Ese colapso no es de hoy

Idioma Español
País Brasil

En los días que antecedieron a la histórica subida de las aguas del Guahyba o Guaíba, en mayo de 2024, en el extremo sur de la Mata Atlántica, territorio ocupado por el estado brasileiro de Río Grande do Sul, luego de la luna llena de abril, estaba yo con amistades del pueblo guaraní mbya en la Retomada da Ponta do Arado. Andábamos entre oficinas de diseño, narrativa y trueque de saberes para un documental de animación y cortometraje llamado Yjere la vuelta del canoeiro.

Diário gráfico. Dibujo: Dani Eizirik

El título del documental celebra que este pueblo guaraní retoma un territorio a orillas del Guahyba —doce cuerpos de agua que no encajan en las clasificaciones de la geografía colonial, algo entre río, lago, laguna y estero. Al retomar la margen, las amistades guaraní insisten en rescatar el tránsito de las aguas, común a muchos pueblos de la región antes de la invasión europea. Éstos llegaron por la costa y persiguieron violentamente al clan mbya kuery y a otros parientes hasta las nacientes del río en los cerros del continente.

El texto, los fragmentos o “frames” de video, los dibujos, la narración son de Dani Eizirik para el video colectivo Yjere, a volta do canoeiro, junto con la comunidad La Retomada, Tela Indígena y Riacho

Imagen para el corto de animación Yjere

Desde 2018, la Retomada da Ponta do Arado protege un segmento de selva y su biodiversidad en la orilla del agua. Ubicada en la zona sur de la ciudad de Porto Alegre esta floresta está amenazada por el megadesarrollo de un condominio de lujo y un club náutico, al que apoya la alcaldía para eludir las licencias ambientales.

Contando sobre todo con xeramoikueryyxejaryikuery(abuelos y abuelas), algunos jóvenes y bebés, la historia de esta Retomada tiene pasajes muy cruentos: duros sabotajes contra la aldea —la rotura de los motores de sus barcos, la destrucción del pozo de agua potable, la vigilancia ostentosa de los sicarios del especulador y, en 2019, los ataques a balazos contra las barracas guaraníes, y después la pandemia y el aislamiento.

Timoteo Karaí Mirim, anciano y líder espiritual, rememora todo con pesar y sorprendente buen humor, le da la vuelta a la violencia equipado con cuentas de capi’i y el humo de su pipa petyngua. Las disputas legales sobre la demarcación de la tierra indígena comenzaron a cambiar al confirmarse un yacimiento arqueológico guaraní en ese lugar, mediante la evidencia de cerámicas ancestrales —muchas de ellas encontradas por el propio clan mbya.

El proyecto de la animación comenzó en 2019 con la colaboración de Timoteo y el equipo de Tela Indígena y Riacho. Apenas en 2023 se aprobó su financiamiento y si hoy vivo en Pernambuco volví al territorio en marzo de 2024 para colaborar gráficamente con el mapeo de otras aldeas y comenzar el corto Yjere que retrata los tránsitos generacionales por la localidad, mediante talleres colaborativos de dibujo animado.

El mes de abril estuvo marcado por fuertes vientos, dificultando mucho el ir y venir en barco a la aldea. Algunas veces no era posible atravesar en barco y seguí dibujando cerca de la iglesia, en la otra margen. De todos modos me di cuenta de que, para completar esta etapa, tendría que pasar algunas noches en el pueblo. El viento abrió una brecha de calma y crucé. Revisamos el guión y entre las casas (medio barracas medio tradicionales), bajo las copas de los árboles y la visita de los monos aulladores, esbozamos y filmamos con la técnica de la rotoscopia, en la que el dibujo se basa en la imagen real. La narración atraviesa siglos. Timoteo sugiere que el corto comience viendo el agua y la creación de la tierra. La comunidad escenifica un pasado tradicional pre-colonial. En conjunto, el dibujo recrea el paisaje ancestral. Revivimos el periodo de contacto para que Timoteo recuerde a su propio abuelo navegando en canoa. Vemos al niño Timoteo y revivimos una aldea confinada desde la década de 1970; los consejos que el joven Timoteo recibió de su padre, para entender el territorio cercado por agua, y Yjere como un lugar de gran belleza por donde ya ha caminado y que algún día tendría que cuidar.

