Trigo transgénico en Argentina
En Argentina estamos discutiendo con mucha intensidad la aprobación y difusión de un trigo transgénico: el trigo HB4 de la empresa Bioceres, tolerante al herbicida glufosinato de amonio y con tolerancia a sequía. Revisemos algunos hechos y posicionamientos para avanzar en comprender un conflicto complejo y por demás importante.
La producción y consumo de trigos
Argentina hoy, a partir de un proceso histórico largo, tiene una vinculación intensa con la producción y consumo de trigo. Por una parte produce y exporta grandes cantidades de granos de trigo y harinas: el país es 5to en el ranking mundial de exportadores.
Esta priorización de las producciones de trigo sobre otras producciones se remonta a las épocas del modelo agroexportador de fines del siglo XIX, a los impulsos de la Revolución Verde de mediados del siglo XX, y a los impulsos reprimarizadores de los agronegocios desde los años 1990s.
Argentina, además, tiene un consumo muy alto de derivados de harinas de trigo. Este consumo es alto en prácticamente todas las culturas alimentarias de cada territorio del país y muchos millones de personas consumen derivados de trigo cada día de su vida. Además del pan en la mesa acompañando los platos familiares, se consumen muchísimos productos como fideos, pizzas, pastas y de forma creciente distintas formas de comestibles ultraprocesados, principalmente panificados industriales dulces.
Los transgénicos
La otra característica histórica reciente de Argentina es que se trata de uno de los pocos países agrícolas del planeta que dedica grandes extensiones de tierras, y sobre todo las más productivas, a monocultivos transgénicos de sojas y maíces.
Desde los años 1990s las empresas desarrollaron semillas transgénicas para los principales cultivos de la Revolución Verde: maíz, trigo y arroz. El rechazo fue inmediato por parte de consumidores y sus organizaciones, y de parte de la academia crítica. La estrategia consistió en evitar arroces y trigos, y centrarse en sojas y maíces. Esto fue así porque tanto la soja como el maíz tienen como destinos principales los usos forrajeros, en la industria alimentaria y en los agrocombustibles. Todos estos usos no son alimentarios humanos directos, como sí lo son el trigo y el arroz.
Hoy que las empresas se han vuelto más poderosas desde lo económico y en la influencia directa sobre organismos regulatorios, vienen por todo. Y la punta de lanza es otra vez Argentina. En un contexto de crisis extrema, se presentan las innovaciones como de avanzada, cuando en realidad son peligrosos experimentos masivos.
Los 62 eventos transgénicos aprobados en Argentina son en su gran mayoría para dos características: tolerancia a herbicidas y producción de la toxina insecticida Bt.
La masificación de monocultivos de sojas y maíces transgénicos de tolerancia a herbicidas se dio por medio del paquete de la siembra directa. Así como con la Revolución Verde se aplicaron los híbridos y variedades “mejoradas”, los fertilizantes de síntesis industrial, los agrotóxicos y las maquinarias pesadas. Con la siembra directa se redobló el paquete tecnológico: a los híbridos se sumaron los transgénicos, se siguió aumentando el uso de fertilizantes sintéticos, se sumaron agrotóxicos en todas sus formas, y se sumaron maquinarias como las sembradoras de siembra directa.
La siembra directa reemplazó a los arados con herbicidas. Las empresas semilleras y agrotóxicas y la academia funcional a éstas presentaba este paquete de siembra directa y transgénicos, en los años 90s como una forma de bajar el uso de herbicidas. Se llegó, incluso, a considerar resuelto el problema de malezas y a disolver equipos de investigación en ecología de malezas. Rápidamente, al menos desde 2001, las malezas tolerantes a glifosato empezaron a colonizar los cultivos transgénicos y el uso de herbicidas, lejos de disminuir, creció de forma acumulada hasta ser hoy un problema completamente fuera de control. En un contexto de un Estado que no registra este uso de agrotóxicos, contamos con pocos datos sobre este problema. Sí tenemos datos de facturación de las empresas, y éstos muestran un crecimiento del orden de 1279% en el consumo de herbicidas entre los años 1991 y 2011, según el informe “Evolución del mercado de herbicidas en la Argentina” del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) del año 2012. Otra estimación, de parte de Fernando Andrade, también de INTA y de Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) en el libro Los desafíos de la agricultura argentina, muestra que el consumo de herbicidas creció de los 1.95 litros por hectárea por año en el año 1991 a 9 litros por hectárea por año en el año 2012, “un valor alto para el promedio mundial”.
El trigo HB4 de Bioceres es parte de este problema: la tolerancia al herbicida glufosinato de amonio hace que, de difundirse esta semilla y la práctica de utilizar este agrotóxico periódicamente, crezca el consumo de glufosinato en los cultivos, y con esto crezca también la presencia de residuos de este agrotóxico en granos y harinas.
Trigos y transgénicos
Como decíamos, Argentina es un país típicamente triguero y a la vez, volcado al uso masivo de semillas transgénicas. Sin embargo estas dos tendencias se habían mantenido separadas durante los 25 años de cultivos transgénicos en nuestro país.
