México: Los niños verdes y el paisaje desértico
"Frente a todos estos acontecimientos, como personas, sólo nos queda mantener la unidad en nuestros pueblos, reforzar los vínculos sociales, familiares, las cooperativas, cuidar nuestras tierras comunitarias y crear trabajos colectivos, pero además seguir sembrando semillas de esperanza."
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Xun Betan
Quedó bien grabado en mi corazón lo que mi abuelo me contaba, que al llegar las primeras lluvias del mes de mayo en el campo se iniciaba con la siembra del maíz, aunque algunas personas sembraban un poco antes, por ejemplo, a finales del mes de abril, y que a esa siembra le llaman taki ovol, o sea, siembra en seco, porque en mi zona sólo llueve en verano y únicamente da para una cosecha. Cuando la época de lluvia fue cambiando, se esperaba el primer aguacero para sembrar el maíz. Porque el aguacero es el que suaviza la tierra y hace enverdecer las montañas, también cambia el aroma del aire, renueva las semillas y hace retoñar los árboles.
Actualmente las prácticas de la siembra del maíz van cambiando de temporada. Ahora ya no depende de las lluvias, ni de los cambios del clima, ahora veo que se va acomodando con la entrega de los “apoyos o programas al campo” o en el peor de los casos cuando los candidatos políticos llegan a las comunidades para “repartir esos apoyos”. Su única finalidad es la de ganar adeptos a su partido, como actualmente lo hacen descaradamente los del Verde Ecologista. Es sabido que esta táctica política de manipulación es la que han manejado históricamente los del PRI. Con esos recursos tratan de manipular o controlar a las comunidades generando una dependencia hacia ellos.
En mi pueblo, por ejemplo, han logrado dividirnos con esos proyectos y programas. Hasta han tratado de manipular y condicionar a los representantes comunales para que firmen el FANAR, pues mi comunidad sigue conservando sus tierras comunales, más sin embargo, en esa zona se han detectado tres concesiones mineras. La división interna generada por los proyectos y programas del gobierno, ha logrado la desmovilización de la comunidad. Tal es el caso de la lucha que se tenía para exigir el precio justo del maíz en conjunto con los ejidos vecinos: poco a poco fue decayendo hasta el extremo que cuando un grupo de campesinos fueron a la Sagarpa sólo les dijeron que dejaran de sembrar maíz y que se dedicaran a otra cosa.
De la misma forma están tratando de hacer con el proyecto de autopista San Cristóbal-Palenque donde algunas comunidades tseltales han denunciado estos hechos de manipulación e incluso han mencionado que quizás ese proyecto esté vinculado con proyectos de explotación petrolera, ya que en esa zona, desde hace años, han explorado y detectado yacimientos petroleros. De esta manera, es ridículo y contradictorio que Chiapas tenga un gobernador de un partido “ecologista” y que éste siga promoviendo proyectos que sólo dañan a la Madre Tierra, tal como ocurre con los proyectos mineros o el de las represas, entre otros. Al final, estos proyectos van sobre los territorios indígenas, que con las actuales reformas serán los principales afectados.
La ingenuidad y la apatía de los funcionarios públicos frente la crisis en el campo se hace patente en cuanto a que, lejos de ayudar con sus programas de asistencia, han generado la subordinación y la dependencia económica de la población. Los beneficios van a las grandes empresas, por ejemplo, los supermercados o la plaga de tiendas Oxxo, y nos van llevando una oxxodentalización en las ciudades y de las personas. De manera lenta e imperceptible van acabando con la economía local y la producción de alimentos. Tomemos el caso de lo que ocurre en el municipio de Simojovel: con la explotación del ámbar, los campesinos están dejando de cultivar sus tierras, le dedican más tiempo a la minería y con lo que ganan compran sus alimentos en el supermercado o simplemente esperan que se les entregue sus despensas, y además, el manejo de recursos ha provocado la proliferación de cantinas, drogas, prostitución y violencia.
