Finalmente, ¿cuál es el "suave veneno" de los transgénicos?. por Fátima Oliveira

"Teniendo en cuenta la ignorancia de la ciencia, no podemos permitir que los transgénicos pasen a formar parte de nuestra alimentación tal como los productos alimenticios que provienen de la naturaleza"

Revista Mujer Salud Nº 3 del 2000 (setiembre-octubre)
http://www.reddesalud.web.cl
25-1-01

Resumen

Los transgénicos, organismos que por manipulación genética tienen agregado a su patrimonio genético genes de otros organismos y transmiten tales modificaciones a su descendencia, puesto que la transgénesis es germinativa, según la prensa mundial constituyen el “último gran debate del siglo”. En Brasil, en particular, ha movilizado a sectores significativos de la comunidad científica y se trata de una discusión que se popularizó mucho en el año 1999, sobre todo por las movilizaciones realizadas en contra de la decisión de la CTNBio -Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad- que autorizó la plantación y, consecuentemente, la comercialización y consumo de “soya de Monsanto”, sin exigir un Estudio de Impacto Ambiental. El artículo aborda de forma didáctica desde la “fabricación de la primera planta transgénica (1983); analiza el fenómeno de la “humanización” de animales vía transgénesis; indaga y reflexiona acerca de si queremos alimentos modificados genéticamente y a cambio de qué; expone la sucia guerra comercial de las semillas y de las patentes y especula sobre la esperada “caja de sorpresas” que probablemente la dialéctica de la Naturaleza nos reserva, puesto que es de dominio popular y científico que nadie agrega a la Naturaleza impunemente. La autora afirma que, aunque hay una difundida hipótesis de que los transgénicos son intrumentos de combate contra el hambre, esta es falsa, y se basa sobre todo en la lecciones de la llamada Revolución Verde. Concluye con un alerta: los impactos de los transgénicos sobre el medio ambiente y la salud humana son aún una incógnita.

Las manipulaciones genéticas contemporáneas consisten en la adición, sustracción (destrucción), sustitución, mutagénesis, desactivación o destrucción de genes.

El vocablo transgénico fue utilizado en 1982 por Gordon y Ruddle, época en que en Estados Unidos fueron dados a conocer los camotes gigantes “fabricados” por Palminter Brinster y Hammer. En 1983 fue creada la primera planta transgénica.

La transgénesis es una biotecnología aplicable en animales y vegetales que consiste en adicionar un gene, de origen animal o vegetal, al genoma que se desea modificar. Se denomina transgene o gene adicional. El transgene pasa a integrar al genoma huésped y el nuevo carácter dado por él es transmitido a la descendencia. Lo que significa que la transgénesis es germinativa.

La ingeniería genética, al transferir genes entre especies diferentes, quebró la frontera entre las especies. La transgenicidad, como cualquier otra biotecnología creada por ingeniería genética, elimina las fronteras entre las especies al posibilitar que cualquier ser vivo adquiera nuevas características o de los vegetales, o de los animales o humanas. Un hecho de esta importancia con certeza provocará innumerables alteraciones en la vida biológica, social, política y económica en el ámbito mundial, ya que es un hecho irrefutable que las biotecnologías con estas características conllevan un enorme potencial de desequilibrio de los micro y macro ecosistemas.

No es difícil reflexionar un poco sobre la dialéctica de la naturaleza. ¿Cuál es el impacto y cómo reaccionará la naturaleza frente a simientes resistentes a la acción de pesticidas y enfermedades? Lo que se espera es que tarde o temprano, en un proceso de selección, las semillas creadas genéticamente eliminen a aquellas naturales y también se puedan mezclar, vía polinización, los vegetales naturales generando especies estériles o, a lo menos, debilitadas.

“Dan Quayle, ex vicepresidente norteamericano, en mayo de 1992 señaló: ‘Estados Unidos ya es un líder mundial de la biotecnología y queremos mantener ese liderazgo'. Hizo esa declaración al anunciar la nueva reglamentación para alimentos biogenerados. Se concluyó que esos alimentos deben ser reglamentados tal como los productos comunes, puesto que hay cierto consenso en la comunidad científica de que no implican riesgos.

