¿Prevención de futuras pandemias con fetiches tecnológicos? todo mal
La pandemia por COVID-19 ha provocado hasta ahora más de 4 millones 300 mil fallecimientos a nivel mundial y aunque el proceso de vacunación es muy activo en varias regiones del mundo, principalmente en occidente, se dice que muy probablemente esta no sea la última pandemia que sobreviva esta generación, ni la más severa, dado el modelo y dinámica de desarrollo desmedido que impera actualmente.
Se han manejado al menos dos hipótesis relevantes sobre el origen del SARS-CoV2 y la forma en la que se convirtió en pandemia. Una de ellas afirma que los primeros contagios en humanos ocurrieron en un mercado de alimentos congelados y animales salvajes vivos en la ciudad de Wuhan, China. Esta teoría ha sido desacreditada cada vez más, a tal grado que, a principios de año, y después de la presión internacional a través de la ONU hacia el gobierno chino, se realizó una campaña para determinar el origen del nuevo coronavirus, coordinada por la Organización Mundial de la Salud y autoridades chinas. Uno de los objetivos fue encontrar virus antecesores o “parientes” del virus SARS-CoV2.
Después del desarrollo de las investigaciones internacionales (algunas independientes), se encontró un grupo de virus que son genéticamente muy parecidos al SARS-CoV2 (96.1%, 94.4%, 93.2%, 92.7% de similitud). A partir de los datos disponibles, se aceptó que el virus natural más cercano al SARS-CoV2 es el que tiene 96.1% de similitud genética con el SARS-CoV2. Ese virus se aisló, junto con las otras muestras, mayormente de murciélagos (algunos se aislaron de pangolines) que habitan en el suroeste asiático (China, Tailandia, Japón, Camboya). Debe decirse que estos hallazgos no anulan la segunda hipótesis, que cobra más fuerza a nivel científico y político: el virus SARS-CoV2 proviene de murciélagos, pero fue manipulado genéticamente durante investigaciones científicas, probablemente en el Instituto de Virología de Wuhan (IVW).
El virus escapó accidentalmente de los laboratorios, y generó la pandemia actual. Incluso, ahora se sabe que en el IVW están almacenadas muestras de coronavirus que fueron aislados de murciélagos y que no han sido estudiados ni reportados. ¡Un riesgo a la bioseguridad enorme!
Expertos en virología indican que podría haber más de 1.6 millones de virus capaces de infectar a mamíferos; de estos, entre 600.000 y 800.000 podrían potencialmente infectar humanos. Hasta ahora se conocen 7 diferentes coronavirus que pueden infectar a humanos. Los “derrames” epidémicos zoonóticos (enfermedades que se transfieren entre especies y hacia los humanos) han aumentado de manera exponencial: desde 1950 se han documentado aproximadamente 500 eventos zoonóticos, y actualmente se presentan pandemias más o menos, cada 10 años. Una de las causas principales de las explosiones zoosanitarias recientes está en el avance desmedido de la urbanización, la actividad agropecuaria intensiva, el desmonte de regiones boscosas, selváticas y en general, de ecosistemas intactos, lo que conlleva a la interacción forzada y antinatural de personas, animales domésticos y animales de vida silvestre (que de manera natural albergan virus y bacterias), provocando las zoonosis recientes.
Además de los tratamientos terapéuticos para prevenir los contagios por coronavirus, se están planteando estrategias polémicas de alcance ecológico y con perspectivas de resultados francamente cuestionables. Una propuesta es la modificación genética de poblaciones de murciélagos -que, de manera natural son huéspedes de virus- mediante los llamados impulsores genéticos (en inglés, Gene drives). Esta es una estrategia presentada por el Centro Interdisciplinario de Israel y el Centro de Investigación en Vacunas, parte del Instituto Nacional de la Salud, de los Estados Unidos.
La propuesta de introducir un impulsor genético en los murciélagos que podrían portar un virus (se habla del “COVID-59”) está basada en la herramienta molecular conocida como CRISPR-Cas9 que, de manera general, se ha promovido como una “tijera molecular de alta especificidad y precisión”. El principio de CRISPR-Cas9 como herramienta biotecnológica, de manera general, está basado en un mecanismo antiguo de “defensa inmune” existente en muchas especies de bacterias, el cual se activa cuando la célula bacteriana detecta secuencias genéticas provenientes de bacteriófagos (virus que infectan a bacterias). La proteína Cas9 elimina las secuencias genéticas extrañas, protegiendo a la bacteria de la infección del virus bacteriano.