Es evidente que los megaproyectos han causado graves destrozos sociales y ambientales, como sucede en Guerrero, un estado con proyectos mineros y represas. Oaxaca con graves problemas ambientales generados por los proyectos eólicos y, al igual que Chiapas, con sus proyectos de explotación minera. Otras afectaciones al medio ambiente que han provocado estos proyectos son las que han ocurrido en el Río Sonora o los derrames petroleros en el Golfo de México, entre otros más. En muchos casos han tenido consecuencias incluso de provocar la descomposición social y han llevado a las constantes muertes de mujeres, líderes sociales y defensoras y defensores de los Derechos Humanos o lo que ha ocurrido con los jóvenes estudiantes desaparecidos.
Publicidad oficial intervenida San Cristobal de las Casas, Chiapas. Foto: Ojarasca |
Estamos viviendo en un Estado regido por la mentira, un Estado desierto de justicia, un Estado que enverdece por la corrupción, la propaganda y la manipulación. O el caso de la señora Angélica Rivera con su casa de 7 millones de dólares, y las de otros políticos. Sigue haciendo eco el dudoso discurso del procurador Murillo Karam sobre la desaparición de los 43 estudiantes. Recordemos también la falta de claridad sobre lo ocurrido en Tlatlaya, incluso el caso Acteal o el de Viejo Velasco, que han quedado impunes. Evidentemente Chiapas no tiene un gobierno real, sólo existe una figura que se preocupa por salir diariamente en las revistas y periódicos locales y nacionales.
La imagen de Chiapas como un lugar paradisiaco, un estado de cuentos, de fantasías y de telenovelas. Un estado que cada día se va pintando de verde aunque se este secando por dentro. Recordemos lo que sucede con los útiles escolares, que siendo un logro de los maestros, muy pocos de ellos se han quejado por el uso político que se les ha dado. Penosamente se pueden observan a los niños vestidos con uniformes verdes que les fueron entregados. Pero vestir y obligar a los niños a utilizar esos trajes ha sido incluso una grave violación a los derechos culturales, porque han negado con eso el uso de los trajes étnicos de cada pueblo de Chiapas.
Finalmente, las sabidurías y las enseñanzas de nuestros abuelos, de cómo ellos percibían la Madre Tierra, el conocimiento del ciclo de la lluvia y en particular la de saber trabajar y sembrar el maíz se va enterrando cada vez más gracias a las distintas políticas públicas creadas por el Estado hacia los pueblos indígenas. Éstas no han hecho otra cosa más que despojarnos de los saberes comunitarios así como de nuestros territorios. En mi lengua (tsotsil) las cosas las vemos de otro modo, por ejemplo, decimos ch’ul jo’, ch’ul ik’, ch’ul me’tik balumil que significan sagrada lluvia, sagrado viento, sagrada madre tierra. Estas palabras dichas desde la lengua de mis abuelos dan cuenta del vínculo que existe entre el hombre y la naturaleza. Por ello, es difícil creer en un partido ecologista o de instituciones ambientalistas que en sus hechos sólo utilizan, destruyen, engañan y someten a las personas.
Frente a todos estos acontecimientos, como personas, sólo nos queda mantener la unidad en nuestros pueblos, reforzar los vínculos sociales, familiares, las cooperativas, cuidar nuestras tierras comunitarias y crear trabajos colectivos, pero además seguir sembrando semillas de esperanza.
La lluvia y la Madre Tierra son sagradas.
Sagradas son las personas que saben protegerlas.
El viento y las montañas tienen alma
Alma y espíritu tienen los que oran por ellas.
Maíz, calabaza y chile, nuestros alimentos.
Alimento es aprender a cultivar el corazón.
Los textiles guardan nuestras historias.
Historias de mujeres muertas, justicia a exigir.
Los idiomas cantan por la vida y la libertad
A los desaparecidos, con vida presentar…
Fuente: Suplemento Ojarasca, La Jornada