Por su parte, Alain Schlesser, director de la empresa francesa Prince de Bretagne Biotechnologie, (Saint-Pol-de-Léon), manifestó: ‘No se debe trazar una demarcación nítida entre las técnicas tradicionales de selección y las técnicas de ingeniería genética… Hay un continuum. Se puede agregar que la biología molecular es más segura que la selección tradicional… En el caso de una planta transgénica, conocemos su posición en el cromosoma y podemos seguir sus efectos en la alimentación humana…'.

En los años 90, prácticamente no existieron controversias entre los científicos acerca de la seguridad de los alimentos creados genéticamente o de probeta. En el hecho, determinada proteína es siempre la misma en cualquier ser vivo. El producto es el mismo en cuanto a la composición química, tanto in natura como fabricado artificialmente. Pero las mayores dudas están en los procesos de fabricación. La seguridad del producto no significa que los procesos que le han dado origen no impliquen riesgos ecológicos. Nadie sabe cómo la dialéctica de la naturaleza responderá a todo eso. Este es un gran problema1.

El fenómeno de la “humanización” de los animales vía transgénesis

En la industria agropecuaria la transgénesis es utilizada para acelerar el crecimiento, aumentar el peso, para la “fabricación” de sustancias útiles, en general remedios raros y caros, en la “humanización” de animales para transplantes en seres humanos, etc. Los animales transgénicos tienen adicionado a su patrimonio genético genes humanos con la finalidad de imitar el funcionamiento del organismo humano. Son de mucha utilidad en la investigación básica, y hay algunos animales transgénicos que llegan a los límites de la rareza y parecen juguetes para la diversión de algunos científicos.

“Polly, la ‘oveja humana’ (1997), transgénica de un ser humano, es una bomba biológica. Las células que dieron origen a ella fueron infectadas a propósito con el “mal de la vaca loca”.

Dolly fue un éxito en los medios de comunicación y casi consiguió reeditar a los Tribunales de la Santa Inquisición. Polly no mereció las mismas deferencias de espacio en la prensa que fueron dispensadas a Dolly, que por lo menos mereció una declaración de la Santa Sede. Lo que es una contradicción pues en el aspecto de bioseguridad Dolly es casi inofensiva en tanto que Polly es, en lo fundamental, una bomba biológica de la bioingeniería. Veamos por qué:

Polly es una oveja transgénica, literalmente un monstruo genético, una posible biofábrica de proteína alfa-1-antitripsina. Se dice también que sus hermanas fueron “programadas” para fabricar fibrinógeno y proteína C activada. Los citados productos útiles (y son útiles cuando son oriundos de fuentes limpias) son inutilidades terapéuticas, pues las células que originaron a las “ovejas humanas” son provenientes de células que fueron infectadas, a propósito, con el “mal de las vacas locas”. Estamos, por lo tanto, frente a un horror genético pues sabemos que el Síndrome de Creutzfeldt in natura es temible… ¿qué será manipulado en laboratorio de ingeniería genética?…

Parece que no hay un respaldo ético en las sociedades contemporáneas para algo que aun siendo un derecho individual -investigar, por ejemplo- tenga posibilidades concretas de causar mal en otras personas. Aquí cabe preguntarse si todo el alarde de los medios de comunicación durante varios meses de 1996 sobre el mal de las vacas locas, sería verdadero o no2.

¿Queremos alimentos transformados? ¿A cambio de qué?

En el mundo vegetal, los cambios transgénicos de mayor importancia han sido: plantas resistentes a los herbicidas, a los virus y al estrés abiótico; maduración retardada de frutas; alteración de la calidad nutricional o del sabor; fabricación de plantas insecticidas; aumento de la producción de sustancias útiles; producción de plantas ornamentales exóticas, de plantas biorreactoras y búsqueda de un camino que elimine la necesidad de fertilizantes.

En Brasil el debate actual sobre los transgénicos tuvo como detonante la soya de Monsanto que posee un gene que la hace resistente al herbicida Roundup Ready (RR), fabricado exclusivamente por Monsanto, la que fue aprobada, intempestivamente, para su comercialización y, consecuentemente, para el consumo humano, por la CTNBio que no exigió estudios de impacto ambiental3.

