Pasteras: la Madre Tierra no se Haya
Las informaciones surgidas de dos hechos importantes sucedidos fuera de nuestras fronteras, aunque de maneras diferentes, se asocian y nos influyen fronteras adentro. Así es que la decisión del Tribunal Internacional de La Haya, consolidando el sistema de producción primaria y de industrialización que está destruyendo el planeta, y la propuesta de salvarlo manifestada durante la Conferencia de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra, realizada en Cochabamba, Bolivia, nos afectan de forma directa. Sobretodo si se considera que esta destrucción se concentra en los países periféricos.
Falló La Haya
El fallo de la Corte Internacional de La Haya encontró culpable al Estado uruguayo de violar el Estatuto del Río Uruguay al no informar a la Argentina correctamente sobre la construcción de las pasteras a orillas del río.
Pero el fallo falló, ya que consideró que las pruebas presentadas por la Cancillería argentina no eran suficientes para demostrar la contaminación del río Uruguay y del medio ambiente, y que por lo tanto no había motivos para ordenar el cese de actividades de la pastera Botnia, ahora con participación mayoritaria de otra empresa finlandesa, UPM.
Por su parte la asamblea ambientalista de Gualeguaychú exige el desmantelamiento total de la pastera Botnia-UPM. En una marcha de la que participaron decenas de miles de personas sobre el puente Internacional General San Martín, la población de Gualeguaychú rechazó la resolución del Tribunal de La Haya.
Monocultivo de eucalipto
La contaminación que provoca la planta de celulosa no es el único problema que presenta este tipo de empresas. El verdadero problema está en el suministro de la materia prima que requieren.
Según datos de la propia Botnia, la capacidad de producción de la planta de pulpa es de aproximadamente 1.000.000 de toneladas secas por año de pulpa de eucalipto, proveniente de la materia prima maderera de las plantaciones forestales de la región litoral del Uruguay y zonas adyacentes.
A partir de la Ley forestal del Año 1987, se forestaron en Uruguay extensas áreas con especies de rápido crecimiento. La mayoría de las plantaciones se realizaron sobre suelos declarados de prioridad forestal.
En el año 1990, la totalidad de la superficie forestada con proyectos presentados a la Dirección Forestal ascendía a 90.000 hectáreas. Según este organismo oficial, esta área pasó a 633.254 hectáreas en diciembre del 2002.
Para el funcionamiento regular de la Planta de Botnia se requieren 3,5 millones de m3ssc/a (metros cúbicos sólidos sin corteza) de madera por año. El área de plantación requerida para producir estos volúmenes de materia prima es de unas 120.000 a 150.000 hectáreas, dependiendo del crecimiento de las plantaciones.
La madera utilizada en el emprendimiento industrial debe provenir fundamentalmente de plantaciones de eucalipto establecidas a distancias que hagan económicamente viable su transporte hasta el sitio de la Planta.
Siendo que el proyecto contempla una vida útil de la fábrica de cuarenta años, la superficie total necesaria forestada para abastecerla sería de unas 6 millones de hectáreas, o sea una tercera parte de la superficie del país que es de 18 millones de hectáreas. O un 50% más de la superficie de Holanda, que tiene apenas 4 millones de hectáreas y que es donde se ubica la ciudad de La Haya y sesiona la Corte Internacional, que, no es de extrañar entonces, favorezca a la empresa finlandesa, que es de un país vecino. Solidaridad vecinal que no parece haber sido emulada en las orillas del Plata, o del Uruguay para ser más precisos.
El producto final de pulpa de celulosa no se destina al mercado interno uruguayo ni latinoamericano, se exporta a Europa, el Lejano Oriente y América del Norte.
El bosque no deja ver el árbol
El desmonte indiscriminado destruye la biodiversidad y ataca de forma irreversible los ecosistemas, propiciando el cambio climático y el calentamiento global, llegándose al extremo de que la vida sobre el planeta corre peligro. Sin embargo la solución no es simplemente forestar. La primera medida, obviamente, es detener el desmonte. Por otro lado hay que tener en cuenta los impactos negativos de los monocultivos de árboles. En áreas boscosas han sido bien estudiados y documentados en casi todos los países donde esto ocurre, pero se minimiza el impacto que estos monocultivos causan en las praderas, llanuras o pampas en países como Sudáfrica, Uruguay, sur de Brasil y Argentina, donde las superficies monocultivadas con árboles continúan expandiéndose.
Carlos Céspedes Payret, de la Facultad de Ciencias de Uruguay y doctorado por el Instituto Nacional Politécnico de Toulouse, Francia, estudió el tema de la conversión de praderas a cultivo forestal.
