Los milmillonarios del carbono
La desigualdad extrema y la concentración de la riqueza socavan la capacidad de la humanidad para detener la crisis climática. Las personas más ricas no solo son responsables de un ingente volumen de emisiones de carbono que ya es insostenible, sino que ejercen una influencia desmesurada en nuestra economía. Un nuevo análisis de las inversiones de 125 de los milmillonarios más ricos del mundo revela que, en promedio, emiten 3 millones de toneladas de carbono al año, más de un millón de veces más que el promedio de las personas que se encuentran entre el 90% más pobre de la población mundial.
A diferencia de lo que ocurre con las personas corrientes, entre el 50% y el 70% de las emisiones de las que son responsables se derivan de sus inversiones. Las personas ricas poseen un elevado porcentaje de las acciones de muchas de las corporaciones más grandes y poderosas del mundo, un porcentaje lo bastante grande como para influir en las medidas que adoptan estas empresas.
No existen estimaciones de la verdadera magnitud de las emisiones derivadas de las inversiones de los más ricos, ni se presentan informes sistemáticos en este sentido. Sin embargo, a partir de la información incluida en un nuevo estudio basado en datos públicos, Oxfam calcula que la huella de carbono anual generada por las inversiones que realizan tan solo 125 de las personas más ricas del mundo incluidas en nuestra muestra equivale a las emisiones de carbono de Francia, un país donde viven 67 millones de personas. Esto supone un promedio de 3,1 millones de toneladas de carbono por cada milmillonario, más de un millón de veces más que las 2,76 toneladas que emite, en promedio, una persona que se encuentre entre el 90% más pobre de la humanidad.
Las emisiones derivadas del estilo de vida de los milmillonarios, con sus aviones privados y sus yates, son miles de veces mayores que las generadas por una persona corriente, lo cual es, por sí solo, inaceptable e insostenible. No obstante, si incluimos también las emisiones derivadas de las inversiones que realizan estas personas, el total de sus emisiones de carbono es más de un millón de veces superior.
Asimismo, nuestro análisis ha revelado que, en promedio, el 14% de las inversiones de los milmillonarios se destina a industrias contaminantes, como la de los combustibles fósiles o la de materiales como el cemento. Este porcentaje duplica el promedio de inversiones en las corporaciones incluidas en el índice S&P 500. Tan solo uno de los milmillonarios incluidos en la muestra ha invertido en una empresa de energías renovables.
Las inversiones de los milmillonarios contribuyen a determinar el futuro de nuestra economía, por ejemplo, al apoyar con su dinero la continuidad de 3 infraestructuras intensivas en el uso de carbono, lo cual nos obliga a mantener un elevado volumen de emisiones durante las próximas décadas. Nuestro estudio ha revelado que, si los milmillonarios incluidos en la muestra analizada trasladasen sus inversiones a fondos con estándares sociales y medioambientales más sólidos, la intensidad de sus emisiones podría dividirse por cuatro.
El papel de las empresas y los inversores en la reducción de las emisiones de carbono de tal modo que sea posible mantener el calentamiento global por debajo del umbral de los 1,5° C será uno de los temas candentes durante la 27ª Conferencia de las Partes (COP27) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC), que se celebrará próximamente en Egipto. No obstante, a pesar de las declaraciones de las grandes empresas, en general las medidas adoptadas que han adoptado son claramente insuficientes para evitar una crisis climática catastrófica.
Los Gobiernos deben abordar este problema apoyándose en datos, regulaciones y medidas fiscales. Deben presentar periódicamente informes que reflejen el volumen de emisiones generado por los distintos grupos de ingreso, en lugar de basar sus informes en promedios que, en realidad, maquillan la desigualdad de las emisiones de carbono y menoscaban la efectividad en la elaboración de políticas.
Los Gobiernos deben regular la actividad de los inversores y el sector empresarial, con el objetivo de que la sostenibilidad a largo plazo y la reducción de la desigualdad primen sobre el reparto de dividendos aún mayores a los accionistas ricos. Asimismo, si queremos evitar un colapso climático, los Gobiernos deben obligar a las grandes empresas y a sus ricos inversores a reducir sus emisiones de carbono de manera mucho más sistemática y drástica.
Además, los Gobiernos deben aumentar los impuestos sobre las personas más ricas, a fin de reducir drásticamente tanto la desigualdad como la concentración de la riqueza, pero también para recortar el desmesurado e insostenible volumen de emisiones que generan las personas ricas, y reducir su poder e influencia sobre la actual economía de los combustibles fósiles. Estas medidas fiscales permitirían recaudar billones de dólares para los países más afectados por el desastre climático, unos ingresos que también podrían contribuir a promover una transición verde y justa a nivel mundial. Por último, deberían aplicarse impuestos adicionales a la riqueza generada por las industrias contaminantes y los combustibles fósiles, a fin de desincentivar las inversiones en estas industrias y acelerar la transición ecológica.
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Fuente: OXFAM