¿Qué podemos pensar de instituciones gubernamentales cuyo objetivo es garantizar la bioseguridad que, sin embargo, se arrogan el derecho de no demandar estudios de impacto ambiental de productos cuyos efectos en la salud humana son aún una incógnita, tan solo porque la mayoría de sus miembros se siente detentora del monopolio del saber? A lo menos la CTNBio cometió una imprudencia y debe ser responsabilizada por ello.

El día 18 de junio de 1999 el juez federal Antônio Souza Prudente, de la 6ª Vara de la Sección Judicial del Distrito Federal determinó, como medida cautelar, que la plantación comercial de la Roundup Ready esté en suspenso en todo el país. La decisión del juez fue una respuesta a la acción impulsada por el Instituto de Defensa del Cosumidor (IDEC), el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (IBAMA), y por la ONG Greenpeace. Tal medida asegura que la soya de Monsanto no podrá ser vendida hasta que el gobierno defina las reglas de bioseguridad y la rotulación de los organismos genéticamente modificados, y Monsanto realice Estudios de Impacto Ambiental (EIA) y los resultados demuestren que su producto no causa daños al medio ambiente ni a la salud de las personas.

La sucia guerra comercial de las semillas, de las patentes…

Ampliando la reflexión hacia los riesgos ecológicos en general, para el medio ambiente y para la salud humana, la principal consecuencia cruel es de orden económico pues si hay una plantación de soya que exige un tipo específico de insecticida que solo es fabricado por una única empresa es obvio que se creó un privilegio económico que se configura como un callejón sin salida al beneficiar solo a aquella empresa, que a su vez tendrá a todos a sus pies.

Desde el punto de vista de la ética de las relaciones estrictamente comerciales, esto es algo inadmisible pues crea a consumidores en una condición de “esclavitud”. Asimismo, en tanto se considera que la etiqueta es necesaria para el mercado, también aquella se trata de una conducta predatoria y antiética que debe ser prohibida en la medida en que el mercado, según sus ideólogos y defensores, tiene como finalidad regular las relaciones económicas y no crear mercados cautivos.

Las empresas agrobiotecnológicas lograron patentar sus simientes creadas por ingeniería genética de una forma draconiana: el agricultor no compra las semillas, solo paga el derecho de uso de las mismas para la cosecha. Y para prohibir una replantación, algunas empresas ya están fabricando semillas “suicidas”, es decir, alteradas genéticamente para producir una cosecha infértil.

En Estados Unidos Monsanto ya acudió a la justicia contra agricultores que replantaron semillas de su zafra de transgénicos. La multa estipulada para quien replanta transgénicos en Estados Unidos es de un millón de dólares. En respuesta a esto, en abril de 1999 agricultores norteamericanos entraron en un proceso con el Departamento Antimonopolio de Estados Unidos para acusar a Monsanto.

“Según estimaciones, en el año 2000 el mercado mundial de semillas moverá un total cercano a 28 mil millones de dólares, de los cuales 12 mil millones provendrán de simientes creadas genéticamente. En 1990, cuando las ventas alcanzaron a 13.600 millones de dólares, las semillas híbridas (manipuladas) patentadas correspondieron a 6 mil millones, o sea, casi un 45% de dicho movimiento.

El gran mito que implican las simientes seleccionadas es el de alta productividad, calidad que estaría intrínsecamente asociada a ellas según dicen sus defensores. Nada más falso. Su gran productividad deriva de la capacidad de absorber tres o cuatro veces más fertilizantes en la medida que estén bien irrigadas. O sea, ellas no valen nada sin fertilizantes e irrigación abundante.

Otro mito afirma que esas simientes son más resistentes a las plagas. Pura ilusión. El hecho es que se ha intentado la elaboración de semillas mejores, con más calidad que aquellas entregadas por la naturaleza, inclusive en aquello que se refiere a derrotar plagas. Aumentan las investigaciones sobre biopesticidas de primera y segunda generación. También se busca, exhaustivamente, un medio para lograr que las plantas fabriquen sus propias defensas o venenos.

De las 25 mayores empresas de simientes del mundo, cinco se encuentran entre las siete más grandes industrias de pesticidas. Son empresas con especificidades refinadas y muy selectivas: solo producen semillas que resisten, exclusivamente, a los pesticidas que ellas mismas fabrican. De esta forma, el comprador de dichas semillas se ve obligado a adquirir también un “herbicida específico” y reguladores de crecimiento, de lo contrario corre el riesgo de perder la cosecha4.