El proceso corría tranquilo y fechamos el diario ya en la boca de la noche, dejando una breve escena para a mañana siguiente para que Pablo “Dablio” Werá me pudiera llevar en barco a la iglesia de la otra margen y de ahí llegar a la ciudad.

Pese al cansancio, esa noche era de luna llena y con ella vino el insomnio. En la hamaca observaba la luz que entraba por los huecos. Siempre soñé con operar una cámara que pudiera grabar la luna y resolví salir a probar la resolución de la cámara al margen del Guahyba. Conversaba con los patos, también insomnes en la arena, cuando escuché el movimiento entre las casitas.

Pablo Werá venía caminando, en el frío y la bruma y me preguntó que hacía. Le expliqué de los patos y de la cámara. Pablo comenzó a poner orden en el barco. El nieto de Timoteo llega a las 11 de la noche, vamos por él. Timoteo llegó enseguida y cruzamos las olas tranquilas y silenciosas de la gran masa de agua. La noche es como el día, dijimos mirando la luna y la vastedad de su rostro gigante.

Llegamos a la playa del otro lado. Y nada que llegaba el nieto. Timoteo buscó su celular. Miraba fijo el horizonte. Intentamos por todos los medios contactarlo y nada. Pasó una hora. Nos adentramos a una placita. Silencio total. Una vecina salió de su casa y le fue a dar agua a la encrucijada. Y ningún nieto. Desistimos. Así que nos dimos media vuelta y escuchamos el motor de un carro que se aproximaba.

Timoteo analiza el mundo
mirando la forma del humo en
su pipa petyngua

Llegó un Uber paralelo, sin aplicación. El nieto de Timoteo bajó del coche con un amigo, borrachísimos por la farra. El conductor les cobró una pequeña fortuna y nos dirigimos al agua. En el camino de vuelta, el barquito se mecía como loco, ambos reímos, olía a cachaça. Pablo dirigía el timón, tranquilo. Me di cuenta de que Timoteo miraba la luna, con su enorme halo, y bajó la cabeza y la movió como negando. Habló en voz baja en un guaraní incomprensible. Llegamos a la playa del pueblo, y cada quien se fue a su casa. Los jóvenes siguieron entretenidos viendo YouTube en sus móviles hasta que nació el sol.

Al día siguiente fui al centro del poblado para filmar la última escena como habíamos acordado. Sólo el xeramoi Timoteo se había despertado y esperaba que llegara el resto de la comunidad. Fumamos en la pipa estilo tela de araña hecha de arcilla que Regina Para Poty me acababa de regalar. La conversación fue breve.

Timoteo me pregunta si vi la luna de la noche anterior. Sí la vi, claro. Estaba grande, ¿no? Me pregunta si percibí el halo de la luna (Jaxyonhemã), no la luna, pero el anillo en torno de ella. Sí lo vi, con certeza, estaba fuerte, ¿no?. Timoteo me pregunta: ¿Y distinguiste el orden de los colores de ese halo? ¿Te fijaste en que era algo así como naranja, luego amarillo y luego marrón? Es una pena que no recuerde exactamente de qué orden de colores hablaba. Sí, no... entonces no me di cuenta, le dije. Pues eso, Dani, no son buenas noticias. Vamos a tener que prepararnos para mucha, mucha agua. Va a llover mucho. Tenemos que prepararnos. Porque va a llover mucho, y va a haber hielo. “Granizo” le llaman ustedes, añadió el viejo. Fumamos. Y la comunidad fue llegando.

No son buenas noticias. Vamos a tener que prepararnos para mucha, mucha agua. Va a llover mucho. Tenemos que prepararnos. Porque va a llover mucho, y va a haber hielo. “Granizo” le llaman ustedes, añadió el viejo.

