La agricultura campesina como solución (y no causa) de la migración juvenil
Un esfuerzo que intenta frenar la migración de jóvenes centroamericanos hacia el Norte a través de apoyar a la agricultura campesina es un proyecto aparentemente desacertado, ingenuo y tal vez hasta algo irracional. El fenómeno de la migración juvenil centroamericano de hoy en día capta los titulares de noticieros alrededor del mundo. ¿Por qué se intentaría frenar la migración con algo que supuestamente es su causa? ¿Habrá jóvenes centroamericanos que todavía quieren ser agricultores?
Estas preguntas surgieron desde hace unos años cuando una red de jóvenes de la etnia Maya-Ixil del altiplano guatemalteco comenzó a preguntar por qué tantos jóvenes de sus comunidades se iban hacia “el Norte.” A pesar de todos los gritos y recriminaciones que culpaban a la agricultura campesina por el aumento drástico de la migración juvenil, la red de jóvenes “Chemol Txumb´al” (Tejiendo Pensamiento) no se dejó convencer tan de carrera. Al contrario de lo que afirmaban como verdad absoluta y contundente las escuelas, las iglesias, organizaciones del gobierno e instituciones de desarrollo privado, la Red de Jóvenes Ixiles no se ensordeció a las voces, a veces tímidas y sutiles, que brotaban entre la milpa de muchos jóvenes Ixiles campesinos. Una de esas voces pertenece a Juan Carlos, un joven de 27 años de la aldea Tzalb´al, en el municipio de Nebaj.
Como muchos jóvenes, Juan Carlos Brito se fue a los Estados Unidos a los 15 años. Para irse tuvo que vender los logros que había acumulado a través de años de trabajo como campesino al lado de sus abuelos. Las ovejas de su rebaño fueron vendidas una por una, logró juntar el dinero que pedía el coyote, fue al norte, trabajó, ahorró, y eventualmente regresó por decisión propia. Siete años después de haber regresado, Juan Carlos añora la vida campesina que había construido antes de sacrificar tanto para irse al norte.
“Yo conozco a muchos amigos (que se fueron con él al Norte) que han vuelto a ir allá,” cuenta Juan Carlos. “Ellos tal vez se acostumbraron a la vida allá y no se conforman con la vida aquí. Pero cuando yo vine hace 7 años, regresé decidido a vivir la vida campesina. Recuerdo todavía como vivíamos antes con nuestras ovejas y milpa, y a veces me pregunto por qué me fui. La vida era buena entonces y quiero recuperar esa vida,” añade con una mirada nostálgica.
Juan Carlos ha decidido apostar su suerte sobre los recuerdos todavía tangibles y palpables de un pasado campesino en vez de confiar ciegamente en un futuro incierto que ofrece la migración. Y voces como la suya no son únicas. Al encontrar cada vez más jóvenes que compartían esa mentalidad y que deseaban poder vivir bien como campesinos arraigados con la tierra y con la comunidad, la red de jóvenes comenzó a preguntarse: “¿Por qué no se han ido?”
David Stoll, antropólogo estadounidense que ha escrito varios libros sobre el pueblo Ixil, estima que casi 20% de la población masculina joven del pueblo Ixil ha migrado fuera de la región. Uno de cada cinco jóvenes ixiles (y tal vez más), ya no consideran que pueden vivir bien de la forma de vida ancestral de su pueblo (la agricultura campesina) y prefieren asumir los riesgos muy conocidos de cruzar un desierto en búsqueda de otra vida mejor. En los últimos meses con el aumento de las detenciones de menores de edad en la frontera, las historias de estos jóvenes se han recibido mucha atención internacional.
Aunque la Red de Jóvenes respeta la decisión que toma estos jóvenes de nuestras comunidades y se solidariza con la violencia e injustica que muchos sufren en el camino migratorio, también se pregunta por qué nadie se interesa por las historias del 80% de jóvenes ixiles que deciden quedar en sus comunidades; muchos como pequeños campesinos. Tal vez la vida campesina no es suficientemente sensacional y estridente para alcanzar la atención de la prensa (muchas veces amarillista) que se esmera en encontrar historias que conmocionan. Tal vez las historias campesinas son menos rimbombantes y por eso alcanzarán menos “Me gusta” en el Facebook. A pesar de todo eso, la Red de Jóvenes Ixiles considera que las historias de los jóvenes que toman la decisión de quedarse ocultos bajo la milpa de sus comunidades merecen la pena contar.