Caja de sorpresas

También se ha señalado que la ingeniería genética puede producir alimentos libres de fertilizantes. En este caso, bastaría inocular en las plantas genes capaces de aumentar la fijación del nitrógeno. Tal vez sea verdad, pero persisten muchas dudas.

¿Cuáles son las consecuencias de esa práctica en el balance de nutrientes del suelo? Aunque ya se conoce gran parte de las etapas de fijación del nitrógeno, es innegable la complejidad del proceso, toda vez que implica aspectos referidos al equilibrio ambiental, al macro y microsistema. Todo eso podrá transformar la naturaleza en una caja de Pandora y traer complicaciones nunca imaginadas.

En este escenario de conquistas y dudas, la academia del área botánica se revitaliza y gana un estatus envidiable, de gran prestigio, en la medida que se habilita para preservar las especies e incluso generar nuevas variedades adaptables a diferentes medioambientes”5.

Falsa hipótesis de que los transgénicos combaten el hambre: lecciones de la Revolución Verde

“Jacques Diouf, director general de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), defiende esas técnicas, argumentando que ellas ayudan a acabar con el hambre de 400 millones de personas en el mundo entero”6. Es lamentable que la FAO no haya aprendido nada a partir de las lecciones ligadas a la llamada “Revolución Verde”.

Al final de la década de los años 60, la Revolución Verde anunciaba el fin del hambre. Alardeaba con el mejoramiento de los vegetales destinados a la alimentación y con las supersemillas que asegurarían una alta productividad.

La Revolución Verde fue una política agrícola elaborada por Estados Unidos y exportada a los países pobres y en desarrollo. Significó la apertura y la ampliación de amplios mercados -para los norteamericanos- en los sectores productores de semillas, fertilizantes, pesticidas y maquinaria. Fue presentada al mundo entero como un programa de “ayuda humanitaria” de la ONU, para perfeccionar y aumentar la productividad agrícola y, así, combatir el hambre. Se trabajó con la divulgación de plantas mejoradas por la genética convencional.

El Banco Mundial financió la implantación de esa política, y las deudas externas de los países “ayudados” crecieron impresionantemente. Bajo la fachada de la ONU, y aprovechándose de la ingenuidad de gran parte de los científicos, Estados Unidos difundió un espejismo. Parecía que la senda de los milagros había sido encontrada, pero los resultados prácticos de esa “revolución” no fueron para nada animadores. Demostraron que el problema del hambre es mucho más una cuestión de política que de producción agrícola en sí.

Los actuales acontecimientos técnico-científicos indican la posibilidad de aumento de la producción agrícola, pero millones de personas continúan muriendo de hambre. Hay que pensar en el caso de Brasil, con crecientes huestes de mujeres y hombres hambrientos y miserables. Esto comprueba que la causa del hambre no reside en la escasez de alimentos y sí en la apropiación privada de los alimentos en manos de unos pocos. Consecuentemente, bajo el capitalismo, las corrientes de solidaridad para luchar contra el hambre, por más bien intencionadas, justas e incluso necesarias que sean, siempre se mostrarán incapaces de vencer al hambre.

A pesar de haber generado conocimientos científicos importantes, la Revolución Verde nos legó desastres ecológicos y sociales, la disminución de la producción general de alimentos, el aumento de nuevas variedades de plagas, la extinción de cereales, oleaginosas y leguminosas. Significó una gran penetración del capitalismo en el campo y la introducción del proceso de sustitución de la agricultura de subsistencia, y sus variados cultivos, por el monocultivo de cereales. Y el abandono de la policultura trajo la disminución de la diversidad genética y la subordinación de los agricultores a la agroindustria, pues las super simientes solo alcanzan, de hecho, una alta productividad con el auxilio de abonos químicos, herbicidas y pesticidas.

En lo que se refiere a las manipulaciones genéticas vegetales, lo que debe ser combatido hoy no es el proceso en sí, sino su monopolización y uso indebido, tanto político como ecológicamente. El aspecto central apunta, en especial en Brasil, a la urgencia de una reforma agraria antilatifundista. Necesitamos un programa de desarrollo agrario que tenga como objetivo la reorganización de la producción rural e incluya el acceso a las agrobiotecnologías aplicables a las necesidades de cada lugar, inclusive la utilización de manipulaciones genéticas, siempre que sean necesarias y seguras. También es imperativo que se desmienta el mito de que todo lo que no proviene de esos nuevos saberes no sirve o está fuera de moda7.