Con sus estudios Céspedes demostró que el cultivo de eucalipto tiene efectos negativos sobre el suelo de pradera. Los monocultivos de eucaliptos producen en la pradera una importante pérdida de materia orgánica y un aumento de acidez, asociados a su vez a la alteración de los valores normales de otras propiedades fisicoquímicas.
Los suelos de praderas uruguayas tienen un nivel de acidez (pH) de aproximadamente 6,5 a 6,8 (ligeramente ácidos). En el caso de plantaciones de eucalipto los análisis mostraron resultados muy por debajo de esos valores, ubicándose en el entorno de 4,5 (fuertemente ácidos). Es necesario saber que un pH de 5 representa un umbral; es decir que por encima o por debajo de ese valor ocurren cambios significativos en el suelo, tales como cambios en su Capacidad de Intercambio Catiónico o CIC, propiedad muy ligada a la fertilidad del suelo. Además contribuye a la degradación del suelo al afectar de forma negativa y muy significativa el balance de carbono existente en el mismo.
El árbol en cuestión, el eucalipto, es la especie que presenta el mayor atractivo económico para su posterior transformación industrial.
Es el de crecimiento más rápido pues necesita de 10 a 14 años para el corte, mientras que el abedul necesita entre 25 y 30 y el pino entre 25 y 40 años.
También es el que más rinde: 340 kilogramos de fibra por metro cúbico de madera, contra 220 del abedul y 190 del pino.
Bañada por el Mar Báltico
La República de Finlandia (Suomi, en finlandés) se extiende por la parte norte de Europa. Está bordeada por el Mar Báltico al Oeste y al Sur. Tiene una superficie de 33.800.000 de hectáreas (el doble que Uruguay). Los lagos son muy abundantes y las tierras agrícolas sólo están presentes en el sur del país.
Tiene 5 millones de habitantes (un 60% más que Uruguay) y una densidad media de 16 habitantes por km². Un 60% de la población vive en las zonas urbanas. La capital Helsinki tiene 500.000 habitantes.
La superficie agraria útil es de 2.200.000 has. Hay 91.400 explotaciones, de las cuales sólo un 2% tiene más de 100 has, siendo el tamaño medio de 24 has.
El bosque cubre 2/3 del país (bosque boreal de coníferas al norte, bosque mixto más al sur). Las turberas, sotobosque o desarboladas, representan un 30% del territorio. La silvicultura y las industrias derivadas, como las industrias de la pasta de papel y del papel, constituyen una de las bases de la economía del país. Produce 30.000.000 de metros cúbicos de madera en bruto.
Al sur del bosque, encontramos las tierras de labranza.
Finlandia es el primer productor de pasta de papel, produce 10.000.000 toneladas de papel, lo que representa el 25 % de las exportaciones mundiales.
Sin contaminar también se vive
La paradoja del progreso capitalista nos ha llevado a aceptar que sin contaminar no se puede vivir. Para desmentirlo se realizó en Cochabamba, Bolivia, convocada por el Presidente Evo Morales, la Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra. Participaron treinta mil personas representando a 136 países, que debatieron en 18 grupos de trabajo.
La Declaración final de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra sostiene entre otras cosas que:
“El sistema capitalista nos ha impuesto una lógica de competencia, progreso y crecimiento ilimitado. Este régimen de producción y consumo busca la ganancia sin límites, separando al ser humano de la naturaleza, estableciendo una lógica de dominación sobre ésta, convirtiendo todo en mercancía: el agua, la tierra, el genoma humano, las culturas ancestrales, la biodiversidad, la justicia, la ética, los derechos de los pueblos, la muerte y la vida misma.”
En relación a las forestaciones sostiene que “los monocultivos no son bosques. Por lo tanto, exigimos una definición para fines de negociación que reconozca los bosques nativos y la selva y la diversidad de los ecosistemas de la tierra”.
El documento afirma que “la humanidad está frente a una gran disyuntiva: continuar por el camino del capitalismo, la depredación y la muerte, o emprender el camino de la armonía con la naturaleza y el respeto a la vida”, y advierte que “el futuro de la humanidad está en peligro”.
Modelo a no seguir
Los países desarrollados tuvieron su oportunidad y llevaron el planeta a una encerrona que no tiene salida dentro de su lógica. En esta lógica se inscriben los modelos de monocultivo e industrialización contaminante, siempre sacrificando en primer lugar a los más débiles, tanto a las personas como a sus territorios. El modelo Botnia-UPM es emblemático. Las propuestas de Cochabamba son un camino viable para escapar de ese destino.
Resumiendo, en palabras del Presidente Evo Morales: “Capitalismo o Madre Tierra”.
Héctor Pitluk