La circularidad de la devastación y el despojo
Con insistencia, quienes criticamos este seudosistema empeñado en socializar los costos y privatizar las ganancias sin miramiento alguno para las comunidades o la Naturaleza, nos percatamos de que la telaraña de despojo y devastación es más intrincada y paradójica de lo que suponemos.
DESDE LOS FUEGOS DEL TIEMPO
Columna de Ramón Vera Herrera
Las afectaciones comienzan en las manipulaciones y siguen en invasiones, acaparamientos, destrozos y contaminaciones que con cuentas alegres empresas y gobiernos asumen como si nada.
Podemos ilustrar este punto con la madera de balsa que crece en bosques amazónicos ecuatorianos, aunque hay en otras selvas, y está en auge su explotación por parte de industrias chinas que la utilizan por su ligereza, su flexibilidad y firmeza, para fabricar las propelas de las torres de generación eólica —que hoy se venden como alternativas para la generación de energía del viento.
Este auge comenzó a ser tan visible, que comenzaron a surgir los testimonios de la gente cuyos terrenos fueron usados para sacar madera de balsa en grandes cantidades o que fue contratada para plantarla.
Ante la cauda de irregularidades y agravios de las comunidades afectadas, el 17 de noviembre de 2021 se organizó en Quito, Ecuador, el Tribunal de la Balsa, presidido por Joan Martínez Alier, teniendo como fiscal a Alberto Acosta y que incluyó como comisionados y comisionadas a Ana Castro, Elizabeth Bravo, Gustavo Dutch, Joan Martínez Alier, Larry Lohman, Lizzie Díaz, Pablo Minda, Yuli Tenorio (y quien esto escribe), y como secretaria a Esperanza Martínez.
Personas diversas testificaron en torno al agraviante caso, entre quienes se cuentan Alexandra Almeida, Doménica Mendoza, Felipe Bonilla, Ferdinand Muñoz, Justino Piaguaje, Ivonne Yánez, Martín Criollo, Nathalia Bonilla, Nicolai Reyes, Tamara Artacker, Xavier Solíz y Edison Domínguez, que son gente de las comunidades y también personas que han acompañado los procesos de entendimiento, sistematización y organización de los agravios.
Dice el dictamen del Tribunal de la Balsa: “Desde el 2009, por ley, la economía de China debería ser circular; pero su exponencial crecimiento urbano e industrial demanda de una gran cantidad de materiales y energía, en gran parte importada de países cuyos procesos productivos y extractivos generan graves impactos en el suelo, la naturaleza y las comunidades. A finales de 2019 la capacidad total de energías renovables en China fue de casi 800 millones de kW (30% del total mundial); de éstos, 200 millones de kW fueron de energía eólica. Cada aerogenerador requiere 450 m3 de balsa, y la vida útil es de entre 20 y 30 años. Para que China se vuelva ‘carbono neutral’ e inicie su ‘transición energética’, debe colocar millones de aerogeneradores en su territorio, y lo hará a costa de la balsa del Ecuador. Además China está exportando palas eólicas fuera de su territorio”.
Entonces, resulta que para superar la dependencia de combustibles fósiles se ha incrementado la demanda de energías “alternativas” y se alardea todo el tiempo de que esto contribuirá a solucionar el “cambio climático”.
Ya desde hace unos años llevamos entendiendo en México lo que significa la batería de interminables molinos de viento hiper-tecnificados, de entre 80 y 150 metros de altura, con aspas que pueden tener de diámetro hasta los 80 o 100 metros y que alteran el curso de los vientos a lo largo del Istmo. Ahí hay enconadas luchas contra los molinos desde que se instaló la primera torre en La Venta, en Juchitán de Zaragoza en 1994. En el estado de Yucatán existían ya hace tres años 11 proyectos eólicos: en Tzilam de Bravo con tres fases, y en cada una, respectivamente hay 29, 36 y 16 torres. En Tzimín hay 41 torres, en Tzinanché 72 torres, en Chikzulub 20 torres, en Chacabal 30, en Kanzah kab 125, en Bukzootz 34 y en Progreso 36. Se suman Champotón en Campeche con 62 torres y Cozumel en Quintana Roo con 32.
