Qué culpa tiene el agua
El modelo productivo de nuestro país tiene un estómago insaciable y devora la riqueza del suelo, la biodiversidad, desplaza a las comunidades preexistentes, contamina los ríos, vacía los campos de gente y tira abajo los bosques nativos. La relación entre las inundaciones y el sistema del agronegocio no es pura coincidencia.
Como en un loop infinito vemos las imágenes de nuestros territorios inundados que parecieran atrapadas en una cinta de moebius. La expresión francesa déjà vu hace alusión al sentimiento que tenemos cuando pasa algo que nos parece ya haber vivido. En el caso de las inundaciones no es sólo una sensación. Noticias de ayer, ¡extra, extra! Cambian los lugares pero los fenómenos se repiten. Los titulares replican las “catástrofes naturales” y muchas veces pareciera que nada se puede hacer cuando la naturaleza se enoja. En esos momentos, con el diario del lunes, suele hablarse de las futuras obras que se harán, cuando ya corrió mucha agua abajo y arriba del puente. ¿Por qué no hablamos sobre las causas de las inundaciones? ¿Qué intereses corren con más fuerza que el agua?
Carlos Manessi es integrante del Centro de Protección a la Naturaleza (CeProNat), una organización que viene luchando por un ambiente sano desde hace más de cuarenta años. “En la zona norte de la provincia de Santa Fe hay cuatro departamentos bajo agua. Según dicen fue una de las inundaciones más grande de las que se tenga memoria en la zona”. Los pronósticos que leyó Carlos no son buenos, dicen que la situación climática se agravará y que las inundaciones que vendrán estarán por encima de las posibilidades humanas de controlarlas. “Pero de lo que prácticamente nadie habla es de las causas por las cuales se están produciendo estos impactos climáticos tan fuertes”, plantea Carlos.
Personas evacuadas, campos inundados, viviendas bajo agua, caminos cortados, pueblos aislados. Y muertos, cuatro muertos por la última inundación en el Litoral. Carlos Manessi habla de la fragilidad de la memoria. “Lo que la provincia está viviendo en este momento en la zona norte ya lo hemos vivido en la zona sur varias veces en los últimos años. Evidentemente somos de memoria frágil”. Recuerda que hace poco tiempo una de las zonas más ricas del país estuvo cubierta de agua por la crecida de la laguna La Picasa y que en los últimos tres o cuatro años siempre estuvo la mitad de la provincia bajo agua, ya sea en el sur o en el norte. “Hay una línea creciente hacia arriba de los efectos de cómo se van sucediendo los impactos climáticos”.
Carlos nombra a la deforestación como una de las causas centrales en relación con las inundaciones. Menciona el caso del departamento Nueve de julio, el más deforestado de la provincia de Santa Fe y el más afectado por las inundaciones. Dice que quien haya ido hace veinticinco años por la zona de Tostado, Pozo Borrado o Gato Colorado, recordará que era un territorio completamente cubierto por bosque nativo y que hoy ese lugar es un páramo.
El modelo de monocultivo sojero se viene expandiendo por los territorios argentinos desde la introducción de la soja transgénica en 1996. El ritmo no se detiene, es vertiginoso. Los campos se vuelven monocromáticos: todo-verde-soja.
En 1996 había 1.318.958 hectáreas de bosque en la provincia de Santa Fe y en 2016 esa superficie se redujo a 961.826 hectáreas. En total, hubo en veinte años un 27% de pérdida de bosques en Santa Fe. Estos números son el resultado de la comparación que realizó el ingeniero Néstor Di Leo a partir de imágenes satelitales. Di Leo, junto con las ingenieras agrónomas Nélida Carnevale y Claudia Alzugaray, publicaron un estudio sobre la “Evolución de la deforestación en la cuña boscosa santafesina”. La investigación, incluida en el libro “El Chaco sin bosques: la Pampa o el desierto del futuro”, plantea la influencia directa que tienen los sistemas económicos en el uso que se hace del ambiente. “En Argentina la deforestación continúa siendo el factor determinante en la modificación del uso de la tierra. Aproximadamente 250.000 hectáreas anuales se pierden por conversión de tierras para la agricultura, incendios y utilización de la madera”, indica el informe.