Compartimos solo algunas de estas historias de unos jóvenes que pertenecen a la Red Chemol Txumb´al y que han decidido, como Juan Carlos, apostar su suerte a la agricultura campesina.
Miguel Enrique Santiago, un joven de 23 años de la aldea Pexla Grande de Nebaj, tenía la respuesta más directa para la pregunta: ¿Por qué no te has ido al Norte?” No se ha ido simplemente “porque soy campesino y para mi esta es la mejor vida.” Sin explicaciones, disculpas ni pena. La afirmación de una identidad campesina cuesta encontrar entre jóvenes ixiles. El desprecio hacia la vida del campo es notoriamente desarrollado, y muchos jóvenes sienten la necesidad de disculparse y dar explicaciones por trabajar en el campo. Sin embargo, sí existen jóvenes como Miguel Enrique que reivindican su campesina con naturalidad y orgullo.
Es mucho más común encontrar jóvenes ixiles que razonan su decisión de quedarse en sus comunidades por las miríadas dificultades que se interponen entre el joven y el sueño de llegar al Norte. El miedo a endeudarse es la preocupación más citado por muchos jóvenes. Se dice que los coyotes hoy en día están cobrando alrededor de 55,000 Q (más que $7,000 USD) para llevar a un joven indocumentado al Norte. El precio incluye tres intentos para cruzar la frontera pero no garantiza la llegada. Cada comunidad en la región ixil conoce casos de familias que han embargado casas y terrenos para financiar este costo solo para resultar que el joven no logre cruzar la frontera. Domingo Daniel Cedillo de la aldea Xepiun, Nebaj cuenta que, “No es que no quiero ir (al Norte). Claro que todos queremos ir. Lo que pasa es que no tenemos el dinero y nos da miedo quedar con la deuda.”
También hay jóvenes que consideran que la migración no es la única (ni la mejor) forma de enfrentar las dificultades asociadas con la pobreza. Pedro Cedillo de la aldea Tzalb´al, Nebaj cuenta que su papá vendió la herencia de tierra que era para él y sus hermanos. Sin acceso a un pedazo de tierra, un futuro como campesino deslumbraba difícil. Sin embargo, Pedro aprendió la albañilería, consiguió trabajo en la construcción, y eventualmente ahorró lo suficiente para comprar un pedazo de tierra donde ahora está sembrando árboles frutales para un día heredar a su hija. Según Pedro, “si uno se esfuerza, se puede ver el fruto del trabajo. No es necesario ir al Norte para salir adelante.” Su vecino Felipé Herrera cuenta lo mismo. “Yo aprendí como tejer cortes (faldas usadas por las mujeres ixiles). Con el dinero que gané con los cortes compré una vaca, la crié y cuando la vendí ya pude comprar una parcela de tierra.”
No solo con trabajos fuera de la agricultura se logra un ingreso, sin embargo. Muchos de los jóvenes ixiles campesinos afirman resueltamente que “sí da la tierra.” ¿Pero qué significa el “da”? Una de las imputaciones más repetidas contra la agricultura campesina es que no crea ingreso monetario y que apenas sirve para la subsistencia (sinónimo de retraso en nuestro mundo moderno dominado por la economía monetaria). Gerónimo Sánchez, un joven de la aldea Pexla Grande, Nebaj, explica el “da” así: “Si cultivamos nuestras tierras, siempre habrá maíz, siempre habrá frijol, siempre podemos vivir en la comunidad.”
Es probable que la agricultura campesina en la región Ixil no sea la profesión más rentable en términos económicos (aunque se conocen familias campesinas en la región que ganan mucho más que un “profesional).” Hay jóvenes ixiles, sin embargo, que no ven las cosas solo en términos económicos. Existe todavía otro concepto más campesino y arraigado a una comunidad concreta que explica que significa una vida completa. No hay espacio para profundizar en todas las matices del concepto indígena del Buen Vivir, pero bastará reconocer que existe paradigmas civilizatorias alternativas y ancestrales en el imaginario de la juventud Ixil.
