Walter Belik: “La comida entró en la rueda financiera”
Para el brasileño, la especulación e irresponsabilidad de los gobiernos neoliberales provocaron la crisis que durará aún varios años y explica fenómenos como el alza de las tortillas en México y Centroamérica.
Walter Belik, profesor del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas, pertenece a una línea de intelectuales que no goza de gran prestigio en estos tiempos de hegemonía del mercado financiero. Él se dedica a pensar la alimentación humana y la idea de seguridad alimenticia. La inspiración viene del brasileño Josué de Castro, constantemente mencionado en su obra y en la de sus compañeros – personas como José Graziano da Silva, hoy representante regional de la FAO para América Latina. Hace diez años, junto con Graziano, Belik coordinó el proyecto Fome Zero (Hambre Cero), adoptado como parte del programa de gobierno del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
En la siguiente entrevista, Belik defiende la tesis de que no faltan alimentos en el mundo – el verdadero problema que ha generado el alza de los precios es, según él, la falta de acción de los gobiernos nacionales en los últimos años, que permitieron que se perdiera de vista la necesidad de monitorear precios y mantener reservas de estabilización, con el fin de no perjudicar la vida de billones de personas.
A continuación la entrevista completa con el economista brasileño:
-¿Vivimos una “crisis alimentaria mundial”?
Concuerdo sólo en algunos términos, porque esa expresión ha sido usada por dos lados y tenemos que tener un poco de cuidado. Mucha gente quiere decir que hay una crisis de oferta, pero no la hay. Lo que hay es una crisis provocada por el alza de los precios de los alimentos, y eso impacta en la demanda, pues hay poblaciones que no consiguen consumir en función de esta alza.
Hay varios motivos para jalar la bandera de la “crisis de los alimentos” por el lado de la oferta, que considero es importante retomar. Esa idea acabó dando mucho combustible a aquellos que levantan una teoría, que es casi un neomalthusianismo, de que existe una incapacidad del mundo para garantizar la oferta de alimentos –por varios factores, como el crecimiento de la demanda, por ejemplo. Dicen: China está creciendo 13 por ciento al año. Cuando los chinos se sub-alimentaban, conseguíamos maniobrar el problema, pero ahora que la China comienza a crecer, eso complica todo. Dicen lo mismo incluyendo a Brasil, India y a los países en desarrollo en general.
Existe otra vertiente, junto con los ambientalistas (que, en mi opinión, ingenuamente entran en esa discusión), que dice que el problema son los biocombustibles, que están desplazando a la producción agrícola y en consecuencia hace falta el alimento. En este caso, es una verdad a medias.
Hay quien dice todavía que necesitamos de una nueva revolución tecnológica, porque faltará alimento y necesitamos mejorar la productividad, porque está cayendo, etcétera. Quienes defienden esas posiciones son los agentes de los transgénicos. Dicen que necesitamos un nuevo paradigma tecnológico, el transgénico, y que no vale la pena seguir los pasos de la revolución verde (mejoramiento genético, dignificación de la agricultura). Es una vertiente complicada y es necesario pensar un poco antes de defender esas cosas.
Hay varias vertientes que intentan atacar la cuestión por el lado de la oferta, diciendo que no habrá alimento. ¿Qué es lo que hay detrás de esta idea? La idea de que los gobiernos tienen que dar más subsidios, tienen que cerrar sus mercados, no pueden dejar exportar libremente, si no falta alimento, tienen que invertir más en la agricultura. Es un sesgo fisiocrático, ruralista, de querer mostrar que la agricultura necesita tener mayor prestígio, y eso es muy peligroso [nota del editor: en el contexto sudamericano, ese tipo de lobby normalmente beneficía a grandes productores latifundistas, a los que se les relaciona con el término “ruralista” en Brasil].
No faltan alimentos en el mundo
Los precios han subido muy rápidamente en función de otros factores, que no tienen que ver con la falta de oferta. Por lo contrario, existe una oferta que crece de forma bastante constante a lo largo del tiempo. Inclusive en 2008 (año en que los precios de los alimentos llegaron a un pico histórico), que no fue un mal año para la agricultura, hubo apenas algunas cosechas frustradas en algunos países: la sequía en Australia, el problema del azúcar en la India, o de la soya en Argentina, algunos problemas en Rusia, pero es absolutamente normal que todos los años algún país del mundo tenga un problema de frustración en sus cosechas.
Vemos, entonces, que no es un problema de falta de oferta, es un problema de que los precios están siendo jalados por factores que están más allá de la producción agrícola. Esa alza de los alimentos está llevando a que un gran contingente de la población no consiga consumir, y ahí estamos hablando de países que ya venían sufriendo problemas económicos – países africanos, algunos países de Asia (Paquistán, Bangladesh, Myanmar), todos bastante complicados desde el punto de vista del poder adquisitivo. Entonces, existe un problema de demanda, que hace que las personas puedan decir que existe una crisis de los alimentos.