Lo masivo de la propuesta, la enorme escala industrial a la que quieren operar estos parques eólicos nos hace preguntar, ¿cuál es la racionalidad de interferir en el flujo de los vientos, de las semillas, de los polinizadores, de la migración y errancia de pájaros e insectos, mientras se expulsa a poblaciones enteras para instalar esos parques de energía sustentable?
Si la sociedad civil se ha preguntado todo esto, nunca se pregunta de dónde salen los materiales con que se construyen estas torres, en parte metálicas, con minerales difíciles de conseguir para las baterías, y que tienen aspas de madera de balsa. Todo lo anterior sigue siendo extractivo y nada sustentable.
Dice el dictamen del Tribunal de la Balsa: “El Ecuador ha sido tradicionalmente el primer exportador de balsa del mundo, que está en manos de pocas empresas, algunas extranjeras que controlan tanto las grandes plantaciones de balsa como el comercio internacional, y que buscan reorganizarse para aprovechar este boom de esta madera. Las exportaciones de balsa a China han significado también un incremento en la importación de equipos chinos para el secado y procesamiento de este material. Desde mediados de 2019 en todos los rincones donde crece o puede crecer la balsa se han producido transformaciones importantes: en las zonas boscosas tropicales y subtropicales se ha desatado un extractivismo incontrolado de madera de balsa, mientras que en fincas campesina y chacras indígenas, se está produciendo una conversión de territorios destinados a la soberanía alimentaria, a monocultivos de balsa. El extractivismo balsero afectó a territorios indígenas amazónicos, áreas protegidas como la Reserva Faunística Cuyabeno y el Parque Nacional Yasuní; a bosques en las estribaciones de la Cordillera de Los Andes, las zonas boscosas de Manabí, Esmeraldas y otras zonas del país. También se ha traído madera de balsa de las zonas fronterizas amazónicas de Perú y Colombia”.
La tala ha afectado las poblaciones naturales de balsa y ésta comienza a desaparecer de algunas regiones de la selva. Las comunidades mismas dicen que se está alterando la estructura del ecosistema, porque al tumbar balsa se llevan de paso otras maderas finas.
Así, en la cuenca del Río Villano en la Amazonía sur, en los territorios Kofán y Seicopai en el norte de la Amazonía, la devastación cunde y las actividades propias de los pueblos también se ven gravemente afectadas. “Para la nación Seicopai la balsa tiene también usos tradicionales como fibra para la elaboración de alimentos. La balsa sirve para transmitir conocimientos de los padres a los hijos, por ejemplo en la construcción de canoas. La balsa forma parte de la sucesión natural: ‘De la balsa nace el primer hijo’. Con ella se inicia el proceso regenerativo de la chakra. Como está en la orilla de los ríos, el fruto y la semilla de la balsa sirven de alimento para peces y aves. Esto cambió cuando se empezó a sacar masivamente la balsa y se instalaron aserraderos, y se inicia el monocultivo; con esto se pierde la función de la balsa como formador de suelo, porque no es apta para el monocultivo”.
En el caso de las comunidades kofanes, no utilizan la balsa como madera “sino por sus propiedades medicinales, para facilitar el parto y para males relacionadas con la gastritis. Las autoridades tradicionales presentaron una queja al Ministerio del Ambiente, pero éste permitió a las empresas sacar la madera de balsa, sin el permiso de la comunidad. El balseo fue tan intenso que se acabó con las plantaciones silvestres”.
La Fundación Alejandro Labaka ha estado monitoreando en la provincia de Orellana la situación entre las poblaciones en “aislamiento voluntario” como son los tagaeri y los taromenane, y la tala ilegal ha crecido enormidades, en particular en la Quebrada del Lobo (en la frontera con Perú), “donde se han encontrado campamentos madereros”. Aunque se ha solicitado la intervención de las autoridades, éstas no frecen respuesta.
Dice el Tribunal de la Balsa en su dictamen: “Es innegable que la destrucción del tejido comunitario es efecto directo del auge de la tala y venta de balsa en Ecuador, logrando en un mismo proceso romper la fuerza de la chakra y cambiarla en algunos casos por el monocultivo de balsa, transgredir los ordenamientos internos que prohíben el desmonte del bosque virgen, y fragmentar a las comunidades entre unas que se ven arrastradas a vender balsa para subsanar sus enormes carencias y otras que sienten su territorio y su comunidad afectada. Esto, en aras de una supuesta promoción de energía sustentable que en realidad está invadiendo y expulsando a comunidades en otros lugares por la invasión de cientos de masivos molinos de viento posibilitados por esa otra destrucción originada en Ecuador y aprovechada por China”.
