Nuevo estudio indica que el 38% de los bosques amazónicos están degradados
Uno de los artículos más completos sobre la degradación de la Amazonía y sus impactos acaba de publicarse en la revista Science. Sumada a la deforestación, la degradación es otro de los grandes enemigos de este bosque tropical. El estudio aborda cuatro perturbaciones inducidas por el hombre que causan degradación: sequías extremas, efectos de borde resultantes de la fragmentación del hábitat, extracción de madera e incendios forestales. Al analizar los datos entre el 2001 y el 2018, los investigadores encontraron que el 38 % de los bosques amazónicos se encuentran degradados.
La Amazonía es uno de los ecosistemas más ricos en especies ya que alberga más del 10 % de todas las plantas y vertebrados reconocidos por la ciencia en un área que abarca solo el 0,5 % de la superficie terrestre. Además, los científicos estiman que hasta el momento solo el 10 % de sus especies han sido descritas.
Desde hace varios años diversos estudios han llamado la atención sobre la importancia de este bioma, las fuertes presiones humanas que enfrenta y la pérdida de bosque acelerada que causa grandes impactos en la forma de vida de las personas y que estaría llevando a la extinción a cientos de especies que hasta ahora son desconocidas. Un informe de MapBiomas —una iniciativa de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG)— ya indicaba que, al 2019, se había talado alrededor del 17 % de la selva amazónica precolombina y se había reemplazado el 14 % por paisajes de agricultura humana: 89 % para pastos y 11 % para cultivos.
A pesar de los constantes llamados de alerta sobre la deforestación en la Amazonía, a los investigadores también les preocupaba otro tema del que, aún hoy, hay poca información pero resulta crítico para el ecosistema: la degradación, un proceso entendido como el cambio perjudicial transitorio o de largo plazo (entre 10 y 1000 años) en la condición de los bosques.
Precisamente este fue uno de los temas abordados en la edición del 27 de enero de la revista Science, que dedicó su portada a la pérdida de la Amazonía, haciendo énfasis en la destrucción y degradación de sus bosques.
Los científicos alertan sobre la degradación de los bosques
Más de 30 científicos, en cabeza de David Lapola, investigador de la Universidad de Campiñas (UNICAMP) de Brasil, publicaron el artículo The drivers and impacts of Amazon forest degradation (Los impulsores y los impactos de la degradación de los bosques amazónicos). El estudio se enfoca en la degradación impulsada por cuatro perturbaciones inducidas por el hombre: sequías extremas, efectos de borde resultantes de la fragmentación del hábitat, extracción de madera e incendios forestales.
Una de las principales conclusiones es que, con base en el análisis de los datos existentes entre 2001 y 2018 sobre la extensión de los incendios, los efectos de borde y la extracción de madera, se halla que 360 mil km2 (5,5 %) de la selva amazónica se encuentra bajo algún tipo de degradación y que esto corresponde al 112 % del área total deforestada en ese mismo periodo. Al agregar datos sobre sequías extremas, la estimación del área total degradada aumenta a 2,5 millones de km2, es decir, el 38 % de los bosques amazónicos.
El profesor David Lapola le dijo a Mongabay Latam que estos resultados son preocupantes pero que, aun así, destaca la poca información disponible sobre muchas de las variables relacionadas con degradación, particularmente aquellas sobre los impactos socioeconómicos de este fenómeno.
Asimismo, asegura que hay menos información sobre degradación ambiental que sobre deforestación porque es un proceso menos comprendido, “así que no sabemos exactamente cómo medirlo, cómo monitorearlo. Pero espero que este estudio que publicamos, aliente tanto a los científicos como a otras partes interesadas a hacer que dicha información esté más disponible a partir de ahora”.
El artículo destaca que las perturbaciones inducidas por el hombre que llevan a la degradación de los bosques amazónicos pueden provocar tanta pérdida de biodiversidad como la propia deforestación. Además, los bosques degradados por el fuego y la extracción de madera pueden tener una reducción del 2 % al 34 % en la evapotranspiración durante la estación seca.
“Las proyecciones para 2050 indican que las cuatro perturbaciones principales seguirán siendo una gran amenaza y fuente de flujos de carbono a la atmósfera, independientemente de las trayectorias de deforestación”, se lee en el artículo.
Uno de los datos más preocupantes es que las sequías extremas se han vuelto cada vez más frecuentes en la Amazonía a medida que avanzan los cambios en el uso de la tierra y el cambio climático inducido por el hombre, lo que afecta la mortalidad de los árboles, la incidencia de incendios y las emisiones de carbono a la atmósfera. Es decir, las sequías extremas se relacionan directamente con otras de las causas de degradación.
