México: Maíz y milpa en la agricultura y la alimentación
La diversidad o variabilidad genética de las plantas cultivadas constituye la base de la producción agrícola y es, de manera directa o indirecta, resultado de la propia actividad, principalmente en los sistemas “tradicionales” o campesinos, donde las familias productoras seleccionan, conservan y reproducen sus semillas año con año.
Contrario a los sistemas agrícolas industrializados, en los que se maneja un solo cultivo y se elimina cualquier otra especie, en los sistemas campesinos se mantiene diversidad entre y dentro de las especies cultivadas, lo cual es fundamental para la alimentación de la humanidad.
La diversidad de plantas cultivadas generada sobre todo en las regiones conocidas como centro de origen y diversidad ha sido ampliamente utilizada por el modelo de producción de la “revolución verde” que ha predominado desde el siglo pasado. Ello, por medio de su recolección, estudio, caracterización y evaluación, y también mediante la aplicación de métodos de selección y mejoramiento de las mejores poblaciones de plantas adaptadas a un modelo de producción industrial. Junto con el empleo de fertilizantes, mecanización y pesticidas, se ha logrado aumentar la producción de diversas especies. Pero ello ha implicado un alto costo energético y ambiental, con impacto en la salud humana y erosión de la diversidad de cultivos en varias regiones, y ha tendido a la apropiación cada vez mayor, por parte de empresas privadas, de las semillas, base de la reproducción de la agricultura, tendencia que se agudiza con los cultivos transgénicos.
En las diferentes modalidades de agricultura –agroecología, permacultura y agricultura orgánica– que surgen como alternativas al modelo de “revolución verde”, la diversidad de semillas de plantas cultivadas resulta valiosa no sólo para su aprovechamiento sino también para aportar acciones y experiencias en su rescate, conservación y mejoramiento, como un bien común.
En México, la diversidad de maíces nativos es impresionante –cientos de variantes agrupadas en alrededor de 65 razas –. Las familias campesinas las cultivan en diferentes condiciones de temperatura, suelos, precipitación y altitud; en cada región se puede presentar el patrón de maíces blancos-amarillos-azules- rojos, de ciclo de producción tempranero-intermedio-tardío y con diferente textura de grano. Por ejemplo, en la Península de Yucatán, las razas nal-tel, dzit-bacal, tuxpeño, y combinaciones de éstas presentan ciclo de maduración corto, intermedio y tardío, predominando aparentemente las variantes amarillas, seguidas de las blancas y azules; todas para múltiples usos (tortillas, tamales, elote, atole nuevo, píibs, relleno negro, etcétera). En la Sierra Tarahumara, la raza de maíz apachito –de grano rosa– se “apura” más que maíces de la raza cristalino de Chihuahua o la raza azul; todas se emplean para tortilla, tamales, pinole, esquite, esquiate y tesgüino.
Cuando esta diversidad de maíz se acompaña de otros cultivos en espacio y tiempo, forma uno de los sistemas agrícolas más integrales y completos: la milpa. Aparentemente, hasta antes de la “revolución verde”, impulsada en la década de 1940, la milpa era un sistema con presencia amplia en diferentes regiones de México. Aún la podemos encontrar en áreas de producción marginal, zonas montañosas, en diferentes regiones indígenas y mestizas, pero en áreas de riego y buen temporal ha sido desplazada y prácticamente desaparecido. Con ello desaparecen también la diversidad de cultivos, arvenses e insectos; la riqueza que representa la interacción y el manejo ecológico del agroecosistema, y la base de una dieta rica y balanceada a partir de la energía que aportan el maíz, las proteínas y los aminoácidos esenciales de los frijoles, los ácidos grasos de las calabazas y las vitaminas y minerales que proveen los chiles, tomates y quelites.
La milpa implica complejidad como sistema ecológico, de manejo y producción, pues involucra cultivos con distinto requerimiento nutricio y de luz, un manejo diferenciado por la temporalidad en que producen y una mayor atención y labor en la cosecha. Diferentes factores económicos, sociales y políticos han influido en su disminución; sin embargo, en otras latitudes los sistemas diversificados de maíz se exploran como alternativas económicas y productivas reales ante la crisis ecológica y energética en los sistemas de producción ( aquí). En México es importante estudiar y fortalecer, en colaboración y diálogo con las familias campesinas, los sistemas productivos como la milpa y la diversidad enorme de cultivos, conocimiento, cultura y prácticas que conlleva.
Por moc.liamg@zurc.atom.oilicec - Fundación Semillas de Vida, AC
Fuente: La Jornada del Campo 103