Estrategias para conservar biodiversidad en regiones de Guerrero
Actualmente, son varias las cuestiones en torno al maíz nativo: ¿qué pasaría si continuara su desplazamiento? ¿Por qué es importante seleccionarlo y mejorarlo? ¿Qué están haciendo las familias campesinas e indígenas para recuperar y garantizar su conservación? ¿Hay programas o políticas que promuevan mejoramiento genético? ¿Cuáles son los escenarios en este asunto?
Modernización del campo con maíces híbridos
Los maíces nativos, surgidos de un proceso de domesticación milenario, en las últimas dos décadas han sufrido deterioro, debido a la propagación y cruce con “variedades mejoradas” introducidas masivamente con la supuesta “modernización sustentable de la agricultura tradicional”. Situación que orientó hacia la dependencia progresiva de semillas foráneas, perpetuando su compra a un alto costo, a pesar de sus carencias en polinización, estabilidad y diversidad genética.
En Guerrero, más de 370 mil productores cultivan maíz en 476 mil 688 hectáreas cada año, y se estima que más de 70% siembran maíces nativos, mientras 30% utiliza “híbridos-mejorados”, de los cuales más de 90% del mercado es dominado por consorcios multinacionales (condiciones similares a nivel nacional) con notables intereses comerciales de la esfera geopolítica del país. Aún así, se cultivan maíces nativos en la mayoría de las regiones, pero éstos son catalogados de bajo y mediano potencial, porque obtienen rendimientos menores a las 2 toneladas por hectárea. En consecuencia, se ha reducido el mejoramiento genético de maíz nativo realizado por el sector público, fomentando la privatización de su producción. Aunado a que México es el principal importador de maíz en el mundo, el consumo es de 45 millones de toneladas al año, pero solo produce 27 millones, el resto proviene de Estados Unidos que representan un 99% de grano amarillo.
Mejoradores genéticos autóctonos de semillas nativas
Las regiones de Guerrero son bioculturales, ya que su heterogéneo territorio coincide con centros de origen y diversificación. Un ejemplo determinado son las diversas razas y variedades de maíces que se cultivan, conservan y mejoran aquí desde hace miles de años. Los primeros grupos o bandas iniciaron los cambios genéticos en el maíz, tomando en cuenta sus usos y manejos selectivos, haciendo posible su consumo humano, al modificar el lumen externo, reduciéndolo y suavizándolo; también aumentaron el tamaño del olote, la mazorca y el grano, esto ocurrió a través de métodos y prácticas prehispánicas, que todavía persisten.
En época de siembra se movilizan cientos de mejoradores autóctonos de las regiones: Centro, Montaña, Norte y Costas, -de los municipios de Chilapa de Álvarez, Cualác, Taxco de Alarcón, San Marcos, Coyuca de Benítez y Atoyac de Álvarez-. Esta vía de mejoramiento genético, basado en saberes y haceres cotidianos, se refiere a la acción de realizar de manera visual la selección de mazorcas en planta o en verde, directo en las milpas y no del montón cosechado. Es una estrategia útil para incrementar rendimientos, mejorar características, rescatar y salvar las semillas que están en peligro de extinción y así, conservarlas como un legado vital para garantizar cultura e identidad alimentaria. Estos procesos demuestran que antes de la invasión europea, nuestros antepasados ya conocían y manejaban técnicas de hibridación o cruzamiento. Gracias a eso, hoy tenemos una diversidad de semillas, inclusive un mismo campesino siembra en su milpa hasta cuatro o cinco variedades distintas de maíz, dando lugar a entrecruzamientos entre ellos que aumenta la variación genética en cada temporal.
