Tenemos que cambiar el modo de habitar el planeta
El especialista en medioambiente Enrique Leff reclama un "cambio civilizatorio" para remediar la crisis ecológica global. El papel de los pueblos americanos.
Por Jorgelina Hiba / La Capital
Hace ya un tiempo que los geólogos dicen que la humanidad entró en una nueva fase llamada Antropoceno, en la cual, por primera vez en la historia, los cambios en los ritmos del planeta no se producen de manera natural, sino como resultado de la acción humana.
Esta formalidad de quienes estudian la Tierra nombra algo que muchos denuncian: la crisis ecológica que atraviesa el mundo, donde la explotación agresiva y sin pausa de los recursos naturales parece a punto de llevarse puesta a la propia existencia de la especie humana.
El mexicano Enrique Leff, referente del pensamiento ambiental latinoamericano, lleva toda una vida reflexionando sobre este fenómeno y alertando sobre lo que considera imprescindible: un cambio profundo en el modo de habitar el planeta como primer paso para lograr una reconciliación entre lo que somos y lo que fuimos.
"Debemos reinventar los modos de habitar humanamente el planeta conforme a las condiciones de la vida, no de la economía. Nos hemos olvidado de lo básico y no sólo la economía, sino hasta la filosofía. El gran olvido de nuestra civilización es el olvido de las condiciones de la vida humana, ese es el punto crucial que atraviesa la humanidad en este momento" dijo durante una entrevista con Más tras exponer en el Congreso Regional de Medioambiente organizado por la UCA Rosario.
—¿Cuál es la vigencia del pensamiento ambiental latinoamericano?
—Es enorme, ya que es un pensamiento que tiene todo de insurgente y que vibra y late como una respuesta muy viva, como una erupción volcánica que está sucediendo como respuesta a una crisis civilizatoria que no es pasajera. Pienso que en América Latina es donde está surgiendo un pensamiento acompañado de un sentimiento y de una reflexión muy fuerte en búsqueda de elementos de un nuevo pensar con la idea de corregir los rumbos de una historia que ha llevado a la humanidad a una crisis ecológica sin precedentes. Allí aparece el pensamiento de los pueblos de la tierra que reclaman su derecho a decir su palabra y a defender su territorio, junto al derecho a pensar salidas y alternativas desde sus modos de habitar el planeta y sus formas tradicionales de convivir con el territorio.
—¿Qué aportes pueden hacer las culturas americanas a la crisis ecológica actual?
—Los pueblos de la Tierra no tienen respuesta a la diversidad de problemáticas ambientales de la actualidad, no son técnicos ni sabios ni científicos que pueden resolver problemas de tránsito, del agua o de las normas de construcción. Lo que esos pueblos aportan son modos alternativos para lograr una convivencia más sustentable. Los saberes ancestrales no son ecológicamente perfectos ni químicamente puros porque eso no existe. Esas civilizaciones ancestrales han sufrido colapsos, pero hoy pueden ayudar a enfrentar una recomprensión de los modos de habitar el planeta y sus territorios. Para eso están más abiertos esos pueblos que los economistas y los gobernantes, porque esta crisis no se resuelve ni técnica ni científicamente. Es una crisis que implica una deconstrucción de toda una racionalidad que nos tiene atrapados.
—¿Nos confundimos en nuestro camino civilizatorio?
—Absolutamente, hemos construido una civilización no sólo equivocada, sino incluso perversa en la reafirmación permanente que hace de verdades que hoy son insostenibles y controvertidas no ya por gustos personales sino porque el planeta así lo está diciendo. Todavía no tenemos una conciencia clara sobre esto, pero sí hay una inquietud creciente que se está distribuyendo y generando reacciones de defensa del establishment, que seguirá diciendo que la economía resuelve las cosas.
—¿Cuán importante es en este escenario el Laudato Si del Papa Francisco?
—Es importantísimo. El Papa así lo reconoce y por eso no habla en primera persona, ya que en el Laudato resuena el pensamiento ambiental latinoamericano. Eso es lo que vibra en el texto, esa es la tónica de la encíclica que Francisco hace suya. Que lo haga el Papa tiene una importancia enorme porque pocos dirigentes podrían tener más peso. Francisco dice además que no es una encíclica para los obispos ni sólo para los cristianos, es para toda la humanidad. Es maravilloso que haya hecho suyo este llamado y que las universidades no sólo católicas tomen el tema. De hecho nos hemos sumado quienes no somos cristianos ni católicos porque hay que remover este mundo y pensar otros modos de comprensión de la vida.
—¿Cómo actuaron frente a los problemas ambientales los gobiernos de los últimos años de la región?
—Los gobiernos llamados progresistas han intentado ser democráticos y redistributivos, pero no han ido al fondo de la cuestión y se vieron atrapados por la globalización. Tuvieron muchas contradicciones y —peor aún— faltaron a sus propios principios. Cayeron en una falta de consistencia respecto a la radicalidad que ellos mismos se quisieron adjudicar. Vemos que no alcanza con las proclamas de los gobiernos de izquierda para arrogarse el derecho de hablar por los pueblos de la Tierra, se trata de darles curso a los derechos de los pueblos para dar su palabra en un asunto global, de toda la humanidad. Estamos hablando de darle curso a visiones alternativas sobre cómo construir los mundos de la vida, los modos de ser en el mundo filosófica y políticamente hablando. Eso abre un campo de conflictos y disputas de sentido. Es la lucha de los modos de vida de los pueblos de la Tierra frente a la inercia expansionista del capital mundial.
—¿Estamos lejos de adoptar otras formas de vivir?
—Falta mucho, falta trabajar con otros principios y armar una nueva racionalidad jurídica y económica. Pero llegó el momento de reinventarse, y eso están haciendo algunos pueblos indígenas. Debemos reinventar los modos de habitar humanamente el planeta conforme a las condiciones de la vida, no de la economía. Nos hemos olvidado de lo básico y no sólo la economía, sino hasta la filosofía. El gran olvido de nuestra civilización es el olvido de las condiciones de la vida humana, ese es el punto crucial que atraviesa la humanidad en este momento.
Fuente: UCCS