Existen desarrollos de trigos transgénicos “listos para los mercados” desde hace al menos 20 años, pero ningún país del planeta los liberó comercialmente en ningún caso. Esto da cuenta de que el rechazo es masivo. Este rechazo es de la gente que lo consume, de quienes lo producen e industriales de todas las escalas. Incluso lo más concentrado del mercado internacional de granos. Así como se dio en Argentina el rechazo, en otros países los debates han sido similares.
En 2016 leímos una noticia sumamente extraña: un cargamento de trigo argentino había sido rechazado en Corea del Sur por contener trigo transgénico. El trigo sin dudas era ilegal: ningún país del mundo había aprobado ningún trigo transgénico, y por supuesto, tampoco Argentina. Buscando sobre semillas transgénicas en experimentación leímos sobre trigos tolerantes a glifosato de EUA, y en Argentina encontramos referencias de experimentaciones en trigos modificados para resistencia a la sequía, resistencia al frío, trigos libres de gluten, y de resistencia a herbicidas (glifosato y glufosinato de amonio).
Y, por supuesto, los avances sobre el gen HB4. Este gen fue aislado de plantas de girasol por el Conicet y la Universidad Nacional del Litoral, y patentado en 2004. Se consolidó, después, una alianza público-privada por la que Conicet y la UNL licenció la patente a la empresa Bioceres.
En 2015 se le aprobó la primer soja HB4 a Indear (Instituto de Agrobiotecnología de Rosario, empresa del Grupo Bioceres). El trigo HB4 recibió, también en 2015, la resolución de la Conabia (Comisión Nacional Asesora en Biotecnología Agrícola) por la que se manifiesta que el transgénico “cumple con todos los requisitos regulatorios”.
La disputa por la liberación comercial del trigo HB4
El dictamen de CONABIA no es suficiente para una liberación comercial de una semilla. La regulación determina que, además, tiene que pronunciarse el Ministerio de Agricultura sobre aspectos comerciales del transgénico en cuestión. Esto, para la casi totalidad de los eventos anteriores, fue un trámite relativamente rápido, y de hecho no hay muchos casos en los que esta aprobación no se haya dado.
Para el caso del trigo HB4, sin embargo, se demoró por un motivo simple: el rechazo de plano no es sólo de los consumidores e industrias argentinas: en otros países del mundo también se rechazan los trigos transgénicos, como vimos antes.
Durante el gobierno de Mauricio Macri fueron muchos los intentos de los lobbys de Bioceres y sus socios por avanzar en la aprobación. La empresa Bioceres siguió planteando su posición, como también Raquel Chan, la investigadora que dirigió el grupo que aisló el gen HB4. En el diario Página12, en enero de 2019, Raquel Chan publicó la nota de opinión “Por qué la palabra transgénico no debería ser una mala palabra” a la que, en el mismo medio, respondimos desde el colectivo Agroculturas con la nota “Por qué decimos no a los transgénicos”. El centro del debate, desde nuestra perspectiva, es la aprobación comercial de una herramienta más de los agronegocios para avanzar en su estrategia de construcción de poder y control sobre los sistemas agroalimentarios. Los representantes de Bioceres incluso se reunieron personalmente con Macri, pero la aprobación nunca avanzó, y finalmente Macri y sus funcionarios concluyeron su gobierno sin haber dado el visto bueno al trigo HB4.
Luego del cambio de gobierno nacional se retomaron las presiones al nuevo gobierno, para avanzar con la aprobación. En agosto de 2020 el diario Clarín dedicó un número especial del suplemento rural al trigo transgénico. Héctor Huergo, director del suplemento, es además accionista de Bioceres. El suplemento sólo habla de las supuestas bondades de la tolerancia a sequía, pero no menciona ninguna de las muchas voces críticas a la tecnología.
En septiembre del 2020 el diario Página12, cercano al gobierno, publicaba una nota titulada “disputa en el mercado de semillas” del periodista Raúl Dellatorre, promoviendo la aprobación comercial del trigo HB4. En la nota se citaban declaraciones del entonces ex Ministro de Agricultura 2009/ 2011, Julián Domínguez quien manifestaba en esa nota: “Es un desarrollo que se logró en diez años de estudios y en un trabajo público-privado, financiado por el Estado a partir de 2009. Y ahora que se alcanzó un excelente resultado, ¿lo archivamos? Es incomprensible”. Desde hace pocas semanas, Domínguez es nuevamente Ministro de Agricultura de la Nación.
Finalmente el día 9 de octubre de 2020 se publicó la Resolución 41/2020 de la Secretaría de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional (dependiente del Ministerio de Agricultura) en el Boletín Oficial. Lo llamativo fue una característica inédita, insólita e inesperada: la aprobación definitiva quedaba sujeta a la evaluación por parte de Brasil.
Los rechazos a esta aprobación fueron explícitos muy rápidamente. El 15 de octubre de 2020, por parte de un colectivo diverso de organizaciones campesinas, redes, movimientos sociales, grupos de estudios y colectivos socioambientales, se publicó el documento de la campaña “¡Con nuestro pan no!”, donde se detallan 20 puntos para la oposición al trigo HB4.