Filmamos una última cena dentro de la casa de rezos opy’i. Timoteo interpretó a su propio padre, hablando con él como un niño junto al fuego. La luz de la mañana entraba por los huecos del barro entre el humo. Todo el pueblo colaboró, incluido el nieto, que ayudó mucho y escuchó atentamente los consejos de su abuelo/bisabuelo con su tembekua’a de madera atravesándole el labio inferior.

La escena funcionó y junté mis pertenencias. Despedidas entre abrazos. Me monté en la popa. Las amistades me saludaban desde la playa. Pablo me llevó a la otra orilla. Ha’evete,xondaro, me agradeció. Aguyjevete,xeirũ, le contesté y me puse en marcha. 

Pasaron algunos días en la ciudad, la luna comenzó a menguar, abril devino mayo. Y las históricas lluvias comenzaron. Los ríos, muchos de ellos represados, se desbordaron. Las ciudades colapsaron siendo barridas por los valles. Las aguas del Guahyba subieron, subieron y subieron. Porto Alegre y toda la faja metropolitana entró en colapso. Calamidad, muerte, perjuicio sin fin, noticias en redes nacionales y en el mundo.

Casa mezcla tradicional con lonas en una comunidad que escenifica la caminata ancestral la jeguata.
Frame de vídeo: Dani Eizirik

La comunidad escenifica la jeguata, caminata ancestral en el taller de video. Fragmento de
video: Dani Eizirik

El jueves 2 de mayo por la noche, ya cuando el desastre se anunciaba, las amistades me escribían para saber si todavía estaba en la aldea y me pedían noticias. Tuvimos que actuar con rapidez. Articulamos un apoyo para comprar lonas y armar barracas de emergencia. Salí de las redes sociales a ocuparme de la acción directa y de los mensajes que llegaban de todos lados. El viernes, el día 3 a medio día y en medio del temporal, llegué a un depósito de lonas. La suma de las donaciones entre amigos alcanzó para construir un galpón grande. Conseguimos la mejor calidad y en menos de 24 horas el material llegó a Retomada para formar una base improvisada.

las históricas lluvias comenzaron. Las aguas del Guahyba subieron, subieron subieron. PortoAlegreytodalafajametropolitanaentróencolapso.Calamidad,muerte,perjuicio

sin fin, noticias en redes nacionales en el mundo.

Relatos de las antiguas aldeas para el corto de animación Yjere, a volta do canoeiro. Dibujo: Dani Eizirik junto a la comunidad de la Retomada

Dejar el territorio en aquel momento sería dar por perdida la lucha de los últimos seis años.Ylaaldeayaviveciclosdeaguasenlocotidianoyesecolapsonoesdehoy:está

ligado a la raíz de las ciudades

Las aguas subían y subían y subían. Y la comunidad comenzó a ser barrida. La casa que me diera albergue desapareció.

No nos vamos, no vamos a salir, dijo Pablo por WhatsApp. Aquí todo tranquilo, añadió, con la serena valentía que sólo he visto entre

el clan mbyakuery.

Dejar el territorio en aquel momento sería dar por perdida la lucha de los últimos seis años. Y la aldea ya vive ciclos de aguas en lo cotidiano y ese colapso no es de hoy: está ligado a la raíz de las ciudades.

Entendemos, en redes, que será preciso impulsar más grupos de apoyo en los días siguientes. Se activaron ONG y organizaciones mayores para seguir llevando agua, alimentos, medicamentos, barracas y ropa para el frío a Retomada —navegando entre las casas y las calles, sumergidas. Pasadas dos semanas llegaron los relatos de la lluvia de piedras de hielo, “granizo, como le llaman ustedes”. Timoteo tenía razón.

Dado el tamaño del desastre a nivel del estado, la movilización nacional e internacional crecía cada día, y recolectamos donaciones en innumerables frentes. Habría mucho que contar sobre aquellos días en que la cuerda parecía romperse para todos, pero, como siempre, con más gravedad para las regiones más pobres, o empobrecidas por el proyecto colonial.