Método prehispánico para conservar biodiversidad
Las familias usan un método simple de selección masal, y uno de los objetivos de esta práctica, aparte de mejorar su rendimiento, es preservar el conocimiento tradicional a lo largo de nuevas generaciones: “y no se pierda nuestro maíz por razonamientos económicos o mercantiles”, dicen. Durante varios ciclos, han venido realizando los siguientes pasos para la obtención de mejores semillas de maíz:
1. Seleccionan las plantas más sobresalientes del centro de la parcela (un cuarto de hectárea, igual a 2 500 metros), que esté rodeada de 20 metros del mismo cultivo, y no expuestas a contaminación de otros maíces.
2. Cada cinco pasos (de los 50 surcos de 50 metros de largo) eligen una planta o mazorca con las características deseables.
3. De cada planta, observan que la espiga esté bien rellena, con más de 12 flores o ramitas, y la mazorca bien formada, cubierta en su totalidad por el totomoxtle; si escogen plantas cuateras, procuran que las dos estén bien llenas.
4.Identifican plantas con una cañuela gruesa, resistente al acame, con raíz abundante, hojas limpias (sin manchas), mazorcas por debajo del metro y medio, las que se desarrollan en condiciones de más competencia y tienen mayor resistencia a plagas, hongos y factores climáticos.
5.De las dos o tres plantas, marcan la mejor con cinta o mecate de color visible, de preferencia las plantas más precoces, tanto la flor masculina (espiga) como la femenina (jilotes).
6. Eliminan la espiga de plantas indeseables, con eso evitan que el polen no llegue a las plantas seleccionadas.
7. Cosechan y apartan las mazorcas marcadas del resto, hacen una nueva selección, tomando las más grandes, con más hileras, que sean rectas, grano amplio y uniforme; es decir, las más saludables, sin malformaciones.
8. Separan las puntas y base de la mazorca, y son los granos de en medio los que guardan para semilla.
9. Con la finalidad de que la semilla se conserve en buenas condiciones para el siguiente ciclo de siembra, la ponen al aire libre (a media sombra) y después la guardan en frascos o contenedores (vidrio, plástico o acero) en lugares frescos, secos y limpios.
10. Ya con la semilla seleccionada, repiten la misma práctica, y a partir del tercer o sexto año aumentan rendimientos entre el 20 y 30%, además de mejorar las características morfológicas, sabores, colores, texturas. Esto acompañado de un adecuado manejo agroecológico en el sistema milpa; como bien lo ejemplifican los campesinos guardianes del maíz nativo de la Costa Grande.
Desafíos y acciones inmediatas
Con estas estrategias, las familias y grupos organizados: conservan biodiversidad, ganan productividad y calidad agroecológica, dado que son sus cartas de presentación ante las amenazas alrededor de los maíces nativos. Cabe decir, que el mejoramiento genético autóctono no sólo debería ser de interés regional autogestivo, sino que debería ser de interés nacional, pues es la base alimentaria de nuestro país. La falta de programas de acompañamiento y seguimiento técnico (de formación continua) más cercano a las familias, más humano y con valores de co-participación, co-labor y co- investigación, que fortalezca el trabajo comunitario en el mejoramiento de semillas, es una asignatura pendiente de la Secretaria de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader). Sumado a ello, está la creación de Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), que mantiene el desprecio hacia los maíces nativos -a pesar de sus bondades nutricionales-, dando preferencias al acopio de maíces híbridos.
En estos momentos, es urgente y necesario activar acciones de mejoramiento genético, incentivar la producción y comercialización de maíces nativos (rojos, negros, morados, azules, amarillos), esto daría la posibilidad de obtener semilla “propia” mejorada, incrementar rendimientos, mantener los sistemas tradicionales y disminuir las importaciones. Estas acciones servirían para reconstruir nuestra autosuficiencia, en vísperas de garantizar alimentación a una población que crece rápidamente, que pronto alcanzará los 138.1 millones de habitantes en 2030, lo que requerirá producir 14% más alimentos, esto obliga a reorientar la política agroalimentaria, donde el maíz juega un papel crucial para alcanzar la anhelada soberanía alimentaria.
Fuente: La Jornada del Campo