En el estudio mencionan una estimación de la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable elaborada a partir del primer inventario nacional de bosques nativos de la Argentina, en donde se revela que el país perdió desde 1914 cerca del 70% de sus zonas boscosas. A principios del siglo XX había 100 millones de hectáreas de bosques sobre una superficie total del país de 279 millones: un tercio del país era bosque. Hoy en día quedan alrededor de 30 millones de hectáreas de bosques.
En el noreste de la provincia de Santa Fe está la “Cuña Boscosa”. En esta zona la explotación forestal empezó hace más de cien años. En el artículo se menciona la entrega del 12 % del territorio santafesino que se hizo en 1880 por ley provincial, como pago de un empréstito con el fin de integrar el 50 % del capital original del Banco Provincial de Santa Fe.“Esta venta constituyó la entrega más formidable del patrimonio público que se realizara a un particular hasta 1881”.
Leña para el carbón
Una crecida muy fuerte del río Tartagal en 2009 activó la sanción de la Ley de bosques a nivel nacional. Sin embargo, según datos de la geógrafa platense Patricia Pintos, sólo en 2017 se desmontaron casi 130.000 hectáreas en el bosque nativo de Salta, Chaco, Formosa y Santiago del Estero, y el 60% del desmonte fue en áreas de alta protección. Claudia Alzugaray, magister en manejo y conservación de recursos naturales, se dedicó al estudio de reproducción de especies leñosas nativas y a la cartografía de la vegetación natural de Santa Fe. Según ella, no se puede ocultar que a pesar de la Ley de Bosques la deforestación siguió, incluso con pérdidas en las zonas rojas en donde de acuerdo a lo que establece la ley no se debería tocar el bosque. En las zonas amarillas se puede sacar leña pero no hacer cambio de uso de suelo, es decir, tiene que seguir siendo un bosque. Y el verde implica cambio de uso del suelo. Claudia cuenta que como Formosa tiene una enorme cantidad de zona verde, permitió un desmonte terrible sobre todo en la zona lindante con Salta donde vive la comunidad wichi. La pérdida de los bosques nativos, dice, obedece a los agronegocios y no tiene en cuenta el desastre ecológico y socioeconómico que produce.
La relación entre el uso del suelo y las inundaciones es directa. El monte nativo absorbe 300 milímetros de agua por hora, la pastura donde hay ganado 100 milímetros y el campo con soja 30 milímetros por hora. Carlos Manessi habla de suelos impermeabilizados para referirse al estado actual de los territorios en la pampa húmeda. “La tierra se transformó en un vidrio. Esto lleva a que las cantidades de agua que se desplazan arriba de los territorios sean mucho más grandes porque los suelos no tienen la capacidad para absorber nada”. Para él, la impermeabilización tiene que ver con la utilización de los agrotóxicos que son hechos con aceites que tienen la función de acelerar el trabajo del agroquímico que se desliza mejor por la hoja y el tallo. Esos aceites se van depositando en el suelo y van produciendo una plastificación que impide la penetración del agua que sigue corriendo buscando sus cauces naturales.
En el último tiempo el uso de los agroquímicos creció en un mil por ciento. Y a esto se suma la falta de rotación de los cultivos. La soja, explica Claudia Alzugaray, es una plantita que tiene una raíz mínima y que además sólo está unos meses en el suelo. Cuando llueve, como el suelo ya no tiene capacidad de retención, suben las napas de agua. Esto no sucede en los lugares en donde hay árboles que interceptan la lluvia y la conducen más despacio hasta la tierra. Además, las raíces de los árboles absorben el agua cuando llueve, transpiran y también se evapora el agua que tienen las hojas. El bosque es un mecanismo de regulación del nivel de la napa.