La Retomada, estando en conflicto con el Estado, recibió apoyo de grupos autónomos. Junto con un centro cultural y otros cuatro proyectos “ocupas” impactados directamente, una acción ligada a la red internacional anarquista comenzó a recolectar fondos para reconstruir espacios que no cuentan con apoyo de cualquier gobierno. Esto mostró que la solidaridad es más que una palabra escrita y que las redes que llevan tiempo observando los colapsos actuaron con rapidez, no sólo en la emergencia sino en reconstruir los espacios afectados, que tras el apoyo tal vez estén más fuertes que antes.

Para Retomada entregamos algunas baterías e inversores de paneles solares, teléfonos móviles y computadoras portátiles.

La producción del documental quedó en entredicho. Los esfuerzos por realizar la animación dieron paso a las exigencias de esta

«sorpresa», que hemos dado en llamar “una sorpresa previsible”. Lo que Timoteo observó en su diálogo con la luna es fruto de su saber

tradicional. El anciano ya lo había escuchado de sus ancestros.

Caminando por las aldeas escuchamos muchos relatos de abuelas y abuelos anunciando el colapso por el modo en que crecen las ciudades en este continente, y muchos se refieren al saber de los ancestros. ¿Qué emergencia es ésta que viene siendo alertada por generaciones? Ese colapso no es de hoy, y llamarla emergencia no deja de revelar un sesgo racista que se niega a escuchar las voces comunitarias, indígenas y quilombolas que mantienen las bases de cómo vivir bien en su territorio, promoviendo salud, biodiversidad y cuidado del bosque.

 

La catástrofe de las ciudades de Río Grande do Sul refuerza la necesidad de una transformación radical de cómo se relaciona el medio urbano con el territorio. No es posible mantener creciendo las ciudades, alimentadas por la minería, la sedimentación y los vertederos que devoran el bosque hasta la orilla del agua.

La solución de la necro-politica es más construcción, más casas perentorias, extrayendo más madera, concreto y plástico, abriendo más claros. Fabricando desiertos verdes. Haciendo girar las máquinas de un sistema fallido que con la policía expulsa familias que ocupan los edificios abandonados. El capital no sosiega su voracidad pese a dejar al descubierto el absurdo número de casas y predios vacíos frente a una multitud de gente desahuciada. No hay una real necesidad de construir nuevos inmuebles. Al mercado le excita el desastre.

Y ya sabemos: las soluciones no vendrán de la causa del problema. Ese modelo de crecimiento urbano es responsable del riesgo y refleja ideales cosmocidas y ecofascistas de un “exterminio de exportación”.

La presencia de la Retomada do Arado Velho en ese territorio garantiza la sobrevivencia de ese segmentito de bosque, donde aún recibimos la visita de monos aulladores, escuchamos abejas nativas y la vegetación de la orilla filtra el agua podrida por la metrópoli, reteniendo basura, restos vegetales y la fuerza de las mareas. El trabajo que la Retomada hace por todos nosotros es incalculable.

En los días que siguieron al colapso fue suspendida la aplicación de la Ley Complementaria Municipal núm. 935/2022, que mediante asociación público-privada pretende cambiar el plan rector para imponer barrios planificados. Bajo la tormenta, la urbanización quedó por el momento en suspenso. Lo curioso es que la comunidad se volvió más fuerte aun estando más cerca de la demarcación. En entrevistas sobre la subida de las aguas en otros lugares, oí que Timoteo declaraba: Ahora se hace caso a nuestro dios, ¿no? Pero ¿y el resto del año, qué miraba la ciudad?

Tenemos aquí mismo, en nuestro territorio, otros modelos de organización colectiva, de arquitectura, de salud, métodos indígenas y quilombolas que alimentan al mundo, planeando una vida vivible, humana y no humana.

Seguir los modos del Estado colonial es seguir destruyendo. No puede haber reconstrucción sin la floresta. No hay reconstrucción posible sin escuchar estos saberes y la participación activa de quienes sustentan las bases originales del manejo del territorio. Es en los saberes locales que viven los futuros colectivos. •

 

Ésta es la versión corta de“Ese colapso no es de hoy”

Acceda a la versión completa con referencias https: //www .riacho.me/colapso

El título del documental celebra que este pueblo guaraní retoma un territorio a orillas del Guahyba —doce cuerpos de agua que no encajan en las clasificaciones de la geografía colonial, algo entre río, lago, laguna y estero. Al retomar la margen, las amistades guaraní insisten en rescatar el tránsito de las aguas, común a muchos pueblos de la región antes de la invasión europea. Éstos llegaron por la costa y persiguieron violentamente al clan mbya kuery y a otros parientes hasta las nacientes del río en los cerros del continente.

