No violencia de género en Cuba: entre avances legales y desafíos cotidianos

"Al acercarnos al tema vemos cómo en los últimos años la sociedad cubana ha sido testigo de importantes transformaciones legales y sociales en torno a los derechos de las mujeres y las personas con identidades de género diversas. Vivimos una reforma constitucional que trajo consigo una nueva Carta Magna, leyes novedosas y un sinfín de debates públicos, evidenciando los avances en el tema. Aún así, persiste un fenómeno que atraviesa silenciosamente los hogares, las calles, las instituciones y los espacios digitales: la violencia de género".
Sobre la violencia de género, también conocida como violencia sexista, machista, o masculina, se ha escrito y hablado bastante. Sin embargo, escribir y hablar al respecto no es sinónimo de que hayamos ganado “más” en conciencia sobre un tema que desde 1982 fue declarado por la ONU como un obstáculo para la paz y considerada la violación de los derechos humanos más extendida y sistemática a nivel mundial.
Al acercarnos al tema vemos cómo en los últimos años la sociedad cubana ha sido testigo de importantes transformaciones legales y sociales en torno a los derechos de las mujeres y las personas con identidades de género diversas. Vivimos una reforma constitucional que trajo consigo una nueva Carta Magna, leyes novedosas y un sinfín de debates públicos, evidenciando los avances en el tema.
Aún así, persiste un fenómeno que atraviesa silenciosamente los hogares, las calles, las instituciones y los espacios digitales: la violencia de género. Una violencia que, aunque muchas veces no se vea, deja marcas profundas. Y es justamente por eso que urge seguir hablando de la no violencia de género, no solo como un principio jurídico, sino como una aspiración ética y un camino colectivo hacia una Cuba más justa y solidaria.
¿Qué entendemos por violencia de género?
La violencia de género se refiere a cualquier acto dañino dirigido contra una persona por el solo hecho de ser mujer o por no ajustarse a los roles tradicionales de género. No se trata únicamente de la violencia física o sexual: incluye también la violencia psicológica, simbólica, económica, patrimonial, digital, y todas aquellas formas de control y dominación que afectan de forma desproporcionada a mujeres y personas con identidades de género y orientaciones sexuales no normativas.
En el contexto cubano, esta violencia puede manifestarse en relaciones de pareja, en dinámicas familiares, en el entorno laboral, en la comunidad, e incluso en el trato institucional. Muchas veces adopta formas normalizadas, difíciles de identificar, que han sido naturalizadas culturalmente a lo largo del tiempo: los celos justificados como amor, los silencios impuestos, las decisiones tomadas unilateralmente, la invisibilización del trabajo doméstico, el castigo simbólico a quienes no se ajustan a los estereotipos de género tradicionales, la niña que aprende a callar, el niño que aprende a dominar, el chiste machista que nadie cuestiona.
Una base legal sólida: Constitución, Código Penal y Código de las Familias
Cuba ha dado pasos significativos en el ámbito normativo para enfrentar este problema estructural. La Constitución de la República (2019) establece un marco de protección importante cuando en el Artículo 43 reconoce el derecho de todas las personas a vivir libres de violencia, y exige al Estado la garantía de ese derecho.
Por su parte, el Artículo 85 hace énfasis en la adopción de medidas para prevenir y sancionar toda forma de violencia de género en cualquier espacio, incluyendo el hogar, la comunidad y el entorno institucional: “La violencia familiar, en cualquiera de sus manifestaciones, se considera destructiva de las personas implicadas, de las familias y de la sociedad, y es sancionada por la ley”.
Estos mandatos se fortalecen con la entrada en vigor del nuevo Código Penal (Ley No. 151/2022), que por primera vez tipifica delitos relacionados con la violencia de género, como el acoso y la violencia familiar. No podemos dejar de mencionar que Cuba cuenta también con el Decreto 96/2023 contentivo del “Protocolo de actuación ante situaciones de discriminación, violencia y acoso en el ámbito laboral”. Sobre este último hemos hablado con anterioridad en nuestra columna Pensar el Derecho.
A su vez, el Código de las Familias, aprobado por referendo popular en septiembre de 2022, representa un hito histórico no solo en términos de reconocimiento de la diversidad familiar, sino también como instrumento para la prevención de violencias. El texto define y condena expresamente la violencia de género, la violencia familiar y la violencia contra niños, niñas y adolescentes, personas en situación de discapacidad y personas adultas mayores.
Promueve relaciones familiares basadas en la igualdad, la solidaridad y el respeto mutuo. Introduce el principio del cuidado como derecho y deber compartido, lo que impacta en la redistribución de las tareas domésticas y de cuidado, un ámbito donde históricamente se reproduce violencia simbólica y desigualdad estructural.
De igual forma establece que la violencia y la discriminación en la familia no pueden esperar. Siempre que ocurra una situación de este tipo, es urgente que se actúe de inmediato, dejando claro que cualquier persona que sufra violencia en su hogar tiene derecho a pedir ayuda y protección a las autoridades. Y si alguien conoce un caso de este tipo, también tiene el deber de denunciarlo.
Además de leyes, necesitamos transformación cultural
Combatir la violencia de género requiere mucho más que voluntad política y marcos jurídicos. Implica una transformación cultural profunda, que cuestione los patrones patriarcales que sostienen estas violencias. ¿Cómo construir una Cuba sin violencia si todavía hay hogares donde se enseña a las niñas a callar y a los niños a dominar? ¿Cómo erradicar el abuso si aún se justifican los celos, los insultos y el control económico como “problemas de pareja”?
La educación con enfoque de género, desde la primera infancia, debe ser una prioridad. Así como lo es la formación de policías, fiscales, jueces, personal médico y docentes, para que puedan atender las situaciones de violencia con sensibilidad, respeto y eficacia.
¿Qué significa construir una cultura de la no violencia?
Construir una cultura de la no violencia de género es construir una cultura del cuidado, la empatía y la justicia. Es garantizar que cada persona pueda vivir, amar, expresarse y desarrollarse libre de miedo. Significa cuestionar los privilegios, visibilizar las injusticias y no callar frente al abuso, venga de donde venga.
En este camino, el Estado tiene una responsabilidad enorme. Pero también las escuelas, las familias, los barrios, las organizaciones comunitarias. La erradicación de la violencia de género no es una batalla que se gane desde arriba. Se construye día a día, con pequeños actos: una escucha activa, una denuncia acompañada, una conversación incómoda, una historia que se cuenta, una creencia que se transforma.
Del reconocimiento legal a la acción cotidiana
En Cuba se han dado pasos importantes. Pero la No Violencia de Género no puede quedarse en los textos legales. Tiene que vivirse en las escuelas, en los centros de trabajo, en las comunidades, en los hogares. Tiene que sentirse en la cotidianidad de las relaciones humanas.
Este es un desafío que nos interpela como sociedad. Porque mientras haya una mujer agredida, una persona trans discriminada, una niña callada por miedo, no habremos cumplido con la promesa de vivir en un país verdaderamente justo. Que el derecho a una vida libre de violencia no sea un privilegio, sino una realidad para todas y todos.
Fuente: Cuba Debate