Suplemento Ojarasca #335

Idioma Español
País México

"Debemos saludar y cultivar la irrupción de los caudales inusitados e imparables de las mujeres del mundo, tanto como la organización renovada como la resistencia de las comunidades originarias que son guardianas verdaderas de la naturaleza, la agricultura y el cuidado de la vida en sus infinitas manifestaciones".

UMBRAL | La torrente de las mujeres

Los ríos de la historia pueden ser lentos, desesperantes, turbios. La subordinación de la mujer al varón ha sido una constante en las civilizaciones mayores, hasta hoy. La negación de sus aportes, heroísmos, talentos, fidelidades. El nulo derecho de decisión. Pensemos que en México la mujer ganó el derecho al voto apenas en 1953. Poco más, poco menos, así fue el mundo durante milenios, bajo todas las religiones (especialmente las tres grandes monoteístas) y los diversos regímenes: reyes, dictaduras, emiratos, democracias. El mundo era feudal para las mujeres hasta bien entrado el siglo XX. En demasiados lugares sigue así en estos momentos.

Los saldos del patriarcado resultan abrumadores. Ahora que conocemos cambios civilizatorios, al menos de mentalidad, en la vida social y en los alcances del conocimiento humano, la condición del ser femenino asomó y salió de las sombras a partir del Siglo de las Luces. Y no se mundializó hasta la década de 1960, cuando ya se habla masivamente de la “emancipación femenina” o women lib.

Actualmente se conmemora un sonoro Día Internacional de la Mujer (establecido en 1917 al final de la guerra europea, aunque fue hasta 1975 que la Organización de las Naciones Unidas lo declaró oficial) para subrayar todo lo que falta en esa lucha trascendente, que no es ajena para nadie. Los nuevos vientos de la academia y la cultura rescatan hitos femeninos en las ancestrales culturas egipcias, etruscas o mayas, pero tomó milenios que las aguas de la historia se abrieran al fluir libre y en voz alta de la mitad femenina de la humanidad. Siempre humana, se le ponderaba como musa, madre, artesana, amante, diosa. Ella “acompañaba” al hombre en su incesante afán de dominar el mundo físico. Se invisibilizaban hechos que finalmente hoy son considerados inaceptables. La violación sexual a diestra y siniestra (derechos de pernada y abusos normalizados incluso a escala familiar), la violencia física y emocional impune, el desprecio, la explotación sexual y laboral, la negación de derechos básicos de propiedad, participación y decisión han estado presentes como elementos del patriarcado.

Feministas y sufragistas originarias rescataron primero los espacios íntimos. Para Virginia Woolf la liberación empezaba en algo tan simple como una habitación propia. El siglo XX al fin vio llenarse las aulas universitarias de mujeres jóvenes, maestras, científicas. En los pueblos y regiones rurales la inercia machista perduró más. Y no ha desaparecido.

De manera creciente, los ríos de la historia precipitaron los caudales de la mujer y transformaron a fondo percepciones y creencias. Hoy son torrentes, cascadas. Se admiten derechos nuevos, como los humanos, a la alimentación, al voto y la educación que han favorecido los reclamos de las mujeres. Aún así, prevalecen atavismos masculinos en todas las sociedades. Los movimientos tipo #MeToo, definidos por la denuncia individual con amplificador y convertido en lucha colectiva deben mucho a otros movimientos modernos, desde el 68 al zapatismo de Chiapas. Éste último puso en acción un programa liberador para ser construido sobre la marcha. Su admirable Ley de Mujeres ha sido una lucha al interior de sus comunidades y la organización político-militar. Y una inspiración para millares de mujeres y hombres en el mundo.

Entre apropiaciones debidas o indebidas del discurso y la acción de las mujeres, particularmente indígenas, ocupan ahora un lugar muy visible en la retórica oficialista que como quiera es dictada por un gobierno de inédita conformación femenina, pero no están a la altura del ¡ya basta! y el desafío de las nuevas generaciones de mujeres en luchas de emancipación.

Desgraciadamente, los avances enfrentan, tan sólo en México, una violencia feminicida nunca antes vista. El tráfico sexual, la explotación, la discriminación laboral alcanzan una gravedad desarmante. De la misma manera que ocurre con la demostración científica de la inexistencia de “razas”, el hecho confirmado de que toda la humanidad es igualmente humana no alcanza para detener el racismo, tan al alza bajo los gobiernos del hombre blanco en las naciones que dominan los mercados, las fronteras y las guerras.

Incluso para este mundo tan salpicado de horrores, asombra una negación tan brutal y efectiva de un pueblo como la que hoy practican Israel y sus aliados contra Palestina.

Las trincheras de las mujeres, pese a tantas contrariedades, tienen una hermosa ventaja: están en todas partes y las inmensas ganas que le echan son históricas. El harem de rubias sumisas que trabaja para el gobierno de Trump puede reducirse a una caricatura; están al servicio del patriarcado más pedestre. Pero millones de mujeres en ese país, en Europa, en América Latina y otros continentes han dado los pasos que requieren su liberación y la de sus comunidades.

El mundo está en peligro. Poderosas fuerzas oscuras nos orillan al precipicio: una naturaleza dañada, estadistas y ejércitos imperiales corruptos y desquiciados, dueños completamente inmorales del dinero, la extracción y los mercados, las inhumanas milicias y las organizaciones criminales que infestan la Tierra. Por lo tanto, debemos saludar y cultivar la irrupción de los caudales inusitados e imparables de las mujeres del mundo, tanto como la organización renovada como la resistencia de las comunidades originarias que son guardianas verdaderas de la naturaleza, la agricultura y el cuidado de la vida en sus infinitas manifestaciones.

No es reduccionista sostener que la actual crisis humana es causada por el reinado casi absoluto del capitalismo en el planeta. Y pocos movimientos contra el capitalismo, no importa si lo hacen explícito, poseen mayor alcance que los de las mujeres. Un despertar de arriba y de abajo, que se habla en todas las lenguas y se planta en todas las regiones del Globo. Un tanto ayunos de esperanzas ante el aplastante diluvio neocapitalista, tenemos en los torrentes de las mujeres, sobre todo las jóvenes que son el futuro, uno de los rumbos más cargados de posibilidades.

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Suplemento Ojarasca #335

Fuente: Suplemento Ojarasca, La Jornada

Temas: Defensa de los derechos de los pueblos y comunidades, Feminismo y luchas de las Mujeres

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