alimentos en la zona cordillerana. En estos escenarios, se aplauden los calificativos propuestos al Plan Estratégico Alimentario y sería digno de fuertes apoyos. De lo contrario, estaremos frente una política pública más del neoliberalismo agropecuario
Norma Giarraca. Socióloga, profesora titular de Sociología Rural, Instituto Gino Germani (UBA).
Fuente: Página 12