Globalización y OGMs, por Tam Hayden
Con la finalización de la guerra de Irak, la guerra de la globalización se está iniciando nuevamente en torno al comercio, esta vez con respecto a los alimentos genéticamente modificados
George W. Bush está atacando una vez más a la "vieja Europa" por estar negando alimentos a los africanos que se mueren de hambre. Estas declaraciones fueron hechas después de que varios países africanos negaron aceptar la ayuda de los E.E.U.U. en forma de alimentos genéticamente modificados por temor a que estos contaminasen sus propios cultivos, haciéndolos invendibles en Europa. Y una vez más los Estados Unidos se opone a una decisión de las Naciones Unidas, esta vez al protocolo de Bioseguridad de Cartagena, firmada por más de 100 naciones, el cual establece normas para regular a los OGMs.
El representante comercial de Bush, Roberto Zoellick, ha puesto una demanda oficial ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) en contra de las políticas europeas que favorecen el etiquetado de los productos genéticamente modificados. Zoellick afirma estar perdiendo la paciencia con esos consumidores europeos quisquillosos que expanden miedos sin fundamentos acerca de los recién desarrollados OGMs. ?¿Resultarán ser los granjeros independientes y los consumidores estadounidenses los siguientes en ser tachados como "incautos"? Probablemente no si la pregunta fuera: ¿hay derecho a saber qué contiene el alimento que uno consume?
Las autoridades estadounidenses estuvieron muy irritadas por las duras críticas en la Reunión de las NNUU en junio del 2002 en Roma, la cual hacía un llamado para disminuir el hambre mundial a la mitad para el 2015, es decir, de 800 millones a 400 millones. El Secretario general de la Naciones Unidas, Kofi Annan, desea doblegar la ayuda a las naciones pobres, pero Estados Unidos no está cumpliendo con su parte al destinar apenas 0,13 por ciento de su producto nacional bruto, es decir, un tercio de la contribución europea. Además, la administración Bush insiste que los países que reciben la ayuda deben aceptar la desregulación, la privatización y la importación de alimentos genéticamente modificados provenientes de los agricultores y corporaciones estadounidenses.
"Ya sea para bien o para mal nosotros teníamos razón," es el enigmático comentario de la Secretaria de Agricultura de E.E.U.U., Ann Veneman, respecto a los intentos de la última década de forzar la entrada de OGMs en el mercado sin el etiquetado o las pruebas adecuadas. En la agencia agrícola estatal de California, la cual fue dirigida por Veneman antes de que se convirtiera en la persona central de Bush para la biotecnología, todavía existe una posición unánime del personal de revisar 350 aplicaciones para proyectos biotecnológicos cada año.
Veneman, fue directora de Calgene (absorbida por Monsanto y ahora parte de Pharmacia), una compañía que anunció el primer alimento del mundo genéticamente modificado, el tomate Flavr Savr. Quitando un gen "que acelera la degradación de la pulpa del tomate," Calgene ofreció una maduración química que haría posible una mayor duración del sabor hasta que el producto llegue a los estantes más distantes. Pero entonces el activista anti-biotecnología, Jeremy Rifkin, movilizó a la opinión pública, y la sopa Campbell fue sacada de un acuerdo para utilizar los tomates y el proyecto Flavr Savr fue abandonado.
Al igual que Zoellick, la industria culpabiliza a los consumidores por caer en lo que comúnmente denominan "tecnofobia ambiental." Los exportadores de maíz de E.E.U.U., como Monsanto, dicen perder $300 millones anuales debido a la resistencia de Europa a OGMs no etiquetados. Pero la "fobia" aumenta por la suspicacia lógica de que una industria se opone a las etiquetas porque seguramente oculta algo. Si no fuera así, ¿por qué negaría a los consumidores su derecho a una opción informada en el mercado?
Además de oponerse al etiquetado, Veneman está haciendo campaña contra cualquier forma de aceptación del "principio precautelario" por parte de los organismos internacionales. El principio precautelario, una vez endosado por la experta ambiental de Bush que renunció recientemente, Christine Whitman, permite a los países regular la introducción de pesticidas y OGMs en base a estudios de riesgo que consideran "mejor prevenir que lamentar". El principio, incorporado en la Propuesta 65 de California, adoptada en 1986, obliga a las corporaciones demostrar que un producto químico dado no es cancerígeno.
Como un ejemplo actual de los peligros de la biotecnología no regulada, las autoridades federales están gestionando la aprobación de una especie transgénica de salmón atlántico con hormonas que le hacen crecer cinco veces más rápido de lo normal. (Otros tienen genes anticongelantes para permitirles habitar en las aguas heladas del océano.) Dicho proyecto ha levantado protestas por parte de los pescadores comerciales, que creen que el Frankenfish, más grande, diezmará a las especies silvestres de salmón que poseen una herencia genética invaluable de miles de años. Para no perder la posta en el novedoso mercado, incluso existen planes para crear peces que brillan en la oscuridad y que cambian de color.
A pesar del fracaso del Flavr Savr y del temor hacia el Frankenfish, las prescripciones corporativas estadounidenses serían tomadas más en serio si Estados Unidos fuera un modelo de seguridad alimentaria. Hoy en día 36 millones de norteamericanos no tienen suficiente alimento, principalmente debido a la pobreza.
Anuradha Mittal de la organización ?Food First?, recalca que la llamada Revolución Verde de los años 70 y 80 aumentó en cierta medida la producción de alimentos pero no redujo el número de personas con hambre si las cifras excluyen a China, donde se redujo el hambre, sobre todo gracias a reformas agrarias estatales. En algunas aldeas de su India nativa, dice ella, cada agricultor ha vendido un riñón para poder alimentar a su familia, y algunos, en su desesperación, se han suicidado debido al consumo de los pesticidas que les dijeron utilizar en sus cultivos. Asimismo Mittal se muestra escéptica con respecto a una revolución corporativa biotecnológica. El estado de Punjab, se lamenta ella, produce alimentos para mascotas de Europa y el estado de Haryana cultiva tulipanes de exportación para pagar la deuda externa en lugar de promover la agricultura local.
Aunque algunas organizaciones se inclinan para que haya una mayor desregulación en el intercambio de nichos comerciales, el consenso es cada vez mayor entre los países del Sur: resistencia a los planes de introducir OGMs como una de las condiciones de ayuda alimentaria (o de ayuda del VIH) y para prevenir cualquier extensión del control de la OMC. Se está originando una contracorriente frente al "Consenso de Washington", especialmente en América Latina, donde el 44% vive en la pobreza y el número de desempleados se ha duplicado en diez años. En Brasil miles de miembros del Movimiento Sin Tierra producen su propio alimento ? aplicando el principio precautelario -- mientras ocupan los campos en una tácita alianza con el nuevo presidente, Luiz Inácio "Lula" da Silva. Su ejemplo se está expandiendo.
La lucha contra alimentos transgénicos es una parte importante de la batalla en contra de los esfuerzos de E.E.U.U. de imponer su política en todos los aspectos del comercio internacional y del desarrollo. ¿Posee Estados Unidos el poder suficiente para imponer términos comerciales favorables a sí mismo a los 34 países latinoamericanos con 800 millones de personas que producen $11 trillones en bienes y servicios? Eso es lo que se luchará en Cancún y Miami. Estén atentos: El imperio se está renegociando.
Fuente: The Nation, USA
http://www.thenation.com/doc.mhtml?i=20030623&s=hayden