Plantaciones y fábricas de celulosa en Uruguay. Proclama del Grupo Guayubira en el Día del Medio Ambiente
Proclama leída por Grupo Guayubira en la concentración del 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente: "El planeta y todo lo que en él existe quiere ser convertido en mercancía. Desembarcaron aquí los planes de utilizar nuestro suelo para plantar miles de hectáreas de eucaliptos y pinos. Y luego nos llegó el corolario de estas plantaciones: las fábricas de celulosa. Con una escala pocas veces vista -que constituye su peligro principal- vienen a hacer uso gratuito de nuestros ríos"
El 5 de junio de 1972, la Asamblea de las Naciones Unidas celebró por primera vez una conferencia sobre medio ambiente, la cual dio origen a la “Declaración de Estocolmo sobre el Medio Humano”. A partir de entonces se estableció esa fecha como el día mundial del medio ambiente.
Y es así que el “medio ambiente” --que querríamos entero-- comenzó a ocupar un lugar en las agendas públicas. Pero también porque empezó a dar que hablar. Comenzaron a confirmarse graves procesos globales de contaminación, deforestación, pérdida de biodiversidad, desertificación, cambio climático, calentamiento de la atmósfera.
Esos procesos no son huérfanos. Fueron y siguen siendo resultado de los modelos de producción, comercialización y consumo que también han generado y siguen generando miseria y exclusión.
Hoy en día, el capitalismo más salvaje se globaliza y su patrón de explotación se aplica a los individuos y a la naturaleza. La maximización de las ganancias tritura por igual a la gente, las culturas, la tierra, el agua, el aire ... el futuro.
En el mundo acelerado y polarizado en que vivimos, la ciencia y la tecnología alcanzan grados de sofisticación cada vez mayores pero no resuelven las diferencias entre potencias y países dependientes, sectores ricos y sectores marginados. Es más, esas diferencias se han agudizado, aunque se escondan detrás de teléfonos celulares y pantallas planas.
Es por eso que hoy en día hablar de medio ambiente es hablar también de todas estas cosas. Quienes venimos aquí a transmitir este mensaje no separamos la naturaleza de la sociedad. Estamos lejos de eso, y creemos que quien así lo plantee ha quedado con pensamientos muy obsoletos.
En especial en los países del Sur, ricos en bienes naturales y empobrecidos por las sucesivas colonizaciones, cada vez más la ecología, la defensa del ambiente, se entronca con las luchas populares y sociales.
Frente a la deuda externa, los pueblos del Sur oponen la deuda ecológica –lo que los países del Norte nos deben a nosotros luego de siglos de saqueo.
También surge el concepto de “justicia ambiental”, que piensa el ambiente también en términos de derechos y justicia, es decir, que todos los ciudadanos tienen igual derecho a un ambiente sano.
Y en los movimientos populares empieza a cobrar forma el concepto de “soberanía alimentaria” como uno de los pilares fundamentales de la Soberanía de los Pueblos y las Naciones, poniendo el derecho a la alimentación en manos de la sociedad y no de empresas transnacionales.
En este contexto, y para Uruguay, hoy, año 2006, quienes acercamos este mensaje, ¿qué tenemos para decir?
Uno de los principios de la “Declaración de Estocolmo sobre el Medio Humano” del año 72 a la que hicimos referencia dice: “Los recursos naturales, incluidos, el aire, el agua, la tierra, la flora y la fauna ..., deben preservarse en beneficio de las generaciones presentes y futuras mediante una cuidadosa planificación u ordenación, según convenga”.
Uruguay es un país dotado de innumerables riquezas naturales --suelos generosos, abundancia de agua con el Acuífero Guaraní, el más grande del mundo, y ausencia de desastres naturales. Todo ello llevó a construir la propuesta de “Uruguay país natural”.
Era válida. Es válida. Y valiosa. Pero, ¿es vigente? ¿estamos transitando por ese camino?
La idea de “Uruguay país natural”, pensada desde el cambio al que la mayoría del pueblo uruguayo apostó, hace posible buscar una salida al desempleo, a la creciente marginación, a la desesperanza. De un lado está ese camino. Es un camino difícil, sin duda, que exige desarrollar la creatividad para transitarlo, y el coraje para hacer frente a las presiones que van en sentido contrario. Es un camino sin atajos, pero que nos conduce a la soberanía y la libertad. Contamos para ello con nuestra gente y con nuestros pródigos recursos. De su uso sensato y sensible depende nuestro futuro y el futuro de las próximas generaciones.
Del otro lado está el camino que trazan las presiones que actúan sobre la región para imponer los megaproyectos de las grandes transnacionales. El planeta y todo lo que en él existe quiere ser convertido en mercancía. Las instituciones financieras internacionales –como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial— son las intermediarias del reparto.
Uruguay ha sido blanco de esas presiones. Desembarcaron aquí los planes de utilizar nuestro suelo para plantar miles de hectáreas de eucaliptos y pinos. Lo lograron. En el año 1987 se aprobó la ley forestal que por medio de grandes subsidios y exoneraciones posibilitó el negocio.
La gente de nuestra campaña sabe bien lo que han traído las plantaciones de árboles de rápido crecimiento que exigen grandes cantidades de agua: se han secado cañadas, hay que perforar cada vez más profundo para encontrar agua. Los casos de Cerro Alegre, Pence, Saddam, pueblo Las Flores y muchos otros que se quedaron sin agua son testigos de ese consumo abusivo.
La forestación ha implicado el empleo masivo agrotóxicos muy contaminantes que terminan, tarde o temprano, en los cuerpos de agua, provocando así la degradación de los recursos hídricos en regiones hasta entonces libres de contaminación.
En la contabilidad del ingreso de capitales, ¿se pone precio a la aparición de plagas, la acidificación del suelo, el despoblamiento rural, el riesgo de incendio, la sustitución del paisaje diverso de nuestro campo por las hileras homogéneas de la “invasión verde”?
¿Cuánto vale una cañada seca?
En compensación a todos estos males ¿mejoraron las condiciones de vida de la población rural? ¿está más próspera? Cualquiera sabe que no.
Y luego nos llegó el corolario de estas plantaciones: las fábricas de celulosa. Con una escala pocas veces vista --que constituye su peligro principal-- vienen a hacer uso gratuito de nuestros ríos. Con el favor de la zona franca, se quieren instalar en un país desesperado por trabajo. Como en un laberinto dirigido, todas las puertas se cierran para que solo sea posible abrir una, la que da a las fábricas de celulosa y condena al Uruguay a ser productor de una materia prima que se lleva nuestros suelos, nuestra agua, nuestra gente. Decididamente, no es este el camino del Uruguay productivo prometido.
Venimos a hablar de ambiente y tenemos que hablar de políticas. Como decíamos al principio, está todo unido. Porque la naturaleza, que es una manifestación de la vida, es integral.
En el Día Mundial del Medio Ambiente expresamos nuestra preocupación pero también nuestra decisión de defender la esperanza de lograr los cambios profundos que necesitamos.
La defensa del ambiente no es un lujo, sino una necesidad imperiosa.