“Las sequías golpean áreas mucho más grandes en la cuenca, por eso es el más importante de los impulsores de degradación”, comenta Lapola.
Por otra parte, preocupan aquellas zonas donde los bosques limitan con las áreas deforestadas, pues se encuentran más expuestos a amenazas y a sufrir degradación. Asimismo, los investigadores incluyeron los incendios forestales dentro de las variables a analizar porque las especies amazónicas tienen poca o ninguna adaptación evolutiva al fuego.
“Evaluamos el periodo de 2001 a 2018 […] Mostramos que en ese periodo solo los incendios afectaron 122 624 km2 de la Amazonía, la extracción de madera 119 700 km2, los efectos de borde 188 531 km2 y la sequía 2 740 647 km2, lo que representa, respectivamente, 1,8 %, 1,8 %, 2,8 % y 41,1 % de la selva amazónica remanente (6 673 908 km2)”, indica el artículo científico.
Un bosque acorralado
Los investigadores aseguran que la complejidad de cuantificar los impactos de la degradación aumenta con la frecuencia en que las diferentes perturbaciones analizadas (efectos de borde, incendios, tala y sequías) se superponen.
“Al considerar las cuatro perturbaciones y todas las posibles superposiciones entre ellas, la estimación del área total degradada aumenta a 2 542 593 km2, es decir, el 38 % de los bosques amazónicos. Esta área degradada total incluye 628 909 km2 de bosque donde se superponen dos o más de las cuatro perturbaciones”, se lee en el artículo.
“Creo que la mayor preocupación que plantea nuestro artículo es el porcentaje de bosques degradados en la cuenca del Amazonas: 38 %. Deberíamos tomar medidas de inmediato para reducir ese porcentaje, para frenar la degradación”, afirma el profesor Lapola.
El artículo también aborda los impactos de las cuatro variables de degradación analizadas en las emisiones de CO2. Por ejemplo, las pérdidas de carbono son mayores en los bosques quemados que en los afectados por las otras tres variables. El 69 % del área quemada entre 2001 y 2018 se ha visto afectada por un solo incendio forestal en el sotobosque, lo que redujo las reservas de carbono sobre el suelo entre un 13 % y un 50 %. “La mortalidad de los árboles después de los incendios del sotobosque varía espacialmente: los niveles más altos de mortalidad y las mayores pérdidas de biomasa se han registrado en el estado brasileño de Pará”.
Los investigadores encontraron que las pérdidas de carbono en las talas selectivas también son muy variables y oscilan entre el 4 % y el 35 %, según la intensidad de extracción. La severidad de los efectos de borde varía en relación con la distancia al borde del bosque, disminuyendo desde los límites hacia el interior, con pérdidas de carbono que oscilan entre el 23 % y el 35 % en los primeros 120 metros de bosque. Finalmente, las sequías extremas provocan pérdidas de carbono a corto plazo del 1 % al 8 %.
En cuanto a biodiversidad, uno de los datos más preocupantes es que en paisajes de la Amazonía oriental con cerca del 80 % de su cobertura boscosa, las cuatro variables de degradación analizadas pueden llevar a una reducción de la biodiversidad equivalente a la pérdida de hábitat en las áreas deforestadas.
Con la información de este artículo y con datos de otros estudios previos que investigaban la degradación de la Amazonía, los autores encontraron que la degradación puede ocurrir independientemente de la deforestación; el cambio climático puede aumentar la intensidad del fuego y las fuentes de ignición, promoviendo la degradación provocada por el fuego; las carreteras promueven tanto la degradación como la deforestación; y las emisiones de dióxido de carbono de la degradación pueden superar las de la deforestación y las de la absorción de carbono provenientes de la regeneración de los bosques.
Finalmente, los autores destacan algunas prioridades clave para los responsables de la formulación de políticas: prevenir una mayor deforestación para estabilizar el sistema climático, preservar la biodiversidad y garantizar el desarrollo sostenible; la deforestación es en sí misma un importante impulsor de varias formas de degradación; la integridad de la cuenca también depende del mantenimiento de suficiente cobertura forestal y, la prevención tanto de degradación como de deforestación requieren el fortalecimiento de la tenencia legal de la tierra, la concesión de créditos orientados al medio ambiente y la provisión de ingresos sostenibles y alternativas de medios de vida que puedan atenuar las desigualdades sociales.