Desde 2018, la Retomada da Ponta do Arado protege un segmento de selva y su biodiversidad en la orilla del agua. Ubicada en la zona sur de la ciudad de Porto Alegre esta floresta está amenazada por el megadesarrollo de un condominio de lujo y un club náutico, al que apoya la alcaldía para eludir las licencias ambientales.

Contando sobre todo con xeramoikueryyxejaryikuery(abuelos y abuelas), algunos jóvenes y bebés, la historia de esta Retomada tiene pasajes muy cruentos: duros sabotajes contra la aldea —la rotura de los motores de sus barcos, la destrucción del pozo de agua potable, la vigilancia ostentosa de los sicarios del especulador y, en 2019, los ataques a balazos contra las barracas guaraníes, y después la pandemia y el aislamiento.

Timoteo Karaí Mirim, anciano y líder espiritual, rememora todo con pesar y sorprendente buen humor, le da la vuelta a la violencia equipado con cuentas de capi’i y el humo de su pipa petyngua. Las disputas legales sobre la demarcación de la tierra indígena comenzaron a cambiar al confirmarse un yacimiento arqueológico guaraní en ese lugar, mediante la evidencia de cerámicas ancestrales —muchas de ellas encontradas por el propio clan mbya.

El proyecto de la animación comenzó en 2019 con la colaboración de Timoteo y el equipo de Tela Indígena y Riacho. Apenas en 2023 se aprobó su financiamiento y si hoy vivo en Pernambuco volví al territorio en marzo de 2024 para colaborar gráficamente con el mapeo de otras aldeas y comenzar el corto Yjere que retrata los tránsitos generacionales por la localidad, mediante talleres colaborativos de dibujo animado.

El mes de abril estuvo marcado por fuertes vientos, dificultando mucho el ir y venir en barco a la aldea. Algunas veces no era posible atravesar en barco y seguí dibujando cerca de la iglesia, en la otra margen. De todos modos me di cuenta de que, para completar esta etapa, tendría que pasar algunas noches en el pueblo. El viento abrió una brecha de calma y crucé. Revisamos el guión y entre las casas (medio barracas medio tradicionales), bajo las copas de los árboles y la visita de los monos aulladores, esbozamos y filmamos con la técnica de la rotoscopia, en la que el dibujo se basa en la imagen real. La narración atraviesa siglos. Timoteo sugiere que el corto comience viendo el agua y la creación de la tierra. La comunidad escenifica un pasado tradicional pre-colonial. En conjunto, el dibujo recrea el paisaje ancestral. Revivimos el periodo de contacto para que Timoteo recuerde a su propio abuelo navegando en canoa. Vemos al niño Timoteo y revivimos una aldea confinada desde la década de 1970; los consejos que el joven Timoteo recibió de su padre, para entender el territorio cercado por agua, y Yjere como un lugar de gran belleza por donde ya ha caminado y que algún día tendría que cuidar.

El proceso corría tranquilo y fechamos el diario ya en la boca de la noche, dejando una breve escena para a mañana siguiente para que Pablo “Dablio” Werá me pudiera llevar en barco a la iglesia de la otra margen y de ahí llegar a la ciudad.

Pese al cansancio, esa noche era de luna llena y con ella vino el insomnio. En la hamaca observaba la luz que entraba por los huecos. Siempre soñé con operar una cámara que pudiera grabar la luna y resolví salir a probar la resolución de la cámara al margen del Guahyba. Conversaba con los patos, también insomnes en la arena, cuando escuché el movimiento entre las casitas.

