La construcción del discurso agroquímico plaguicida
El discurso hegemónico del neoliberalismo globalizado, entre ellos el que promueve el uso de los agroquímicos biocidas, se sustenta en un grado muy significativo en la construcción de legitimidades de los procesos productivos insertos en la lógica tecno-económica que propone y promueve. Esa construcción es lograda en un grado muy importante a partir de las alteraciones, contradicciones, ocultamientos y falacias en los discursos construidos por quienes promueven esos procesos productivos.
La construcción del discurso agroquímico plaguicida.
De la Organización Mundial de la Salud a los territorios
Los daños a la salud y al ambiente que producen esos agroquímicos biocidas son cada vez más percibidos, puestos de manifiesto y confrontados por las personas afectadas y sus organizaciones, los médicos que las atienden, organizaciones de la sociedad civil, algunos centros académicos, algunas instituciones oficiales y algunos medios periodísticos, que articulan, construyen y se sustentan en un discurso de la ética socioambiental y la sustentabilidad de la vida.
Esta confrontación de racionalidades ocurre, se desarrolla y se resuelve favorable o desfavorablemente en el campo de la ecología política, conceptualizada como el estudio de los conflictos de distribución ecológica; de las relaciones de poder y del conflicto político sobre la distribución ecológica y las luchas sociales por la apropiación de la naturaleza. Es el espacio de las controversias sobre las formas de entender las relaciones entre la humanidad y la naturaleza, la historia de la explotación de la naturaleza y la opresión de las culturas, de su subsunción al capitalismo y la racionalidad del sistema-mundo global.
En esta tesis busco dar cuenta principalmente de la construcción del discurso que busca validar y legitimar el uso de los plaguicidas desde el punto de vista toxicológico.
El sistema hegemónico se sustenta en la imposición de relaciones de subordinación entre, por un lado, las empresas productoras de esas sustancias y del paquete tecnológico conformado también por las semillas transgénicas de cultivos resistentes a esos plaguicidas, los sectores económicos que se benefician con su uso, las instituciones del Estado, académicas y profesionales sin independencia de criterio de esas empresas por un lado; y por el otro los sectores de la sociedad que padecen sus consecuencias sociales y ambientales de las decisiones de los sectores que conforman el grupo hegemónico anterior, que los confrontan, que promueven los sistemas agroecológicos de producción, distribución y consumo.
Desde su origen esa subordinación antidemocrática parte de una concepción jerárquica y desigualitaria de la sociedad. Quienes fabrican, comercializan y se benefician con la elaboración y venta de los plaguicidas, participan de la elaboración de los estudios e informes con los que se establecen las clasificaciones toxicológicas de los agroquímicos biocidas, tienen el derecho explícito de realizar y/o contratar a los profesionales que realizarán esos estudios, y también de impedir que se hagan públicos; así como de participar de los grupos que elaboran los proyectos normativos que regulan su uso a nivel nacional y en los territorios locales. Por el otro lado, quienes padecen las consecuencias socioambientales del uso de los agroquímicos biocidas, ya sea en forma directa o por la ingesta con los alimentos que consumen en forma cotidiana, los médicos que los atienden, las organizaciones de la sociedad civil que buscan visibilizar y defender sus derechos, los productores agroecológicos, están impedidos de acceder a los estudios toxicológicos utilizados para su registro, la mayoría de las veces no participan de los grupos donde se elaboran los proyectos de normas ni son consultados.
Planteo las hipótesis de que el discurso que justifica el uso de los agroquímicos biocidas está construido de manera sucesiva por un conjunto de personas físicas y jurídicas integrado por los empresarios que se benefician monetariamente con el sistema productivo que requiere de esos productos, por las asociaciones que los nuclean, las organizaciones internacionales que elaboran discursos que privilegian esos beneficios privados por encima de la satisfacción de las necesidades de la población y de la preservación de los sistemas ambientales; y por las instituciones públicas y académicas de alguna manera vinculadas a esos sectores empresarios, a la vez que omite mostrar los riesgos y daños ambientales, sociales y económicos que su uso genera, sobredimensiona los beneficios sociales y privados, y oculta también las alternativas productivas agroecológicas que no generan esos riesgos y daños.
Que la construcción de la justificación toxicológica (científica, política y jurídica) del uso de los plaguicidas en ese discurso hegemónico se busca a través de la articulación de informes de expertos, investigaciones, normativas y discursos donde se van alterando, contradiciendo, ocultando y falseando los contenidos que pueden interferir en esa legitimación. Los datos de la tesis son esas alteraciones, ocultamientos, conflictos de interés, contradicciones, inconsistencias y falacias detectados a lo largo de la construcción discursiva.
Analizo críticamente esos documentos buscando detectar los principales argumentos que construyen esa justificación en territorios locales de la Provincia de Buenos Aires. Temporalmente, desde principios de la década del 90 hasta 2015.
En el desarrollo de la tesis surge también el discurso contra hegemónico del sistema agroalimentario basado en la producción sostenible y solidaria, que articula la agricultura familiar, la vía campesina y las diferentes formas de la agroecología, y la elaboración y comercialización de cercanía y/o en redes solidarias; y su paulatina consolidación como discurso hegemónico alternativo.
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