El humano causa impactos que superan la resiliencia de los bosques
La revista Science también dedica un segundo artículo a la Amazonía titulado Los impactos humanos superan los procesos naturales en la Amazonía. En esta investigación, en la que participaron más de 15 científicos, se destaca que las zonas amazónicas están siendo degradadas por las actividades industriales y agrícolas modernas a un ritmo muy superior al conocido anteriormente, poniendo en peligro sus vastas reservas de biodiversidad y servicios ecosistémicos de importancia mundial.
“Estos cambios están ocurriendo demasiado rápido para que las especies, los pueblos y los ecosistemas amazónicos respondan de manera adaptativa”, destaca el documento que también resalta que las políticas para prevenir los peores escenarios ya son conocidas y deben promulgarse de inmediato. “Ahora necesitamos voluntad política y liderazgo para actuar sobre esta información”.
¿Qué tan rápido está cambiando la Amazonía? Los investigadores afirman que las tasas de los procesos antropogénicos (es decir, causados por el humano) que afectan a los ecosistemas amazónicos son de cientos a miles de veces más rápidos que las de los fenómenos geológicos y climáticos naturales. “La tasa a la que las actividades humanas modernas están provocando extinciones en el Neotrópico es entre 1000 y 10 000 veces más alta que la tasa natural o ‘de fondo’ según se estima a partir del registro fósil”, indica el documento.
Juan Manuel Guayasamin, biólogo ecuatoriano, investigador de la Universidad San Francisco de Quito y uno de los coautores del artículo, le dijo a Mongabay Latam que, a gran escala, los procesos que deben ser limitados con urgencia son la deforestación y la construcción de represas hidroeléctricas. “El efecto de la deforestación tiene dos terribles elementos: la pérdida de biodiversidad y la liberación de carbono a la atmósfera. Las represas, en cambio, cortan la conectividad de los ríos, impidiendo las migraciones de las especies acuáticas y también el normal flujo de nutrientes”.
Guayasamin también considera que en toda la cuenca amazónica ya existen suficientes terrenos destinados a la agricultura y ganadería para suplir la demanda existente, pero que esas tierras deben ser manejadas de manera técnica. “El control de estas actividades debe convertirse en una colaboración cercana y eficiente entre ciudadanos, comunidades, ONG y gobierno. Paralelamente, deben incrementarse dramáticamente los estímulos para productos sostenibles y penalizar duramente a las actividades ya reconocidas como nocivas para el ambiente”.
Por su parte, la investigadora Carmen Ulloa, también coautora de la investigación, aseguró en su cuenta de Twitter que “al comparar tasas de cambios ambientales tanto en la Amazonía, América del Sur y en el sistema global terrestre, mostramos que el ritmo de los cambios provocados por humanos excede el de muchos procesos naturales, afectando millones de km2 en solo décadas” y que “la máxima prioridad es acelerar la transformación en curso hacia una economía global post-carbono y es crucial promover una colaboración estrecha con los pueblos indígenas y comunidades”.
Para Guayasamin, toda actividad extractivista siempre justificará su labor en la existencia de una supuesta necesidad que suele estar ligada a hábitos de consumo desbocados. “El cambio de estos hábitos resulta extremadamente lento. El poder mantener a los ecosistemas amazónicos dependerá de una acción local mucho más fuerte. También dependerá de gobiernos mucho más conscientes y dispuestos a actuar en la temática ambiental. Veo que hay un fortalecimiento a nivel local, pero a nivel de gobiernos tenemos péndulos que hacen casi imposible predecir cuáles serán las políticas estatales a largo plazo”.
De hecho, el profesor David Lapola es contundente al decir que, en su opinión, “la capacidad de los estados amazónicos para enfrentar la degradación es muy baja. Aún estamos luchando por tener las condiciones adecuadas para frenar la deforestación, por lo que todavía estamos en las primeras etapas con respecto a la degradación y eso debería ser una gran preocupación para los estados amazónicos”.
REFERENCIAS
Lapola, D. M., Pinho, P., Barlow, J., Aragão, L. E., Berenguer, E., Carmenta, R., … & Walker, W. S. (2023). The drivers and impacts of Amazon forest degradation. Science, 379(6630), eabp8622.
Albert, J. S., Carnaval, A. C., Flantua, S. G., Lohmann, L. G., Ribas, C. C., Riff, D., … & Nobre, C. A. (2023). Human impacts outpace natural processes in the Amazon. Science, 379(6630), eabo5003.
Fuente: Mongabay Latam