TLC Mercosur-Unión Europea: Crónica de un fracaso anunciado
Los esfuerzos de los gobiernos del Mercosur por concluir el TLC con la Unión Europea para dar una señal clara “a los mercados” de que la política económica actual es radicalmente distinta a la de sus antecesores y dejar sentado que el libre mercado es la panacea para lograr el desarrollo económico y social en esta subregión sudamericana, no ha sido suficiente para evitar, una vez más, el fracaso de las negociaciones.
Los antecedentes para lograr un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, tienen origen en 1995, cuando ambos bloques firmaron el Acuerdo Marco Interregional de Cooperación MERCOSUR-Unión Europea (AMIC), ratificado en 1999. Este acuerdo tuvo lugar en un contexto en que había entrado en vigor el TLCAN de México (1994) y se había anunciado la conformación del ALCA durante la Cumbre Presidencial de las Américas en Miami, en el mismo año.
Las corporaciones industriales y de servicios, así como las tecnológicas de Europa, vieron con preocupación la pérdida de su competitividad en el continente americano frente a Estados Unidos. Eligieron entonces al Mercosur, el quinto mercado más grande del planeta, al que no sólo lo unen fuertes vínculos económicos sino culturales, para ejercer un contrapeso. La Unión Europea es la primera fuente de inversión extranjera directa y uno de los principales destinos de las exportaciones para el Mercosur.
Dicho Acuerdo (AMIC) que buscaba promover los vínculos bi-regionales a través de tres componentes principales (diálogo político, cooperación y comercio) fue la base sobre la cual se iniciaron las negociaciones para conformar el TLC entre ambos bloques regionales, en el año 2000. En una suerte de paralelismo, estas se iniciaron mientras tenían lugar las negociaciones del ALCA y se debilitaba el multi-lateralismo en la OMC.
A pesar de que la protección arancelaria de la Unión Europea era baja para la mayor parte del universo arancelario del Mercosur, las partidas de los productos agropecuarios estaban fuertemente protegidos. La liberalización de este sector era la gran apuesta del Mercosur, mientras que la de la Unión Europea consistía en lograr que el Mercosur liberalizara los servicios, las compras gubernamentales, otorgara un tratamiento igualitario a las inversiones y una mayor protección a los derechos de propiedad intelectual
La falta de acuerdo en esos aspectos derivó en la suspensión de las negociaciones en mayo de 2004. El fracaso en la conformación del ALCA a principios de ese año que se hizo evidente en el plano político durante la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en 2005, atenuaron la preocupación de los europeos por la competencia norteamericana en esta subregión. La razón fundamental por la que se rompieron las negociaciones del ALCA, fue la misma por la que se interrumpieron las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea: si Estados Unidos no accedía a tratar en el ALCA el tema de subsidios y ayudas internas al sector agrícola en ese país, tampoco se debatirían servicios, compras gubernamentales, inversiones ni propiedad intelectual.
Las negociaciones continuaron suspendidas hasta 2010, oportunidad en la que fueron retomadas por iniciativa de la Comisión Europea, en el contexto de la crisis económica y financiera internacional, de la vigencia de catorce Tratados de Libre Comercio de Estados Unidos con países del continente americano, del estancamiento de la multi-lateralidad en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio y de la mayor presencia económica de China en la región. La formalización del reinicio de las negociaciones con el Mercosur tuvo lugar en la VI Cumbre Unión Europea-América Latina, realizada en Madrid en mayo de 2010.
Sin embargo, la iniciativa de relanzar las negociaciones no estuvo exenta de discrepancias al interior de la Unión Europea. Según el BID, “un conjunto de países encabezados por Francia, entre los que se encontraban Irlanda, Grecia, Hungría, Austria, Luxemburgo, Polonia y Finlandia, presentaron un documento ante el Consejo de la Unión Europea, en donde criticaban que la Comisión Europea hubiera decidido retomar las negociaciones sin un debate previo, y sin tener en consideración los posibles impactos que podrían provocar en la economía europea, incluido el sector agrícola. Las principales organizaciones agrícola-ganaderas de Europa se unieron a estos cuestionamientos.” (1)
A pesar de las duras reacciones internas, la Comisión Europea se mantuvo firme en su intención de tener una mayor presencia en América Latina. Así, no solo se anunció el mencionado reinicio de las negociaciones con el Mercosur, sino que se logró la firma del Acuerdo de Asociación con América Central (más Panamá), el cual se sumaba al Acuerdo de Asociación Económica con la Comunidad del Caribe (CARICOM) y los Acuerdos Comerciales con Colombia y Perú. En 2014 Ecuador se sumó al Acuerdo de Asociación de Perú y Colombia con la Unión Europea. (2)
Tampoco al interior del Mercosur las posiciones eran uniformes. El gobierno argentino fue el más reacio a continuar las negociaciones en los términos planteados, arguyendo el tema de las asimetrías entre los bloques y el impacto en el empleo en la industria y en el sector de servicios locales. Pero el cambio de gobierno en Argentina en 2015 y la asunción de Michel Temer en Brasil en 2016 facilitaron las negociaciones.