El 26 de octubre, un colectivo de investigadores publicó la “Carta abierta de científicos/as argentinos/as al Gobierno Nacional sobre el trigo transgénico”. En la carta se cuestiona al “modelo de agronegocio que se ha demostrado nocivo en términos ambientales y sociales, causante principal de las pérdidas de biodiversidad, que no resuelve los problemas de la alimentación y que amenaza además la salud de nuestro pueblo” como ha quedado en evidencia, ya que “cientos de investigaciones sobre daños ambientales y sanitarios han sido publicadas en revistas científicas internacionales y muchos más testimonios y denuncias han sido impulsadas de manera sostenida por comunidades, trabajadores de la salud y movimientos sociales de nuestra región”.
Otro rechazo, además de los mencionados, y con argumentos puramente comerciales, fue el expuesto por un diverso grupo de empresarios vinculados a la producción, industria y comercio internacional de trigo, harinas y derivados. Se manifestaron muy rápidamente por medio del diario La Nación y articularon, por medio de la federación de acopiadores, una acción judicial para frenar la liberación comercial del trigo transgénico.
Otra acción judicial, con argumentos muy distintos a los de los empresarios, fue la presentada por Naturaleza de Derechos representando a un diverso colectivo de organizaciones socioambientales, de producción agroecológica y de Ciencia Digna, a principios de 2021. La acción pluricultural, con el nombre de “un trigo de libertad”, se encuentra hoy pendiente de producción de pruebas.
Desde Brasil, ante la CTNBio, comisión reguladora de ese país, se presentaron rechazos por parte de las empresas elaboradoras representadas por Abitrigo (Asociación Brasileña de la Industria del Trigo) con argumentos comerciales, similares a los de las organizaciones populares de Argentina. Se inició una acción ante el Ministerio Público y ante de la CTNBio para detener el proceso de aprobación y para que se solicite más información a la empresa Bioceres.
Conclusiones: decisiones a espaldas de la sociedad y un debate complejo, abierto desde abajo
El primer objetivo de las distintas movilizaciones que se hicieron durante el último año fue visibilizar la problemática. Entendemos que hubo logros importantes en este sentido. La campaña de boicot a la empresa Havanna, conocida productora de alfajores, luego de anunciar la firma de un convenio con Bioceres para utilizar trigos HB4, llevó el mensaje de rechazo al transgénico a mucha más gente que la alcanzada por las campañas anteriores.
Otro espacio de articulación nuevo que planteó un posicionamiento sobre el conflicto es la Plataforma Socioambiental. El espacio organizó, a mediados de agosto de 2021, un “Panazo” nacional, contra el trigo transgénico y a favor de la Agroecología y la Soberanía Alimentaria.
Con respecto al objetivo de frenar el avance del cultivo sabemos que estamos en problemas graves. La empresa Bioceres hizo una propuesta de contratos confidenciales con productores de trigo y soja para sumarlos a la “generación HB4”. Según información comercial de la empresa se reveló que la firma, lejos de esperar la aprobación de Brasil, multiplica semillas en 225 predios de productores, que suman una superficie de más de 55 mil hectáreas. Si esos cultivos fueran cosechados con normalidad, las semillas alcanzarían para sembrar 2.5 millones de hectáreas, es decir casi la mitad de la superficie cultivada en Argentina, según estimaciones de Santiago del Solar, de la Sociedad Rural Argentina.
Repasemos: planifican sembrar casi la mitad de la superficie cultivada con trigo del país, con un cultivo hoy ilegal, ante el rechazo de productores, acopiadores, industriales, comercializadores y consumidores de Argentina y de cada uno de los países que compra trigo y derivados a este país.
Lo que tenemos es una amenaza a la soberanía alimentaria de parte de un puñado de empresas, funcionarios y lobbistas que decide qué semillas se van a producir (y cuáles no), quién, dónde y con qué objetivo.
La disputa se da en un contexto de crisis en el que los actores concentrados de los agronegocios están planteando megaproyectos como las megafactorías porcinas, la agricultura digital y el apoyo a la agroindustria para aumentar las exportaciones.
En el rechazo a los transgénicos y los agronegocios articulado con la defensa y el fortalecimiento de las producciones de la agroecología y la soberanía alimentaria están los elementos centrales para los debates transformadores. La buena noticia es que crece la conciencia y la organización.
- Para descargar el artículo en PDF, haga clic en el siguiente enlace:
Referencias:
Ver GRAIN, “Arroz dorado y trigo transgénico: últimos manotazos corporativos”, 17 de septiembre de 2021, https://grain.org/es/article/6723-arroz-dorado-y-trigo-gm-ultimos-manotazos-corporativos
GRAIN, ¡Que no nos engañen otra vez! Veinte años a de mentiras sobre el arroz dorado!, 12 de febrero de 2019, https://grain.org/es/article/6128-que-no-nos-enganen-otra-vez-veinte-anos-a-de-mentiras-sobre-el-arroz-dorado