La epopeya de la soja genocida, una transgedia errorista en 3 actos
Dice la leyenda que los choclos poblaron las tierras de Latinoamérica mucho antes de que apareciera el trigo y el BigMac. En aquellas épocas de tortilla y humitas, nadie hubiese imaginado la posibilidad de clonar una semilla, inyectarle una cadena de transformaciones genéticas, creando un sin número de posibilidades para la verdura: granos perfectos, frutas sin semilla, control de las plagas, nacer y morir en cualquier estación del año.
La profecía maya que vaticinaba el fin del mundo en 2013 no hubiese imaginado que ese mismo año, la compañía multinacional Monsanto estaría pisando territorio cordobés para (intentar) instalar allí, el laboratorio de tratamiento de semillas de maíz más grande del mundo. Tampoco hubiese imaginado que más al norte, en Estados Unidos el presidente Barak Obama promulgaría una ley de protección para la empresa y que Argentina se estrenaría INTACTA, su primera semilla transgénica co-patentada junto a Monsanto. Desafiando las predicciones Maya, el mundo parece no haber llegado a su fin, sin embargo un nuevo orden mundial parece instalarse gracias a nuevas guerras, nuevas crisis económicas (y de representación). En el mundo entero se habla de “austeridad para solucionar la crisis” y para ello ha llegado un nuevo representante al vaticano; mientras tanto aquí en Argentina, el país de los derechos humanos, nos acostumbramos al saqueo de tierras originarias, a comer alimentos genéticamente modificados y a respirar el veneno cancerígeno de los agro-tóxicos.
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