Entonces, ¿por qué los precios de los alimentos están subiendo?
¿Qué está presionando el alza de los precios de los alimentos? En primer lugar, un cierto nerviosismo de mercado en función de la crisis financiera, principalmente, además de algunos problemas geopolíticos que hacen que el precio del petróleo continúe subiendo (es más, el petróleo hoy está a 105 dólares y está subiendo violentamente en función de los conflictos políticos en los países árabes, pero, en 2008, estaba a 75,8 dólares, y ya había subido en un momento anterior).
Hay, sobretodo, el problema de la especulación con commodities, que hace que los alimentos se vuelvan activos. La comida entra en la rueda financiera como cualquier otro activo y pierde su estatus de alimento, de uso, pasa a ser sólo un elemento de trueque.
En segundo lugar, lo que considero más grave, es que los países frenaron la posibilidad de formar existencias reguladoras. Anteriormente, cuando se comenzaba a presionar mucho el alza de los precios, las existencias reguladoras entraban para minimizar esa alza; los países echaban mano de las reservas de estabilización, las colocaban en el mercado y aseguraban el alza. Ahora, los países buscan tener esa clase de reservas.
¿Por qué? En función de 15 años de neoliberalismo ¿para qué formar existencias reguladoras? Desde el punto de vista neoliberal, las existencias reguladoras son, en primer lugar, una forma de intervención del Estado en los mercados; entonces el Estado no puede gastar dinero comprando productos agrícolas. Mismo porque, en un escenario de apertura comercial, de la caída de barreras, si el precio aumenta en un país, el consumidor, el comprador de ese país, puede comprar en el país vecino, una vez que estamos viviendo una perspectiva de integración de mercados, de globalización.
Todo ese ideario se mostró como una tontería, porque los países no acumularon reservas de estabilización y en la primera crisis que ocurrió, quien necesitaba de los alimentos para consumo alimentario tuvo que comprarlos de los países vecinos a precios de mercado, usando ese precio también para el mercado interno.
Especulación financiera
Partiendo de la cuestión de que los países no acumularon existencias regulatorias, no hay ningún motivo real que justifique una crisis, no existe escasez. Muchos dicen que la crisis es porque está faltando alimento, pero no es eso, no está faltando alimento. Incluso los países que crecieron rápidamente, como China, aumentaron considerablemente su producción agrícola. Es más, cuando se compara el rendimiento agrícola con el aumento de la población, es superior el primero. Lo que ocurre es que los ingresos de los trabajadores no son mayores, sino cada vez menores.
El Maíz
México renunció a tener una soberanía alimenticia a nivel nacional en el momento en que firmó el Nafta, pues no tenía la competitividad para producir maíz ni la capacidad para atender las necesidades de toda la población y abrió las fronteras de forma totalmente indiscriminada al maíz norteamericano. ¿Qué ocurrió con la cuestión de los biocombustibles? Tan sólo el anuncio de Bush de que multiplicaría 4 ó 5 veces la producción de etanol de maíz para mezclarla con gasolina, provocó una enorme alza en el precio del maíz en México –porque con esa integración de mercado se crea un sistema de “vasos comunicantes”.
Y cuando la crisis reventó, México no sólo dejo de recibir maíz, sino que una parte de la producción mexicana fue desviada para atender la demanda norteamericana. Se comenta mucho el hecho de que el maíz utilizado como pienso y para la producción de etanol es el maíz amarillo, mientras que maíz para hacer tortillas es el blanco. Ese maíz blanco, un producto absolutamente alimenticio cuyos rendimientos industriales son bajos, comenzó a ser utilizado para la producción de etanol y para la especulación. Es un ejemplo consumado de la falta de reservas de estabilización y de un padrón de intervenciones más consistentes que garanticen la alimentación de las poblaciones. Eso no sólo sucedió en México, sino en Guatemala, Honduras, y varios países de Centroamérica.
Las revueltas árabes
Sí, hay un aumento de precios en la comida, la inflación es un componente importante de la insatisfacción popular, pero el aumento comenzó a manifestarse mucho más en función de la crisis financiera que hizo crecer la deuda de esos países, provocando el corte de gastos públicos y desempleo. Ahora, en la situación de esos países, el suplemento de alimentos comienza a complicarse. Eso sucede en todo momento de agitación social, el precio de los alimentos sube.