Impactos ambientales y en la salud humana: todavía una incógnita

Los impactos ambientales y sobre la salud humana de los transgénicos aún no han sido establecidos de acuerdo a leyes elementales de bioseguridad, por lo tanto es necesario poner en duda la tan propalada inocuidad de los mismos, puesto que las evidencias de los males que implican son un hecho. Por ejemplo, el frijol transgénico de EMBRAPA -que contiene un gene de un tipo de castaña (castanha-do-pará)- al ser probado en Estados Unidos causó reacciones alérgicas.

Investigaciones realizadas en 1998 por el médico escocés Arpad Pusztai demostraron que las papas transgénicas con genes que producen lectina (proteína que destruye las células del sistema imunológico) pueden modificar el metabolismo humano. Durante cien días alimentó a ratas con papas creadas por ingeniería genética, productoras de lectina, y sus resultados fueron: retardo del crecimiento y menor resistencia a infecciones al ser comparadas con ratas alimentadas con papas naturales.

En el medio ambiente, las simientes modificadas pueden provocar desequilibrios. Por ser más resistentes a la acción de pesticidas o enfermedades, existe el riesgo de que ellas, en un proceso de selección, eliminen a las semillas naturales. O incluso que se mezclen con otras, vía polinización, creando especies debilitadas o estériles. “En el caso de la soya transgénica en Brasil, por ejemplo, señala Jeremy Rifkin, la planta, resistente a herbicidas, puede llegar a provocar una polinización de plantas dañinas. Estas plantas alteradas solo serán descubiertas años después, cuando representen una seria amenaza a las cosechas, puesto que serán resistentes a los herbicidas. Cuando eso ocurra, el seguro contra catástrofes ofrecido por Monsanto ya estará vencido y no se podrá responsabilizar a nadie por el perjuicio8, 9.

Y Claudine Guérin-Marchand, responsable de la investigación de CNRS, del Instituto Pasteur, de París, señaló: “La introducción de nuevos genes en una planta puede conducir a fenómenos desconocidos y poco previsibles; aparecimiento de nuevas alergias o toxicidades, y aumento de la toxicidad natural. Los riesgos relacionados con la presencia de genes de resistencia a antibióticos aún son controversiales. Tenemos pocos datos sobre este problema y ninguna conclusión”10.

Considerando los argumentos mencionados y tomando en cuenta que Austria y Grecia prohibirán las plantaciones experimentales de transgénicos en sus territorios, el Comité Ambiental del Parlamento Europeo estudia una moratoria para los transgénicos. Redes de supermercados como Tesco y Carrefour, ya anunciaron que no tendrán productos transgénicos y sus derivados en sus estanterías. Nestlé, asimismo, está siendo presionada por consumidores en varios países del mundo para que asuma el compromiso de no utilizar transgénicos en sus productos.

Según las declaraciones del entonces presidente de la CTNBio, Dr. Antônio Carlos Barreto, al Correio Brasiliense en julio de 1998, la medición del impacto de la soya transgénica en la salud humana tendrá como cobayas a las personas en general11.

Cabe recordar que desde octubre de 1996 Brasil posee la Resolución 196/96 Sobre Investigaciones en Seres Humanos, que contradice la intención del Dr. Antônio Carlos Barreto: “Todo procedimiento de qualquier naturaleza que incluya al ser humano, cuya aceptación no esté aún consagrada en la literatura científica, será considerado como investigación y, por lo tanto, deberá obedecer las directrices de la presente Resolución. Los procedimientos referidos incluyen, entre otros, los de naturaleza instrumental, ambiental, nutricional, educacional, sociológica, económica, física, psíquica o biológica, sean ellos farmacológicos, clínicos o quirúrgicos y de finalidad preventiva, diagnóstica o terapéutica”. (III. Aspectos éticos de la investigación que incluye a seres humanos. III.2).