Manessi recuerda que veinte años atrás las napas estaban a quince metros de profundidad y que hoy están prácticamente al nivel del suelo. Una causa relacionada con este fenómeno es la desaparición de la ganadería. Carlos explica que en verano los animales toman casi cien litros de agua por día. “Ese consumo de agua no está más y eso hace que la napa vaya para arriba. Cuando consumís el agua la napa baja, pero si no la consumís sube”. Los molinos en los campos sacaban el agua para darle de beber a los animales. Hoy no hay molinos. Los factores se van sumando y forman un coctel explosivo: deforestación, monocultivo, no rotación, agroquímicos, desaparición de la ganadería.
Claudia, que es docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR, está trabajando el tema de la fragmentación de bosques y cómo afecta a la reproducción del quebracho colorado. Con respecto a las causas involucradas en las inundaciones, plantea que hay una multiplicidad. A la deforestación se suma el cambio climático que implica un aumento en las temperaturas en todo el planeta debido a la gran emisión de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso). Se llama efecto invernadero, explica Alzugaray, porque es como si le pusiéramos un plástico o un vidrio al planeta – ese plástico o vidrio es la atmósfera que nos permite vivir-. El dióxido de carbono refleja las ondas infrarrojas (el calor) y lo devuelve a la Tierra. “Esto fue provocando que en algunos lugares haya sequías y en otros lugares tormentas con muchas precipitaciones muy concentradas en pocos días”.
El Informe del 2014 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) indica que en todos los escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero evaluados, las proyecciones señalan que “la temperatura en superficie continuará aumentando a lo largo del siglo XXI. Es muy probable que las olas de calor ocurran con mayor frecuencia y duren más, y que los episodios de precipitación extrema sean más intensos y frecuentes en muchas regiones”.
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– En vez de llover del techo para abajo me llueve de abajo para arriba.
– Nos despertamos y el agua estaba por todos lados, flotando todo.
– El agua se llevó ovejas, vacas, novillos.
– Vino una lluvia muy fuerte, se vino el agua con todo, se marcó el río y nunca más se secó.
Los paisajes cambian
Cuando hablan los territorios las evidencias se vuelven inocultables
Algo está pasando
Los testimonios de las personas inundadas pertenecen a un documental de la Universidad Nacional de San Luis y del Grupo de Estudios Ambientales de CONICET. En la escena siguiente entre cuatro pibes intentan sacar a un ternero que está tapado de agua y barro hasta el cogote. En una región donde nunca hubo arroyos ni señales de cursos de agua en superficie, apareció un río nuevo. 12 km al sudeste de Villa Mercedes. Lo que inicialmente era un segmento superficial de agua que se perdía en el campo, terminó siendo un río que se conecta con el río V. El río nuevo dividió campos y cortó puentes pero se hizo conocido masivamente cuando atravesó una ruta nacional.
El conductor del documental es el ingeniero forestal Esteban Jobbagy. Explica que la corriente de agua va erosionando el suelo, lo remueve y traslada los sedimentos hasta donde la pendiente disminuye. Cuando esos sedimentos se instalan en el suelo bloquean el paso del agua y la obligan a seguir su curso por otro lado. Los bancos de sedimentación son millones de metros cúbicos. Las plantas acusan recibo del cambio hidrológico y son el termómetro que permiten ver las transformaciones: los árboles que no toleran tanta agua mueren de pie.
Para Claudia el hecho de que la aparición del río nuevo de San Luis no haya tenido mucha prensa tiene que ver con el blindaje mediático. Habla de la fuerza del lobby de la agricultura industrial que se lleva puestos los alambrados, los molinos, las cortinas forestales, las restricciones de no cultivar a los costados de lagunas, ríos y arroyos. Dice que muchas veces hay soja hasta en las orillas y que la gente se fue del campo. “Luis Palacios en otra época tenía cinco mil habitantes y hoy tiene mil quinientos. Hay muchas localidades que se han achicado y escuelas rurales que han desaparecido”.