El futuro
Todo mundo está de acuerdo en que la crisis no es pasajera, es una crisis que va a durar algunos años más. Hay una tendencia en el alza de algunos precios de alimentos que todavía están ligadas a la fluctuación del valor de otras commodities. Creo que vamos a tener que convivir con eso durante los próximos años. De cierta forma, el alimento todavía es barato, hubo un abaratamiento generalizado de los alimentos. Eso tal vez comience a revertirse. Tal vez el alimento, como un bien necesario para la salud de la población, comience a ser un poco más valorizado.
Es curioso, por ejemplo, que en la reunión del G20 Sarkozy propuso un mayor control en el precio de los alimentos e inclusive la formación de existencias reguladoras. Hubo un griterío generalizado, pero es una posición correcta. En todo el mundo, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, se vivió una crisis de alimentos porque la guerra afectó la economía profundamente. Europa quedó arrasada, no tenía cómo producir alimento y los Estados Unidos estaban también recuperándose del conflicto bélico. Entonces, se propuso un control mundial sobre los alimentos: habría un banco mundial de alimentos, los países serían financiados para producir y habría una serie de medidas para incentivar a los países para que hubiera un equilibrio entre el consumo y la oferta. Pero la propuesta no fue aprobada.
Hoy, lo que se está proponiendo es algo parecido a eso. Ahora, ¿por qué no se resuelve el problema de los países africanos que son los que importan mayor cantidad de alimentos? ¿Por qué no se hace una fuerte inversión para mejor la oferta de alimentos de esos países? En el G20 no hay un consenso sobre eso, ni lo habrá. La posición de Brasil, por ejemplo, es un poco la del ministro de Agricultura [nota del editor: oriundo de la derecha ruralista], quien dijo en una entrevista: “Ahora que el precio de los alimentos está bien, que al agricultor está yéndole bien, los países ricos quieren controlar el precio, ¿qué historia es esa?” Entonces, no hay consenso ni lo habrá en el corto plazo.
Mientras no se resuelvan ese tipo de cuestiones, la crisis seguirá. Durará en tanto no haya un programa de recuperación para que los países pobres puedan producir, mientras no haya un programa mundial de reservas de estabilización, una especie de banco de alimentos de existencias reguladores, que pueda satisfacer las demandas alimenticias de la población. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU intenta hacer eso, pero con donaciones de excedentes – ó sea, es algo inútil y depende de la caridad de los Estados Unidos y de otros países ricos. Entonces, es necesaria una institución internacional que pueda dar cuenta de eso todo.
Los países no consiguen llegar a un consenso, así como no conseguirán llegar a un acuerdo con relación a la crisis financiera internacional. En el caso de los alimentos es todavía más complicado, porque alimento involucra también a los países pobres, que no tienen fuerza política.
Combate a la pobreza y seguridad alimenticia
El programa Fome Zero tiene una propuesta para resolver el problema de la seguridad alimenticia que contempla puntos como como la comida escolar, el apoyo a la agricultura familiar y el gobierno Lula avanzó bastante en el combate de la pobreza, por medio de la entrega de apoyos económicos.
Se avanzó bastante en el programa Bolsa Familia (Beca Familia), que apoya a 12 millones de familias en pobreza extrema. La pobreza tiene relación con la cuestión de la seguridad alimenticia, pero no son la misma cosa. El problema de inseguridad alimenticia extrapola la pobreza, por lo que la seguridad alimenticia presupone una estabilidad. El programa Bolsa Familia visualiza aminorar las condiciones de pobreza de las personas, pero ahora esté en un proceso de rediscusión para que se pueda garantizar la superación de la pobreza, y no sea tan sólo un paliativo de ésta.
Cuando el dinero se vuelve un problema
Estamos cuestionando bastante el padrón alimenticio que se estableció a partir del programa Bolsa Familia. Varias investigaciones del gobierno muestran que los beneficiarios gastan entre 70 y 80 por ciento del dinero en alimentos, pero hay que ver qué alimentos están siendo consumidos. En muchos casos son alimentos no saludables, alimentos industrializados. Muchos dicen: “Ellos también tienen derecho a tomar coca-cola”. Y es verdad que tienen derecho, pero no es función del Estado transferir fondos para que ellos tomen coca-cola.
Dar apoyo económico puede ser violento para una comunidad indígena. Yo me acuerdo cuando comenzamos a trabajar con el Programa Fome Zero estuve en algunas áreas indígenas y se criticaba mucho el programa de canasta básica que existía antiguamente, pues ésta era otorgada a las familias indígenas y no tenía nada a ver con su alimentación. Aprendemos de las experiencias, y eso ya no se hace más, pero, por otro lado, todavía estamos empezando trabajar un mejor programa alimentario para esas familias. Todos los programas alimentarios tendrían que tener el componente de la producción local, de la pesca, y ¿cómo se incentiva? Hay una serie de cuestiones que van a tener que ser tratadas y pensadas caso por caso.
Fuente: Desinformémonos