Por lo tanto, tomando como base la experiencia de haber participado del Grupo Ejecutivo de Trabajo que elaboró la Resolución 196, la liberación para el consumo humano de los transgénicos en general en Brasil debe antes obedecer a la Resolución 196. Veamos: “La investigación en cualquier área del conocimiento que incluya a seres humanos deberá observar las siguientes exigencias (…) b. Estar fundamentada en la experimentación previa realizada en laboratorios, animales o en otros hechos cieníficos”. (III. Aspectos éticos de la investigación que incluye a seres humanos. III. 3 b).

Soy de opinión de que, teniendo en cuenta la ignorancia de la ciencia, no podemos permitir que los transgénicos pasen a formar parte de nuestra alimentación tal como los productos alimenticios que provienen de la naturaleza.

Notas

* Esta es una actualización del artículo que con este nombre fue publicado en la revista O Mundo da Saúde, Año 23, Vol. 23, Nº 5, septiembre/octubre, 1999, p. 280-285, São Paulo, SP, Brasil.

* * Fátima Oliveira es médica. Ha sido becaria de la Fundación MacArthur (proyecto Divulgação e Popularização da Bioética: direitos reprodutivos). Pertenece a diversas organizaciones tales como la União Brasileira de Mulheres, Comissão de Cidadania e Reprodução, Rede Nacional Feminista de Saúde e Direitos Reprodutivos. Asimismo, es Directora de la Sociedade Brasileira de Bioética, y coordinadora de la Rede de Informação sobre Bioética: bioética&teoria feminista e anti-racista, RIB: http://culturabrasil.art.br/RIB y la Lista Bioética Feminista. Autora de: Engenharia genética: o sétimo dia da criação (Moderna, 1995); Bioética: uma face da cidadania (Moderna, 1997) e Oficinas Mulher Negra e Saúde (Mazza, 1998). Para tomar contacto con ella dirigirse a: fatimao@medicina.ufmg.br

Referencias
1. Oliveira, Fátima (1995). Engenharia genética: o sétimo dia da criação. São Paulo, Moderna. p. 18-19.

2. Oliveira, Fátima. Biossegurança e bioética na pesquisa e na utilização dos processos e produtos das biotecnologias.

http://culturabrasil.art.br/RIB/DPBartigo2.htm

3. CTNBio, Comissão Técnica Nacional de Biossegurança (CTNBio), creada por la Ley Nº 8.974/95 de Bioseguridad que reglamenta la manipulación y uso de las técnicas de ingeniería genética, así como también las normas para liberación en el medio ambiente de organismos cuyo material genético (DNA o RNA) fue alterado por qualquier técnica de ingeniería genética. De acuerdo con la Ley de Bioseguridad, queda prohibida la liberación de Organismos Genéticamente Manipulados, OGM, en el medio ambiente, fuera de las normas predeterminadas por la CTNBio, al igual que los productos similares extranjeros solo podrán entrar en territorio brasileño con la autorización de la CTNBio.

4. Oliveira, Fátima (1995). Engenharia genética: o sétimo dia da criação. São Paulo, Moderna. p. 86-87.

Sobre los efectos deletéreos de los pesticidas en el medio ambiente y en la salud humana vale la pena referirnos a Theo Colborn, Dianne Dumanosky y John Peterson Myers en el libro “O Futuro Roubado”. Porto Alegre, RS, Editora L&PM, 1997.

5. Oliveira, Fátima (1995). Engenharia genética: o sétimo dia da criação. São Paulo, Moderna. p. 87-88.

6. Jr. Pitella. João. “En suspenso plantación de soya transgénica. Juez manda a industria probar que el alimento no causa daños al medio ambiente ni al consumidor. Decisión válida en todo el país”. Correio Braziliense. Brasilia, Distrito Federal, 22 de junio de 1999.

7. Oliveira, Fátima (1995). Engenharia genética: o sétimo dia da criação. São Paulo, Moderna. p 84-86.

8. Jeremy Rifkin es autor del libro “O século da biotecnologia: a valorização dos genes e a reconstrução do mundo”, lanzado en Brasil en 1999 por la editora Makron Books.

9. Murphy, Priscila. “Especialista hace un alerta sobre uso de simente transgénica”. En: Estado de S. Paulo, 25 de abril de 1999.

10. Guérin-Marchand, Claudine (1999). Manipulações genéticas. São Paulo, EDUSC, Bauru. P. 228.

11. Hathaway, David. Quando a ciência se torna eticamente inadequada. 24 de abril de 1999.

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