Como herramienta biotecnológica de modificación genética (también llamada edición genómica) de organismos tales como plantas animales, e incluso células humanas, el sistema CRISPR-Cas9 “rastrea y ubica” la región genética a modificar en todo el genoma dentro del núcleo de la célula, una vez que la encuentra, la función de Cas9 es cortar la secuencia de interés, permitiendo que se realice la modificación genética, inserción de información o “silenciamiento” en la expresión de genes, y dicha modificación se hereda a la descendencia del organismo modificado.
Esta biotecnología ha sido centro de muchos debates y polémicas científicas, políticas, éticas, sociales y económicas sobre la pertinencia de manipular los genomas que incluso modifican los mecanismos de la herencia natural, dado que aún se desconocen los potenciales impactos a nivel genético, metabólico, hereditario, y ecológico de la edición genómica mediante CRISPR-Cas9.
La propuesta teórica para impedir que los murciélagos alberguen virus potencialmente patógenos para humanos mediante la modificación genética con edición genómica implicaría insertar la herramienta CRISPR-Cas9 en el ADN de los murciélagos, la cual se activaría cuando el sistema “detecte” secuencias genéticas específicas del virus (cuando el virus recién entre a las células del murciélago) y las eliminaría, por lo que los virus no se replicarían ni se hospedarían en los murciélagos y por lo tanto, no se transmitirían a los humanos.
En definitiva, esta propuesta ignora muchos aspectos, desde la compleja fisiología de los murciélagos, la biología de los virus, las evidencias científicas que han mostrado las limitadas precisión y especificidad de la tecnología CRISPR-Cas9, hasta las complejas dinámicas ecológicas que existen más allá de las hipótesis y los laboratorios de ingeniería genética. A través de su evolución, y al ser los únicos mamíferos voladores, los murciélagos han adaptado su fisiología y metabolismo para tolerar condiciones que otros mamíferos no podrían tolerar, por ejemplo, su sistema inmune tiene todo un repertorio de respuestas que, en esencia, les permiten hospedar muchos tipos de virus (en la especie de murciélago Pteropus giganteus, de Bangladesh, se identificaron 55 diferentes especies de virus, entre estos, 4 diferentes tipos de coronavirus).
Por otro lado, los murciélagos han desarrollado complejos mecanismos moleculares de reparación del ADN, los cuales podrían ser afectados o alterados por la introducción de la herramienta biotecnológica CRISPR-Cas9 de edición de genes, y alterar los sistemas de defensa inmune de las poblaciones de murciélagos, poniéndolos en riesgo de extinción. Por otro lado, hay evidencia científica de la evolución de virus resistentes a mecanismos de edición genómica (como CRISPR-Cas9) que intentan eliminar la infección por virus. Al imponerse una presión de selección -la eliminación de las secuencias del virus por CRISPR-Cas9- los virus evolucionan mecanismos para “esquivar” estas tecnologías. Además, hay muchos reportes sobre imprecisiones en la edición genética por CRISPR-Cas9 en diferentes organismos, por ejemplo: cortes y eliminación inesperada de segmentos de ADN, adición de ADN en sitios no planeados, y que tienen efectos fisiológicos en los organismos modificados genéticamente: cerdos modificados con vertebras extra, conejos con lenguas más largas, etc. Como se mencionó antes, una parte esencial del sistema CRISPR-Cas9 es el cortar el ADN como parte de la modificación genética, en este sentido, no se conocen estudios que reporten el efecto a largo plazo de la presencia de la proteína que corta el ADN en los organismos modificados.
Prácticamente no hay conocimientos sobre el comportamiento en los ecosistemas de especies o poblaciones modificadas con impulsores genéticos (Gene drives) mediante CRISPR-Cas9, y los modelajes ecológicos que se han hecho distan mucho de las condiciones reales, que, como es la naturaleza, pueden presentar variables inesperadas.
Podrían especularse algunos posibles impactos de los impulsores genéticos en la naturaleza: comportamientos diferentes a los esperados debido a la expresión genética de la herramienta biotecnológica o del genoma de los murciélagos; cortes o modificaciones genéticas por CRISPR-Cas inesperadas en el genoma de los murciélagos producto de efectores externos (temperatura, moléculas en los alimentos o el agua, etc.). Como mencionó Valentino Gantz, uno de los pioneros en la investigación en CRISPR-Cas9: “los impulsores genéticos podrían provocar una reacción en cadena de mutaciones” al expandirse en una población, además heredarse y estar libres en los ecosistemas. Las soluciones basadas en “balas de plata” solo existen en los cuentos de terror. Ante las emergencias sanitarias, climáticas, ecológicas y sociales que vivimos son urgentes propuestas de solución que aborden dichas crisis de manera integral y holística, y no propuestas basadas en fetiches o mantras tecnológicos que podrían generar impactos que ni siquiera imaginamos.
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