¿Quiénes somos los mapuche?
El propósito de este ensayo es plantear un escrito que no traicione al lector, como hacen muchos otros artículos históricos que nombran a los estados-nación en los años en que todavía no existían siquiera en los imaginarios de las personas. Otro de los objetivos que motivan este texto sobre el pasado es tratar de pensar las relaciones históricas a trasluz de las crónicas y los documentos oficiales y desde la memoria de mi pueblo, ese largo y sinuoso río que finalmente buscará su cauce.
Por Mauro Millán*
Si trasladamos lo que pasa ahora a ese entonces, es decir, si hoy –como se ha demostrado en los últimos meses– la sociedad en general desconoce quiénes somos los mapuche y los sentidos o propósitos de nuestras acciones colectivas… ¿qué nos hace pensar que unos años atrás nos conocían más? Las crónicas acerca de un pueblo ignorado no son crónicas acerca de ese pueblo, sino acerca de las idiosincrasias, temores, ignorancias e incapacidades de quienes las escribieron. Antes, como hoy en día, las descripciones, diagnósticos y pensamientos sobre nosotros son el resultado de una mezcla de esas incapacidades y de la intencionalidad de espolvorear una historia de arrebatos y despojo.
El capitalismo frente a pueblo mapuche organizado
En el siglo XV desembarca, junto con los soldados del reino de Castilla, un pensamiento ideológico que, en el transcurso de los siguientes siglos, se transformaría tanto en una fórmula económica como en una amenaza para las sociedades libres. Y hoy también un peligro para la vida en el planeta. Esa ideología es el capitalismo.
Los europeos se encuentran con sociedades antagónicas a ese pensamiento y, en ese proceso de invasión, descubren la vulnerabilidad militar de algunas de estas naciones originarias. Algunas de ellas poseían formas de organización piramidal, escenario en el que los europeos pudieron aplicar sus tácticas bélicas de desarticular “cortando la cabeza”.
Cuando llegan a los límites norte del wallmapu (territorio ancestral mapuche) ¿Qué no encontraron ahí? Pirámides escalonadas, acueductos, oro, plata, elites… ¿Qué encontraron? Miles de habitantes organizados en pequeños y grandes clanes, encontraron una forma de organización horizontal con características antagónicas al mundo occidental, los vieron parlamentar en grandes encuentros, presenciaron sus acuerdos –y desacuerdos–, sus alianzas, sus definiciones, decisiones, sus entendimientos… Todos se entendían al hablar. Esta capacidad política de convencimiento recíproco posibilitaba alianzas territoriales de dimensiones extraordinarias… Se encontraron con un Pueblo.
Este Pueblo no tenía un rey, un monarca, un hijo del sol, un gobernador ni un cacique mandamás. Miles de lonko, machi, pillan kushe, weichafe y otros roles… conformaban naturalmente la estructura de organización. Una organización milenaria que basa sus normas en el admapu, o las leyes de la naturaleza, y en el comportamiento del ser humano con su entorno, que incluye el comportamiento entre las personas. Este principio de coexistencia también se aplica a la organización política ancestral.
La defensa de la libertad como pueblo
Más de tres siglos de defensa de nuestra libertad como Pueblo. Los europeos no pudieron invadir el wallmapu ni tampoco pudimos expulsarlos definitivamente. Pero ellos, durante esos siglos, tuvieron que reconocer nuestra soberanía e instrumentar tratados y convenios desde el año 1500 en adelante. Las alianzas del pueblo mapuche, de los pulof o de los purewe permitieron controlar el espacio territorial transcordillerano a través de acuerdos sellados en nuestros espacios ceremoniales, nuestros rewe, el corazón hacia el cosmos de nuestro wallmapu.
En ese espacio nuestros kuifikecheyen (antiguos),lonko, machi levantaron y levantamos nuestras ceremonias espirituales y filosóficas que dan sentido y fortalecen nuestra ideología y conocimiento. Las alianzas entre lof podían ser transitorias, aunque en algunos casos lo fueron perpetuas, sin embargo, los acuerdos realizados en el rewe fueron y son inquebrantables. En estas alianzas no se establece un orden jerárquico sino que se horizontaliza el compromiso. Este conocimiento acerca de cómo fundir ideas comunes nos permitió mantener nuestra soberanía en el wallmapu hasta entrando en el 1900.
Hasta las últimas décadas del siglo XIX no existían fronteras estatales y el pueblo mapuche controlaba la extensión de su territorio desde el saliente al poniente. Mientras tanto, la sociedad europea instalada en esta parte del continente producía sus propias revoluciones independentistas propulsadas por ricos terratenientes y comerciantes que ya no querían tributarle a la corona española.
Poco participaron las clases más pobres de esos procesos independentistas, pero lo que es claro es que la participación mapuche en ese proceso siempre tuvo como meta el resguardo de nuestro territorio soberano ¿Por qué actuar distinto si durante siglos habíamos logrado que el invasor se mantuviera en los límites de nuestro territorio y reconociera nuestra autodeterminación como pueblo? ¿Por qué íbamos a pelear por una independencia ajena si ya lo éramos?
El avance sangriento de los europeos
Pero ya los pulonko (antiguos espíritus de lonko), a través de las machi, habían anunciado el avance sangriento de estos europeos nacidos en nuestro territorio. El lamentable presagio se cumplió durante la década de 1880-1890 con las llamadas “pacificación de la araucanía” y “conquista del desierto”.
Guerreamos por nuestra libertad, por nuestra cultura, por nuestro pensamiento ancestral, por nuestras vidas… Pese a los campos de concentración donde fuimos depositados quienes sobrevivimos a la ocupación militar, a los pocos años comenzamos el retorno a los territorios, nos escapamos para refundar nuestros lofche.
Pese a la instauración de estados de terror y a la repartija de nuestro territorio a manos privadas, hicimos un uso increíble de diplomacia para obtener el reconocimiento de algunas tierras para nuestras familias. Esta historia épica en escenarios de invasión y post-guerra es la más triste que vivió nuestro pueblo pero también es una historia reciente. Nuestros bisabuelos, nuestros abuelos y nuestros padres fueron forjando una huella tras otra para que los cientos de miles de mapuche que vivimos en los barrios periféricos de grandes ciudades y en las zonas rurales más aisladas tengamos un camino marcado.
Fuimos huérfanos y huérfanas, viudas y viudos, ancianas y ancianos perdidos, gente que no sabía quién era… Pero todos nos encontramos y nos levantamos. Cultivamos, criamos, volvimos a hacerle ceremonia a la tierra con nuestros nguillatun, camaricun, wiñoytripantu y otras tantas expresiones espirituales.
Jamás se detuvo la aspiración de seguir siendo gente de la tierra. Ni las sociedades rurales, ni las religiones foráneas, ni la urbanidad, ni la pobreza, ni las fuerzas represivas, ni la mala política winka pudieron quebrar nuestra voluntad de seguir siendo un pueblo. ¿Cómo pretenden que olvidemos tan pronto lo que significa ser libres?
*Mauro Millán es lonko de la lof Pillan Mawiza, Corcovado, Chubut.
Fuente: ANRed