Vicentin: expropiar y reconvertir para la Soberanía Alimentaria
A fines de 2019 Vicentin anunció “estrés financiero” y explotó la bomba: sus 5.000 trabajadores con un nudo en la garganta, igual que miles de productores y acopios que entregaron el grano pero jamás cobraron. Las alarmas también sonaron (tarde) en el sistema financiero donde la empresa tomó préstamos millonarios a paso redoblado durante el último tramo del gobierno de Macri, para quién hizo fuertes aportes de campaña.
El escándalo se completó con la revelación de oscuros entramados societarios que incluían paraísos fiscales y operaciones de triangulación. La empresa se presentó en concurso de acreedores, y cuando parecía que el tema salía de la agenda tapado por la pandemia, el gobierno nacional anunció su intervención y el envío de un proyecto de ley para su expropiación. La intervención estatal viene a cortar la jugada perversa, que después del endeudamiento y la fuga, cierra con el desguace de la empresa y venta a precio vil de valiosos activos a conglomerados extranjeros consolidando una estructura aún más regresiva. Lamentablemente ninguna novedad en un país donde los sectores del capital concentrado han consumado brutales estafas y vaciamientos sobre todo cuando el Estado es conducido por su flor y nata (aunque no únicamente).
Con el anuncio de la intervención de Vicentin fue invocada por Alberto Fernandez la necesidad de “dar un paso hacia la Soberanía Alimentaria (SA) de nuestro pueblo”. De esta manera el entuerto se inscribió en un debate mucho mayor que agudiza la pandemia. De repente esas dos palabras que vienen ganado lugar en nuestra sociedad pasaron a estar en boca de todos y todas.
Los sectores más reaccionarios de la sociedad, representantes del campo concentrado como la Sociedad Rural y CRA; conglomerados empresarios como AEA o el Foro Convergencia Empresarial, y sus multimedios como Clarín y La Nación, salieron con furia a atacar los anuncios incluso convocando cacerolazos y movilizaciones en pleno aislamiento.
Ante el anuncio y con el debate de la SA sobre la mesa, la que picó en punta fue Miryam Gorban, coordinadora de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CaLiSA) de Nutrición (UBA) y de la Red de 50 Cátedras de Soberanía Alimentaria en todo el país: “lo de Vicentin es un hachazo a la espina dorsal oligopólica del comercio de granos”. La mayoría de las organizaciones populares nos pronunciamos en ese sentido. Un paso muy importante, no exento de riesgos, alrededor del cual hay una disputa feroz, y donde lo único que no podemos hacer es quedarnos afuera.
¿Qué tiene que ver Vicentin con la SA?
Para Tamara Perelmuter, politóloga e investigadora del IEALC, con Vicentin se ponen en evidencia 3 elementos clave. “El primero es la concentración que tiene nuestro modelo productivo en general, y la comercialización de granos en particular: sólo 10 empresas controlan el 93% de las exportaciones. Vicentin representa el 10% de ese total de la cadena productiva asociada a los granos”. En ese sentido “la expropiación permite tener en manos públicas una empresa testigo que haga de guía, de control de precios, y que a partir de eso se empiece a desentramar esta lógica de profunda concentración.” El segundo debate importante es el Rol del Estado: “en este caso asociado al lugar del Estado en el modelo productivo y la producción de alimentos. Si bien una no podría decir que Vicentin es ´una empresa productora de alimentos´ aunque sí produzca algunas cosas (su función más importante es la expropiación de granos) la situación nos permite dar ese debate: La necesidad de que el Estado intervenga de manera activa en la producción de alimentos, sabiendo que se trata de un derecho humano que no puede estar regido por la lógica del mercado.”
Y el tercer elemento es la Soberanía Alimentaria que entró en escena con las palabras del presidente cuando anunció la intervención “pero que es un concepto fuertemente enraizado en las luchas campesinas e indígenas; que nace como forma de disputar con la formulación de Seguridad Alimentaria y lo que estaba haciendo el neoliberalismo en el agro y los territorios”.
Para Tamara la expropiación de Vicentin “es un paso hacia la SA que necesitamos dar, pero esto sólo no alcanza. Tenemos que dar una disputa y que se construya una Empresa Pública que tenga como brújula la producción de alimentos, en el camino de la SA y el cambio del modelo productivo. Para eso necesitamos incorporar a la discusión a los productores y productoras de alimentos.”
Uno de los referentes más importantes de ese sector es Nahuel Levaggi, que desde la coordinación nacional de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) pasó a ocupar hoy la Presidencia del Mercado Central de Buenos Aires. Para él “Lo de Vicentin aporta a la discusión de fondo. Tenemos que entender que sin control de la exportación de granos, sin intervención de los sectores populares ejerciendo presión sobre los estados y gobiernos para que intervengan, sin esa presión por sobre el mercado privado, no hay posible desarrollo de la Soberanía Alimentaria para los pueblos. Hay que salir del cliché de que SA es solamente ´planto mi lechuga en el fondo de mi casa´”.
Para Nahuel “tampoco se puede pensar la SA sin la intervención de los sectores populares; sea a través de la propia construcción como son las Colonias Agrícolas o los mercados populares, o a través del impacto concreto y real de poder controlar una de las empresas exportadoras más importantes del país. Es un primer paso. El siguiente paso es promover, desde una empresa intervenida por el Estado, la compra prioritaria a los pequeños y medianos productores, la fijación de precios para productos de consumo popular, el fortalecimiento de la agroecología como medio de producción, y muchos más.”
