Alimentos secuestrados
La comida es un bien básico, sin embargo permanece en manos de unas pocas empresas que determinan su valor. Si a ello sumamos que el precio de los alimentos se determina en Bolsa, la conclusión lógica es pensar que el planeta entero ha perdido la soberanía alimentaria.
Cuando sobreviene una crisis alimentaria en el Tercer Mundo, tendemos a sacar como conclusión que se debe al clima, las guerras o la mala organización de esos países. La mayoría de las veces no sucede eso, sino que la globalización en la producción de alimentos ha dado lugar a que perdamos autonomía alimentaria. Y todo el planeta se encuentra inmerso en ese sistema. No lo advertimos porque hasta el momento podemos pagar los alimentos. Si el arroz subiera ahora mismo un 100%, seguiríamos comprando la misma cantidad, pero un indonesio que dedica el 80% de sus ingresos a la alimentación y que se alimenta mayoritariamente de este cereal, no podría asumir ese sobrecoste. Lo paradógico es que el precio de ese arroz, por ejemplo, no lo determina cada país, sino la Bolsa de Chicago.
Los efectos de la Bolsa en los alimentos
La Bolsa de Comercio de Chicago (Chicago Board of Trade, CBT) se fundó en 1848 y es la más importante en lo que a mercados de futuro se refiere en cuanto a bienes agrícolas, como maíz, soja o arroz. El sistema de los mercados de futuro, originariamente permitía que el productor vendiese por adelantado su cosecha, lo que garantizaba que -independientemente de cómo fuese la producción- obtuviese un precio determinado de antemano. El sistema evitaba las fluctuaciones en el valor de los alimentos y la inestabilidad en los campesinos y productores. Hasta aquí todo parecía ir bien hasta que "desde hace unos años una serie de intereses y fondos especulativos han empezado a invertir en estos mercados de futuro, determinando los precios que se marcan en ellos. Así que actualmente el precio en estas Bolsas no es el resultado de la compra-venta de productos, sino de la especulación que se hace con los mismos". Quien así se expresa en Esther Vivas, miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra. Anteriormente, los fondos de especulación se centraban en los mercados del punto.com, el sector petrolero y la inversión inmobiliaria, pero tras la caída de los mismos, se mudaron a especular con productos que aportan una clientela asegurada: los alimentos. El resultado fue que en los años 2007 y 2008 se generó una importante subida en el precio de los alimentos porque al comprar adelantadamente cosechas enteras de cereales, provocaron una escasez ficticia que elevó los precios a nivel internacional. Esto se agravó por el hecho de que al emplear cereales para preparar agrocombustibles se incrementó todavía más su demanda y también el precio.
Durante ese tiempo se vivió una de las crisis alimentarias más importantes de las que se tiene conocimiento, que causó la muerte por inanición de millones de personas y cuyo origen acabamos de ver. Actualmente la Bolsa de Chicago es la que rige los precios mundiales de los alimentos y se calcula que del total de las transacciones realizadas en la misma, un 40% pertenecen a la especulación, con lo que ello conlleva de inseguridad alimentaria para todos los habitantes del planeta. "En la actualidad nos encontramos con que a raíz de la crisis económica actual y de la crisis financiera hubo una disminución importante en la inversión especulativa en mercados de futuro -indica Esther Vivas-. Pero esto no ha repercutido ni en la disminución del hambre en el mundo -una de cada seis personas la sufren-, ni en que el precio haya disminuido para el consumidor, porque los intermediarios siguen manteniendo los precios que habían establecido en su momento para así continuar sacando beneficio".
La pregunta siguiente pretende conocer hasta qué punto está relacionada la especulación alimentaria en la Bolsa con el incremento del hambre: "Antes del estallido de la crisis alimentaria, ya había hambre en el mundo -800 millones de personas antes de 2007-, hoy nos situamos en más de mil. Por lo tanto, la especulación en materias primas y la determinación de los precios en las Bolsas internacionales, no es que sea una causa del hambre en el mundo, pero es un elemento que agudiza mucho más esta problemática. El origen son las políticas neoliberales que han erosionado el derecho a comer de miles de personas", sentencia la activista catalana.
Primer Mundo y multinacionales alimentarias
Quizás nos queda un poco lejano el ejemplo del sudamericano que no tiene con qué pagar el maíz con el que elabora las tortitas que son la base de su alimentación. De modo que es necesario analizar hasta qué punto nuestra opulenta sociedad se mantiene en una situación de aparente independencia alimentaria.