La frontera agrícola…al infinito y más allá
No sólo han desaparecido las personas de los campos. También emigraron muchos animales que son echados con el veneno de los agrotóxicos. Los que no mueren se van. Así pasa con distintas especies de pájaros que invaden las ciudades. Carlos Manessi dice que también desaparecieron de los campos los animales más chicos y las aves de rapiña, que se van cuando desaparece la fauna y la ganadería. En forma paralela aparecen los ratones colilargos y otros animales que son controlados por las aves de rapiña. Éste es otro daño colateral del modelo de la soja.
Manessi plantea que los gobiernos han fomentado esta forma de producción y que son partícipes de la invisibilización y el blindaje mediático que hoy tiene el lobby sojero. Cuando se refiere a la cuestión presupuestaria dice que un solo botón vale como muestra: “la provincia tiene un programa que se llama ´Por cada santafesino un árbol´. En una cuestión tan importante como la forestación han bajado el presupuesto a la mitad”. El diputado provincial Carlos Del Frade destacó el recorte presupuestario de este programa que pasó de 12.720.000 pesos en 2018, a 7.320.000 en 2019. En términos totales, el presupuesto del área de Medio Ambiente para 2019 es de 289.097.000 pesos, apenas el 0,10 por ciento del total, mientras que en 2018 fue de 228.946.000, lo que representaba el 0,11 por ciento.
Claudia Alzugaray menciona la Ley del Árbol, recientemente aprobada en Santa Fe, que obliga a los dueños de los campos a empezar a forestar específicamente con especies nativas. “Las autoridades provinciales saben lo que está ocurriendo pero la Secretaría de Ambiente tiene pocos recursos. Las propuestas ambientales de nuestra provincia son bastante interesantes pero hay cierta precariedad. Están las intenciones pero el recurso no aparece”.
En Salta, fueron más de 3.800 hectáreas de bosque protegido las que desaparecieron sin respetar siquiera algunos de los cementerios de las comunidades, que quedaron bajo los plantines de soja. Este fragmento pertenece a una noticia publicada en 2017 por el diario El País, de España. Patricia Pintos dice que el tipo de semilla de soja que se adapta a diferentes temperaturas y condiciones de humedad permitió que la frontera agrícola se extienda, lo cual implica desplazar a las comunidades originarias, generalmente de manera violenta. En este fenómeno se combina la deforestación y la pampeanización de las provincias del norte. “En ocasiones la violencia es sobre los cuerpos y termina con la muerte de quienes se oponen, aunque en realidad la violencia siempre es sobre los cuerpos toda vez que se despoja y desplaza, que se niegan las preexistencias”, plantea Pintos.
Para Claudia la extensión de la frontera agrícola dependerá de los mercados internacionales. Dice que seguirá mientras China siga demandando y mientras los precios sigan siendo buenos porque aunque la productividad no sea muy alta les conviene ocupar más campos por los bajos costos.
Carlos Manessi cree que con perseverancia y capacitación se pueden modificar en el tiempo las condiciones del suelo. Pero eso implica, por ejemplo, reforestar de forma urgente el departamento Nueve de julio. Dice que se tienen que hacer cargo los productores que lo deforestaron. Y que al margen del corto plazo hay muchas técnicas regenerativas del suelo.
En relación con las obras que se anuncian cuando las inundaciones ya pasaron, Claudia explica que los canales no solucionan nada porque lo único que hacen es conducir más rápido el agua al lugar donde tiene que ir y esos lugares se inundan más rápido. Dice que la mejor obra que podrían hacer es fomentar la plantación o la reforestación en bosques nativos. “Nuestro continente tiene bosques nativos, pero por ejemplo Europa occidental los perdió hace miles de años. Tenemos una riqueza que no tienen otros países”. Coincide con Carlos en que los bosques se pueden recuperar si intervenimos positivamente. Está segura de que nada es para siempre y por eso confía en que el emporio sojero se va a terminar.
“La alternativa es la diversificación de los cultivos y que los pueblos se autosustenten. El cambio de paradigma también viene de parte de las sociedades. En ese camino la agroecología es fundamental”.
Fuente: EnREDando