Resistir no es (sólo) aguantar
“'Resistir no es aguantar' es un llamado a quebrar ese impulso domeñado del aguante, una invitación que le hace frente a esos valores que hemos incubado como verdades absolutas. De la lección de Francia podemos aprender que resistir es asumir, de manera colectiva, las luchas históricas de los pueblos subordinados históricamente"
Las palabras pronunciadas por Francia Márquez al recibir el premio que otorga la fundación Goldman son una señal de que en los territorios viene pasando algo y algo que guarda un punto indescifrable, pero que también guarda una potencia inusitada. La potente voz de Francia emerge de la fuerza de la historia; de espacios que incuban en su relación una entrañable sintonía entre vida y territorio; de un acumulado histórico de luchas en las que el cuerpo ha quedado expuesto a la voluntad de amos que se arrogan el derecho sobre la vida; de cuerpos que, ultrajados por la violencia, han sobrevivido a través de la palabra y la solidaridad. La solidaridad produce una sintonía que no está impulsada por el ánimo solitario de un individuo que quiere llenar su ego para satisfacerse; por el contrario, es un juego en el que uno se despoja de sí para verse en el otro, por eso la voz de Francia no es una sino múltiple.
Pueden observarlo bien en el video. Frente a ese auditorio, Francia nunca habló de sí misma, habló de ese cúmulo vínculos, de afectos, de palabras que han hecho de ella una lideresa de causas comunes. Es quizá esta una de las múltiples enseñanzas que pueden brindarnos los procesos territoriales cuando están inspirados por causas mayores que las de la auto satisfacción individual. Esos procesos territoriales que se extienden por la Colombia profunda saben bien que “resistir no es (solo) aguantar”. Aunque el aguante puede tener dos caras: una fuerte y decidida, que expone la tenacidad de la voluntad para sostenerse, para agarrarse, para no perder ni “vender la dignidad”; y otra domesticadora, en la que el aguante puede verse como parte de una estrategia para que las cosas sigan igual. Y es que cuando se confunde el resistir con el aguantar, no se quiere que las cosas cambien. Algo de goce produce la contención y algo de zozobra el cambio. Muchas veces el aguante les ha servido a los amos para perpetuar la condición de servidumbre de los siervos.
Es que “el aguante” puede tener una función domesticadora que nos deja inmóviles ante las circunstancias, que convierte la transformación del mundo en una quimera y el deseo de cambio en pura contención de las circunstancias. Ese sistema de muerte que es el capitalismo ha convertido el aguante en una insoportable virtud: ¡entre más horas de trabajo aguantes, más exitoso serás! ¡Entre más aguante tenga la tierra, más productiva! ¡Entre más verraco seas, mejor! El valor del aguante domesticador es el terreno fértil de la competencia, pues hace que los sujetos quieran sostenerse más a vuelta de una recompensa. Es el espacio en el que disputamos a diario y en el que la solidaridad se rompe a pedazos.
Por eso las palabras de Francia tienen una potencia enorme. “Resistir no es aguantar” es un llamado a quebrar ese impulso domeñado del aguante, una invitación que le hace frente a esos valores que hemos incubado como verdades absolutas. De la lección de Francia podemos aprender que resistir es asumir, de manera colectiva, las luchas históricas de los pueblos subordinados históricamente. Que resistir tiene que ver con producir una sintonía entre los deseos propios y los colectivos. Que resistir tiene que ver con transformar la relación con el territorio que el modelo económico del capitalismo ha producido, en la que el beneficio de pocos pone en riesgo la vida de todos. Resistir es, entonces, allanar el camino para que emerja un compromiso ético-político en el que la historia, la comunidad y el sujeto se entrelacen para hacer del mundo la “casa común”; en el que la solidaridad aflore como valor contra la competencia. Por eso, resistir es algo más que aguantar, es el terreno de la emancipación en el que la vida de todos valga lo mismo, en el que la libertad sea fundamentalmente, no dominación.
Por Hernán Alejandro Cortés
2 de mayo de 2018
Fuente: Censat