La migración no es un fenómeno nuevo para el pueblo Ixil. Desde hace casi cien años el gobierno de Guatemala obligaba a los campesinos ixiles a punto de fusil de ir a trabajar en las plantaciones de los finqueros europeos de la costa. Arrastrada por la oleada de la llegada de la propiedad privada que significaba la “modernización” del país, el gobierno guatemalteco pasó las “leyes contra la vagancia” equiparando así la agricultura campesina e indígena con la indigencia. Esa “migración forzada” de muchos miembros del pueblo Ixil a la costa gradualmente se volvió costumbre y muchos jóvenes ixiles hoy en día siguen bajando a la costa para la temporada de la corte de café y caña.
Las fincas, sin embargo, son sinónimo de opresión y avasallamiento y muchos jóvenes comparan toda migración con las relaciones de dominación semi-feudal. Agustino Cobo de la aldea Pexla Grande, Nebaj explica su decisión de no migrar al norte así: “No quiero trabajar para otra persona. No quiero ser mozo más. Quiero que mi trabajo sea para mí y si voy a sudar, debe de ser para que mi familia come y no para que come un patrón.” Este deseo de libertad y de trato digno hace que muchos jóvenes ixiles busquen construir sus futuros en sus propias comunidades.
La alta tasa de migración de los jóvenes ixiles al Norte a través de los años ha cambiado drásticamente el ambiente del pueblo de Nebaj. Con las remesas mandadas del Norte, el casco urbano de Nebaj se ha llenado de negocios y hoy parece más una pequeña ciudad de comerciantes que un pueblo callado de agricultores. La imagen del joven migrante es el que regresa con dinero para comprar su terreno, construir su casa y añadir su negocio a las calles ya alborotadas de Nebaj. Sin embargo, no todos alcanzan la altura de este modelo en incluso ha habido casos de suicidio por jóvenes que regresan sin “haber logrado” nada en el Norte.
Cada vez más se ve este “fracaso” de migrantes deportados del norte que regresan con manos vacías y los jóvenes comienzan a darse cuenta que el mítico “sueño americano” es cada vez más difícil de lograr. Agustino Cobo de Pexla Grande comenta que “me parece raro que hay muchos jóvenes de mi comunidad que tienen tierra aquí, no la trabajan, pero se van al Norte buscando trabajo. Primero hay que intentar trabajando aquí antes de ir allá. Muchos se van sin nunca ni siquiera probar la vida campesina.” Conscientes de la inestabilidad de la vida en el Norte y la fragilidad de la economía norteamericana, muchos jóvenes ixiles como Miguel Solis de Pexla Grande consideran que “si el trabajo es trabajo sea donde sea, mejor que quedamos aquí.”
Por último, existen aspectos de la espiritualidad propia de la cosmovisión maya que influyen fuertemente en esta decisión de quedarse en la comunidad y continuar con la vida campesina. La cosmovisión maya es íntimamente relacionada con la tradición agraria del pueblo Ixil; especialmente con el cultivo del sagrado maíz. Felipé de la aldea Tzalb´al lo cuenta así: “Otra razón por qué no queremos dejar de ser campesinos es por miedo de enfermarnos. Nuestros abuelos nos contaron que no se puede comprar el maíz (que se usa para tortillas, base de la dieta). Si se compra el maíz, siempre nos vamos a enfermar. Solo nos mantenemos sanos si cultivamos el maíz que consumimos.” Para muchos jóvenes ixiles que todavía valoran y respetan la cosmovisión milenaria de su pueblo, trabajar la tierra es sinónimo con la salud y la vida en sí.
Por todas estas historias, la Red de Jóvenes Chemol Txumb´al sigue creyendo que la agricultura campesina puede y debe ser un camino viable para la construcción de los futuros de la juventud Ixil. Este año, comenzó a apoyar a 25 jóvenes en sus intenciones de establecerse como pequeños campesinos. Sin embargo, no todo ha sido perfecto. En los primeros 4 meses de este esfuerzo, un joven de la Red ha migrado al norte y otro se fue a buscar trabajo en la ciudad capital.
La juventud es un tiempo donde la paciencia no es la virtud mejor cultivada. Más bien, es un tiempo de apuros y angustias que exigen respuestas y soluciones rápidas. La apuesta del esfuerzo de la Red de jóvenes Ixiles es en ayudar a los jóvenes desarrollar una visión que traspasa el momento para que puedan ver la agricultura campesina como una solución a largo plazo que implica y exige que queden en sus comunidades. Esta visión cada vez más se arraiga en la juventud Ixil.
Por Tobias Roberts
Fuente: Rebelión