A pesar de la voluntad política por suscribirlo y el deseo de anunciar la firma durante la XI Conferencia Ministerial de la OMC realizada en Buenos Aires, en diciembre del año pasado, aún no es posible llegar a un acuerdo. En casi veinte años de negociaciones, y a pesar de los distintos matices políticos de los gobiernos de turno en el Mercosur, la Unión Europea no ha podido torcerle el brazo.
Los puntos de discrepancia siguen siendo básicamente los mismos. Es decir, el Mercosur no acepta la oferta de apertura de la Unión Europea en el sector agropecuario, y el Mercosur, que aún no ha firmado ningún TLC con otro país ni bloque económico, se afirma en la imposibilidad de abrir su sector industrial y de servicios, así como de establecer disciplinas de OMC-plus en los temas antes mencionados.
La buena disposición de los gobiernos del Mercosur no puede cambiar lo que es una realidad evidente: la Unión Europea no modificará su política agraria común, por lo cual, para los productos sensibles del Mercosur (etanol y carne vacuna) les ofrece tan solo cuotas. Tampoco los sectores industriales en Argentina y Brasil aceptarán los términos actuales de la negociación.
A fines de febrero de este año, las centrales industriales del Mercosur remitieron a los negociadores del TLC con la Unión Europea, una declaración en la que exigen “transparencia” en las tratativas, plazos y condiciones para que los sectores afectados negativamente por el acuerdo puedan transformarse y continuar activos en el nuevo escenario, y un acuerdo equilibrado reconociendo las diferencias en el nivel de desarrollo entre las partes. Asimismo, los presidentes de las centrales industriales de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, reclamaron, ante los negociadores reunidos en Asunción en marzo de este año, la inclusión de una “cláusula de desarrollo industrial” y la preservación de diversos instrumentos de protección a la producción y el empleo “fundamentales para el funcionamiento actual y futuro del Mercosur”. (3)
Paralelamente, los representantes del movimiento sindical del Mercosur y de la Unión Europea (la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur (CCSCS) y la Confederación Europea de Sindicatos, CES) entregaron a los jefes negociadores una carta, donde expresan de manera contundente las razones por las cuales no aceptarán el acuerdo: “No se perfila un auténtico acuerdo de asociación justo y equilibrado sino un TLC que perjudica a los países de menor desarrollo a ambos lados del Atlántico en su industria nacional, en la promoción de la producción y del trabajo decente”. (4)
A pesar de la falta de información y la poca transparencia en las negociaciones, estas se ven amenazadas al interior de ambos bloques de integración regional por las voces de los sectores afectados, por las advertencias de sectores académicos y de la sociedad civil, así como por la crisis económica que impera en Argentina recientemente. La política de apertura económica no está dando los resultados esperados y el país tiene que hacer frente a un déficit fiscal y comercial crecientes, descontrol de la inflación, devaluación y fuga de divisas, que han obligado al Banco Central a elevar las tasas de interés de 27,25% a 40% en una semana. El panorama económico en Brasil no es mucho mejor y el país tendrá elecciones presidenciales en octubre.
La realidad parece indicar que las negociaciones deberán dejarse de lado una vez más y las autoridades deberán pensar primero el perfil económico y productivo que desean imprimir a sus países en el escenario actual.
Ariela Ruiz Caro es economista por la Universidad Humboldt de Berlín con maestría en procesos de integración económica por la Universidad de Buenos Aires. Consultora internacional en temas de comercio, integración y recursos naturales en la CEPAL, Sistema Económico Latinoamericano (SELA), Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL), entre otros. Ha sido funcionaria de la Comunidad Andina entre 1985 y 1994 y asesora de la Comisión de Representantes Permanentes del MERCOSUR entre 2006 y 2008. Ha sido Agregada Económica de la Embajada de Perú entre 2010 y 2015. Es columnista del Programa de las Américas.
NOTAS
(1) Makuc. Duhalde, Rozemberg, La Negociación MERCOSUR-Unión Europea a Veinte Años del Acuerdo Marco de Cooperación: Quo Vadis?, Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL), BID, agosto 2015
(2) Los Acuerdos de Asociación o Acuerdos Comerciales con la Unión Europea tienen la misma estructura que los denominados Acuerdos de Promoción Comercial de países latinoamericanos con Estados Unidos. Los nombres oficiales de estos Tratados son distintos de los que durante el proceso de negociación fueron llamados como Tratados de Libre Comercio
(3) Della Croce Claudio, Otro revés para TLC entre el Mercosur y la Unión Europea, 7 de marzo de 2018, NODAL; aquí
(4) Ibid 3; aquí
Fuente: Programa de las Américas