Mayoritariamente, la sociedad española compra lo que come en supermercados y grandes cadenas de alimentación que se encargan de surtirle de verduras y frutas, cereales, lácteos, huevos, carnes o pescados. El método es muy sencillo: cogemos un carrito, y vamos rellenándolo con lo que necesitamos y nos apetece, eligiendo entre una aparente variedad de marcas y precios. Detrás de este sencillo gesto se oculta una maquinaria desconocida, que nos desvela Vivas: "En el Estado español el 75% de la distribución de los alimentos está en manos de siete empresas. Algunas son españolas, y otras multinacionales.
Cinco son supermercados -Carrefour, Eroski, Alcampo, El Corte Inglés y Mercadona- y dos son centrales de compra -IFA y Euromadi-, que son grupos que aglutinan a supermercados más pequeños para que conjuntamente consigan mejores precios". Y la tendencia es ir hacia un mayor monopolio y concentración empresarial. En Suecia, por ejemplo, tres empresas de supermercados controlan la distribución de alimentos. No sólo eso, sino que el futuro es fusionar empresas de todo tipo para controlar toda la cadena de producción de alimentos: empresas de semillas con empresas de fertilizantes y con distribuidores de alimentos.
Esta concentración alimentaria en manos de unos pocos tiene importantes consecuencias para el productor y para el consumidor, puesto que son ellas las que se encargan de determinar el precio para toda la cadena. "El resultado -indica Vivas- es que la diferencia entre el precio en origen y el precio en destino es más elevado. Según indica el sindicato agrario Coag, esta diferencia alcanza el 500% y ha ido al alza en los últimos años. Esto genera una creciente desaparición de la población campesina, puesto que son estas empresas las que determinan el precio que les pagan, quedándose gran parte de las ganancias en estos intermediarios. Y evidentemente tambien afecta al consumidor porque cada vez hay menos canales para acceder a los alimentos".
La pérdida de control en bienes básicos
Esto que ahora analizamos con respecto a los alimentos, ya ha sucedido en muchos más ámbitos de nuestra vida cotidiana, que se han visto supeditados a intereses corporativos empresariales privados, sin tener en cuenta las necesidades humanas. Así sucede con las semillas, el agua, la vivienda, el territorio empleado para especulación inmobiliaria en lugar de para agricultura, servicios educativos o sanitarios privatizados... Todo se ha convertido en una mercancía, hasta tal punto que sin dinero no puedes acceder a ella. El caso de la comida es paradigmático: desde los años 60 hasta hoy se producen tres veces más alimentos, mientras que la población mundial se ha duplicado. Pero el hambre no se ha reducido porque esas personas no tienen dinero para pagar la comida.
Si no queremos depender de los poderosos, debemos preservar a toda costa a nuestros ganaderos y agricultores, puesto que su desaparición nos dejará a merced de la especulación. Baste recordar que en España tan sólo el 5% de la población activa se dedica a la agricultura y además mucha gente es mayor, lo que asegura que el porcentaje se reducirá en pocos años.
Evitar los intermediarios es tarea fundamental, así como consumir sólo lo que necesitamos. Ya son muchos los consumidores que se agrupan en cooperativas para comprar directamente a una cooperativa de campesinos lo que necesitan, estableciendo una relación de confianza y evitando intermediarios. Volver a comprar al mercado, como hacían nuestras abuelas, es otra de las opciones para el consumidor. Por su parte los productores están diseñando estrategias que les permitan acceder directamente a sus compradores, encontrando en internet una útil herramienta para darse a conocer.
A nivel político el tema es irrelevante, como se deduce de una campaña realizada en Cataluña bautizada "Somos lo que sembramos". Se recogieron más de cien mil firmas, logrando una ILP (Iniciativa Legislativa Popular) que pedía una moratoria en el cultivo de trasgénicos en esa autonomía. Cuando en junio de 2009 llegó al Parlamento Catalán, este rechazó el debate. A posteriori se supo que los parlamentarios catalanes habían sido asesorados por informes redactados por la agroindustria trasgénica. Así que sólo consumidores y productores pueden hacer algo en el tema. Para Esther Vivas: "Como consumidores se trata de poner en cuestión el actual modelo de consumo en función de nuestras necesidades. Pero más allá de la acción individual, es fundamental la acción política colectiva, el organizarnos colectivamente. La dinámica actual es mercantilista, privatizadora, capitalista. Nos ha conducido a una crisis alimentaria y frente a ella tenemos que plantear una alternativa que vamos a defender, incluso movilizándonos en la calle, para lograr que se lleve a cabo".
Revista Fusión
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Fuente: Ecoportal