Salvar el planeta, por Ignacio Ramonet
Johannesburgo, en Sudáfrica, acoge, del 26 de agosto al 4 de septiembre, la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible. Es un acontecimiento de gran importancia que reunirá el mayor numero de Jefes de Estado y de Gobierno desde hace diez años, así como a unos 60.000 participantes llegados de más de 180 países
Todos juntos intentarán responder a los problemas más graves que afectan a toda la humanidad: ¿Cómo proteger el medioambiente? ¿Cómo erradicar la pobreza? ¿Cómo salvar nuestro planeta?
Porque la Tierra va mal, muy mal. Sin embargo, el diagnóstico sobre los principales males que la afectan se hizo hace diez años, en Río (Brasil), durante la Primera Cumbre de la Tierra. Entonces se dio la voz de alarma: el clima se recalienta, el agua dulce escasea, los bosques desaparecen, decenas de especies vivas se encuentran en peligro de extinción, la pobreza total asola a más de mil millones de seres humanos...
En aquella cumbre, los dirigentes del mundo admitieron que "la causa principal de la continua degradación del medioambiente en todo el mundo es un esquema de consumo y de producción inviable, fundamentalmente en los países industrializados, que es extremadamente preocupante en la medida en la que agrava la pobreza y los desequilibrios" y se aprobaron dos acuerdos decisivos sobre el cambio climático y la biodiversidad, así como un plan -llamado Agenda 21- para generalizar el desarrollo sostenible.
Este se basa en una idea muy simple: el desarrollo es sostenible si las futuras generaciones heredan un medioambiente cuya calidad sea al menos igual a la que han recibido las generaciones precedentes (1). Este desarrollo supone la aplicación de tres principios: el principio de precaución que favorece la prevención; el principio de solidaridad entre las generaciones actuales y futuras, y entre todas las poblaciones del mundo; y el principio de participación del conjunto de los actores sociales en los mecanismos de decisión (2).
Diez años más tarde, en muchos aspectos, las cosas no han mejorado. Al contrario. Con la aceleración de la globalización liberal, el "esquema de consumo y de producción inviable" incluso se ha reforzado. Las desigualdades han alcanzado niveles que no se habían conocido desde la época de los faraones. La fortuna de los tres individuos más ricos del mundo sobrepasa la riqueza del conjunto de habitantes de los 48 países más pobres. La contaminación de la biosfera por parte del mundo rico también se ha acentuado. La treintena de países más desarrollados, que representan el 20% de la población mundial, producen y consumen el 85% de los productos químico-sintéticos, 80% de la energía no renovable, 40% de agua dulce. Y sus emisiones de gas con efecto invernadero por habitante son diez veces más altas que las de los países del Sur.
A lo largo del decenio transcurrido, las emisiones de gas carbónico (CO2), causa principal del calentamiento climático, han aumentado un 9%... En Estados Unidos, el país más contaminante del planeta, se han incrementado, durante el mismo período en ¡un 18%! Más de mil millones de personas siguen sin disponer de agua potable, y cerca de tres mil millones (la mitad de la humanidad) consumen un agua de pésima calidad. Este consumo de agua contaminada provoca diariamente la muerte de 30.000 personas. Diez veces más -¡al día!- del número de víctimas de los horribles atentados del 11 de septiembre de 2001...
Continúa también la devastación de los bosques; 17 millones de hectáreas desaparecen cada año - cuatro veces la superficie de Suiza. Y como los árboles ya no están ahí para absorber los excedentes de CO2, el efecto invernadero y el recalentamiento se agravan. Además, cada año, desaparecen cerca de seis mil especies de animales. Una extinción masiva -13% de pájaros, 25% de mamíferos, 34% de peces-, como la Tierra no ha conocido desde la desaparición de los dinosaurios, se cierne sobre el planeta como una amenaza.
Es fácil imaginar la inmensa esperanza que despierta la Cumbre de Johannesburgo, que podría verse frustrada si predominaran los egoísmos nacionales, la lógica productivista, el espíritu mercantil y la ley del beneficio. Como fue el caso el pasado mes de junio, en Bali, en la conferencia preparatoria, que no fue capaz de adoptar un plan de acción sobre el desarrollo sostenible y concluyó con un fracaso.
Para salvar el planeta, es indispensable que los poderosos de este mundo adopten, en Johannesburgo, al menos siete medidas básicas: 1) un programa internacional a favor de las energías renovables, centrado en el acceso a la energía por parte de los países del Sur; 2) compromisos a favor del abastecimiento de agua y de su saneamiento con el fin de reducir a la mitad, de aquí al año 2015, el número de personas privadas de este recurso vital que es un bien común de la humanidad; 3) medidas para proteger los bosques, como preveía la convención sobre la biodiversidad adoptada en Río en 1992; 4) resoluciones para establecer un marco jurídico delimitando la responsabilidad ecológica de las empresas y reafirmando el principio de precaución como previo a cualquier actividad comercial; 5) iniciativas para supeditar las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) a los principios de las Naciones Unidas sobre la protección de los ecosistemas y a las normas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT); 6) reglamentos para exigir a los países desarrollados que se comprometan a dedicar un mínimo del 0,7% de su riqueza a la ayuda pública al desarrollo; 7) recomendaciones imperativas para anular la deuda externa de los países pobres.
Al destruir el medio natural, los hombres han conseguido que la Tierra esté dejando de ser habitable. Esta cumbre debe invertir las tendencias que conducen ineluctablemente a la catástrofe ecológica total como un gran desafío para este inicio de siglo XXI. De lo contrario, el propio género humano estará en peligro de extinción.
Notas
1. Véase Edouard Goldsmith, Le Tao de l'écologie. Une vision écologique du monde. Editions du Rocher, Monaco, 2002.
2. Véase el informe « Environnement et développement. Le défi du XXIe siècle », Alternatives Économiques, julio-agosto de 2002.
3. Véase State of the World 2002, Worldwacht Institute, Washington, 2002. Se puede consultar también la página oficial de la ONU sobre la Cumbre de Johannesburgo: www.un.org/french/events/wssd/
Traducido para Rebelión por Olivier Alvarez y Rocío Anguiano