No importa que sean áreas protegidas como el Parque Nacional Yasuní, donde las mismas empresas petroleras, aprovechando la vía Auca y la vía Zorro, están sacando madera. “La documentación evidencia el total descontrol que impera en la zona. En marzo 2021 se encontró nuevas evidencias de tala de balsa, junto con cadáveres de animales, municiones, ropa abandonada, y se evidenció tráfico de vida silvestre”. Igual ocurre en la Reserva faunística Cuyabeno (territorio del pueblo siona), en la Biosfera Chocó Andino, en el norte de Esmeraldas, territorio de los pueblos afro, awá y chachi, donde los estándares de vida son de los más bajas del país. “Ahí proliferan nuevas plantaciones de balsa desplazando bosques naturales y cultivos alimenticios, a través de contratos poco transparentes en los que los campesinos plantan balsa, poniendo su trabajo, su tierra e insumos necesarios en las plantaciones forestales, y a cambio reciben pagos a los 3 o 4 años, cuando se coseche la balsa. Esto se suma a las múltiples problemáticas que se dan en esta zona (minería, monocultivos de palma), que han destruido vastas zonas de bosques originarios”.
En otras regiones, como Manabí, se está produciendo incluso la erosión del suelo y hay grandes deslaves en las zonas de ladera. Se han perdido cultivos y casas. La transformación de bosques biodiversos a plantaciones de balsa es muy acelerada.
En Pangua, provincia de Cotopaxi, en la serranía ecuatoriana, la proliferación de plantaciones de balsa es también alarmante.
Los testimonios de la gente nos dejan perplejos al constatar las contradicciones enormes en los que meten a la población al obligarla a sembrar balsa en plantaciones mientras deforestan sus bosques, riquísimos en biodiversidad. Esta complejidad está acicateada por la enorme explotación de los recursos, la guerra al campesinado, el abandono de los gobiernos a sus poblaciones, y la pobreza que es mala consejera cuando no hay una fuerza comunitaria que les permita resistir el embate de las empresas, coludidas con los militares y con el gobierno, y en medio de una campaña mundial en pos de soluciones tan necesarias ante el cambio climático.
Dice el Tribunal: “Estamos frente a un caso en el que, para superar la dependencia de los combustibles fósiles se ha incrementado la demanda de energías alternativas como solución al cambio climático. Sin negar la importancia de superar dicha dependencia constatamos que muchas de estas energías tal como están siendo concebidas y desarrolladas, comienzan a generar otros problemas y han dejado de ser sustentables. Por esa razón, con la creciente demanda de madera de balsa para impulsar la energía eólica se está poniendo en peligro el territorio de pueblos y comunidades, la soberanía alimentaria local, se está generando violencia local y se vulneran los Derechos de la Naturaleza”.
La circularidad es brutal: para “subsanar su economía”, China se embarca en promover la explotación de madera de balsa “en algún sitio” (que resultó la Amazonía ecuatoriana, que servirá para elaborar torres eólicas que, en gran cantidad, configuran verdaderos parques o “bosques de aerogeneradores” que trastocan todo el ecosistema donde se instalan, afectan los vientos y matan múltiples poblaciones de animales voladores, semillas y polen, además de expulsar a las poblaciones donde las empresas deciden asentarse. La energía renovable se vuelve “sustentable”, desgraciando a zonas enteras de biodiversidad y naturaleza en Ecuador, al tiempo que arrincona aún más a los pueblos y nacionalidades que han vivido en sus territorios por milenios, orillándolos a contribuir a la destrucción de sus propios entornos de subsistencia.
Como en tantos otros rubros, la circularidad de la devastación es inconmensurable y desastrosa.
El Tribunal de la Balsa ha contribuido a visibilizar un problema y a plantear cuestiones acuciosas ante los ojos de las autoridades y la opinión pública en el intento de hacer justicia a las poblaciones, comunidades y pueblos de Ecuador, y a la naturaleza que requiere de equilibrios urgentes para no colapsar.
Descargá el dictamen completo del Tribunal de la Balsa aquí.
Fuente: Desinformémonos