El Foro Nacional por un Programa Agrario Soberano y Popular, que integramos un centenar de organizaciones urbanas y rurales, planteó este camino en febrero de este año y se dispone a debatir con fuerza.
Intervenir, expropiar, reconvertir
Marcos Filardi integra con Miryam la CaLiSA de Nutrición UBA; para él “la SA es un paradigma antitético, contrapuesto y superador del modelo agroindustrial dominante.”
Desde ese antagonismo pregunta “¿Puede Vicentín continuar funcionando como funcionaba hasta ahora y decir que eso es compatible con la SA? Claramente que no. Para que efectivamente Vicentín se convierta en una empresa pública al servicio de la SA es necesario todo un plan de reingeniería de negocios de ese grupo económico. Si Vicentín continúa moliendo soja transgénica con destino a la exportación, es continuar, reproducir, profundizar y legitimar el modelo agroindustrial dominante. Ahora es totalmente distinto si se destina toda esa infraestructura a abastecer al mercado interno de alimentos sanos, seguros y soberanos. Si prioriza la compra pública de alimentos a la agricultura familiar, campesina e indígena; si pone sus instalaciones de logística, distribución y comercialización al servicio de la economía social y popular; si utiliza su infraestructura para producir harinas y cereales para el mercado interno que podrían no sólo abaratar los precios internos desacoplándolos de los precios internacionales, sino también garantizar el abastecimiento de todo lo que el Estado en sí mismo compra para abastecer hospitales, escuelas y comedores. O sea, la obligación primaria del Estado que es la realización del derecho humano a la alimentación adecuada de todas y todos”.
Intervención, expropiación, empresa testigo, formación de precios, transparencia en mercados oligopólicos, soberanía alimentaria: hasta hace muy poco aparecían en los márgenes del debate político y hoy se instalan en su centro. Ventanas que quizá abre la “liberación cognitiva” de la excepcionalidad pandémica, y posibilitan también otras cuestiones como impuestos a los “super-ricos” o el Ingreso Universal Ciudadano.
Fuego Amigo
Las discusiones en curso alrededor de Vicentin actualizan otras viejas alrededor de la SA que quizá nunca fueron abordadas en profundidad, y que afloran en paralelo a la reacción furiosa del poder concentrado.
¿El camino hacia la SA se puede hacer prescindiendo completamente del Estado, como plantean ciertos autonomismos?
¿La SA se construye en los márgenes del agronegocio? casi derivando en la dinámica y la ontología del capital; o sea: ¿Qué es el agronegocio que decimos combatir?
¿Las discusiones sobre la escala nos son ajenas? ¿Generación de divisas y SA se autoexcluyen?
¿Se puede hablar de SA prescindiendo de las organizaciones campesinas que no sólo son quienes la formularon, sino que son los y las protagonistas de la producción de alimentos? como plantean colectivos que toman la SA como bandera pero no han podido o no han querido construir un camino común con el campesinado organizado.
¿Qué significa entonces “Reforma Agraria” y quién la encarna?
¿Es la SA un slógan? ¿Puede ser bandera independientemente de la reflexión sobre el frente social necesario para concretarla?
Sobre “las coyunturas”: ¿Las disputas políticas “por arriba” no tienen nada que ver con nuestras construcciones “por abajo”?
Realmente: ¿Podemos pasar a la ofensiva?
Disputas materiales y simbólicas
Es claro que la instalación del agronegocio en nuestros territorios, no fue sólo un proceso económico o “técnico”. Necesitó también de poderosas usinas de sentido para la consolidación de su hegemonía política (y aquí también jugó el Estado). Esto es, que su esquema de valores y hasta la defensa de sus intereses se instale como un sentido común y sea asumida por muchos y muchas, por fuera de sus representantes concretos: “del campo vivimos todos”. Por eso las asambleas de vecinos y vecinas que denuncian las fumigaciones han sido durante muchos años tomadas por “locos”, no sólo por las instituciones del Estado que debían defender sus derechos, sino también por parte de quienes sufrían lo mismo.
Por eso ningún proyecto popular se puede instalar y arraigar si no se desarman esas usinas de sentido reaccionario (tan tóxicas como los venenos del agronegocio) y su poder político, que descansa sobre su poder económico. Esto también es un debate con sectores del peronismo o movimientos que creyeron o creen, en última instancia, que con ellos “es posible la conciliación”. Un error que ya les costó muy caro.
Y para disputar hace falta fuerza social concreta en los territorios que actúe también como usina de sentido popular: des-mercantilizando el alimento, posibilitando el uso y la tenencia de la tierra en función de la SA; cuidando de los ambientes naturales, el suelo, el agua; y un sinfín de cuestiones.
Por eso celebramos cada pedazo de tierra que conquista la agricultura familiar campesina, cada proyecto de ordenanza por la agroecología, cada feria. Cada familia que arranca la transición para producir de otro modo. Cada movimiento social que llega, y cada convenio municipal que habilita una nueva colonia agrícola. También celebramos cada multa a cada aplicador, cada fallo de resguardo en la justicia, cada denuncia en medios locales.
Por eso celebramos que sectores de la política, que durante muchos años estuvieron enfrente, hoy tomen también la bandera de Agroecología y Soberanía Alimentaria. Celebramos que el Estado se disponga a intervenir y expropiar Vicentin; y ahí tenemos que estar haciendo fuerza para que vaya en el sentido que necesitamos.