Pablo Werá venía caminando, en el frío y la bruma y me preguntó que hacía. Le expliqué de los patos y de la cámara. Pablo comenzó a poner orden en el barco. El nieto de Timoteo llega a las 11 de la noche, vamos por él. Timoteo llegó enseguida y cruzamos las olas tranquilas y silenciosas de la gran masa de agua. La noche es como el día, dijimos mirando la luna y la vastedad de su rostro gigante.

Llegamos a la playa del otro lado. Y nada que llegaba el nieto. Timoteo buscó su celular. Miraba fijo el horizonte. Intentamos por todos los medios contactarlo y nada. Pasó una hora. Nos adentramos a una placita. Silencio total. Una vecina salió de su casa y le fue a dar agua a la encrucijada. Y ningún nieto. Desistimos. Así que nos dimos media vuelta y escuchamos el motor de un carro que se aproximaba.

Llegó un Uber paralelo, sin aplicación. El nieto de Timoteo bajó del coche con un amigo, borrachísimos por la farra. El conductor les cobró una pequeña fortuna y nos dirigimos al agua. En el camino de vuelta, el barquito se mecía como loco, ambos reímos, olía a cachaça. Pablo dirigía el timón, tranquilo. Me di cuenta de que Timoteo miraba la luna, con su enorme halo, y bajó la cabeza y la movió como negando. Habló en voz baja en un guaraní incomprensible. Llegamos a la playa del pueblo, y cada quien se fue a su casa. Los jóvenes siguieron entretenidos viendo YouTube en sus móviles hasta que nació el sol.

Al día siguiente fui al centro del poblado para filmar la última escena como habíamos acordado. Sólo el xeramoi Timoteo se había despertado y esperaba que llegara el resto de la comunidad. Fumamos en la pipa estilo tela de araña hecha de arcilla que Regina Para Poty me acababa de regalar. La conversación fue breve.

Timoteo me pregunta si vi la luna de la noche anterior. Sí la vi, claro. Estaba grande, ¿no? Me pregunta si percibí el halo de la luna (Jaxyonhemã), no la luna, pero el anillo en torno de ella. Sí lo vi, con certeza, estaba fuerte, ¿no?. Timoteo me pregunta: ¿Y distinguiste el orden de los colores de ese halo? ¿Te fijaste en que era algo así como naranja, luego amarillo y luego marrón? Es una pena que no recuerde exactamente de qué orden de colores hablaba. Sí, no... entonces no me di cuenta, le dije. Pues eso, Dani, no son buenas noticias. Vamos a tener que prepararnos para mucha, mucha agua. Va a llover mucho. Tenemos que prepararnos. Porque va a llover mucho, y va a haber hielo. “Granizo” le llaman ustedes, añadió el viejo. Fumamos. Y la comunidad fue llegando.

Filmamos una última cena dentro de la casa de rezos opy’i. Timoteo interpretó a su propio padre, hablando con él como un niño junto al fuego. La luz de la mañana entraba por los huecos del barro entre el humo. Todo el pueblo colaboró, incluido el nieto, que ayudó mucho y escuchó atentamente los consejos de su abuelo/bisabuelo con su tembekua’a de madera atravesándole el labio inferior.

La escena funcionó y junté mis pertenencias. Despedidas entre abrazos. Me monté en la popa. Las amistades me saludaban desde la playa. Pablo me llevó a la otra orilla. Ha’evete,xondaro, me agradeció. Aguyjevete,xeirũ, le contesté y me puse en marcha.

 

Pasaron algunos días en la ciudad, la luna comenzó a menguar, abril devino mayo. Y las históricas lluvias comenzaron. Los ríos, muchos de ellos represados, se desbordaron. Las ciudades colapsaron siendo barridas por los valles. Las aguas del Guahyba subieron, subieron y subieron. Porto Alegre y toda la faja metropolitana entró en colapso. Calamidad, muerte, perjuicio sin fin, noticias en redes nacionales y en el mundo.

El jueves 2 de mayo por la noche, ya cuando el desastre se anunciaba, las amistades me escribían para saber si todavía estaba en la aldea y me pedían noticias. Tuvimos que actuar con rapidez. Articulamos un apoyo para comprar lonas y armar barracas de emergencia. Salí de las redes sociales a ocuparme de la acción directa y de los mensajes que llegaban de todos lados. El viernes, el día 3 a medio día y en medio del temporal, llegué a un depósito de lonas. La suma de las donaciones entre amigos alcanzó para construir un galpón grande. Conseguimos la mejor calidad y en menos de 24 horas el material llegó a Retomada para formar una base improvisada.

Las aguas subían y subían y subían. Y la comunidad comenzó a ser barrida. La casa que me diera albergue desapareció.

No nos vamos, no vamos a salir, dijo Pablo por WhatsApp. Aquí todo tranquilo, añadió, con la serena valentía que sólo he visto entre

el clan mbyakuery.

Dejar el territorio en aquel momento sería dar por perdida la lucha de los últimos seis años. Y la aldea ya vive ciclos de aguas en lo cotidiano y ese colapso no es de hoy: está ligado a la raíz de las ciudades.

Entendemos, en redes, que será preciso impulsar más grupos de apoyo en los días siguientes. Se activaron ONG y organizaciones mayores para seguir llevando agua, alimentos, medicamentos, barracas y ropa para el frío a Retomada —navegando entre las casas y las calles, sumergidas. Pasadas dos semanas llegaron los relatos de la lluvia de piedras de hielo, “granizo, como le llaman ustedes”. Timoteo tenía razón.

Dado el tamaño del desastre a nivel del estado, la movilización nacional e internacional crecía cada día, y recolectamos donaciones en innumerables frentes. Habría mucho que contar sobre aquellos días en que la cuerda parecía romperse para todos, pero, como siempre, con más gravedad para las regiones más pobres, o empobrecidas por el proyecto colonial.

La Retomada, estando en conflicto con el Estado, recibió apoyo de grupos autónomos. Junto con un centro cultural y otros cuatro proyectos “ocupas” impactados directamente, una acción ligada a la red internacional anarquista comenzó a recolectar fondos para reconstruir espacios que no cuentan con apoyo de cualquier gobierno. Esto mostró que la solidaridad es más que una palabra escrita y que las redes que llevan tiempo observando los colapsos actuaron con rapidez, no sólo en la emergencia sino en reconstruir los espacios afectados, que tras el apoyo tal vez estén más fuertes que antes.

Para Retomada entregamos algunas baterías e inversores de paneles solares, teléfonos móviles y computadoras portátiles.

La producción del documental quedó en entredicho. Los esfuerzos por realizar la animación dieron paso a las exigencias de esta

«sorpresa», que hemos dado en llamar “una sorpresa previsible”. Lo que Timoteo observó en su diálogo con la luna es fruto de su saber

tradicional. El anciano ya lo había escuchado de sus ancestros.

Caminando por las aldeas escuchamos muchos relatos de abuelas y abuelos anunciando el colapso por el modo en que crecen las ciudades en este continente, y muchos se refieren al saber de los ancestros. ¿Qué emergencia es ésta que viene siendo alertada por generaciones? Ese colapso no es de hoy, y llamarla emergencia no deja de revelar un sesgo racista que se niega a escuchar las voces comunitarias, indígenas y quilombolas que mantienen las bases de cómo vivir bien en su territorio, promoviendo salud, biodiversidad y cuidado del bosque.

 

La catástrofe de las ciudades de Río Grande do Sul refuerza la necesidad de una transformación radical de cómo se relaciona el medio urbano con el territorio. No es posible mantener creciendo las ciudades, alimentadas por la minería, la sedimentación y los vertederos que devoran el bosque hasta la orilla del agua.

La solución de la necro-politica es más construcción, más casas perentorias, extrayendo más madera, concreto y plástico, abriendo más claros. Fabricando desiertos verdes. Haciendo girar las máquinas de un sistema fallido que con la policía expulsa familias que ocupan los edificios abandonados. El capital no sosiega su voracidad pese a dejar al descubierto el absurdo número de casas y predios vacíos frente a una multitud de gente desahuciada. No hay una real necesidad de construir nuevos inmuebles. Al mercado le excita el desastre.

Y ya sabemos: las soluciones no vendrán de la causa del problema. Ese modelo de crecimiento urbano es responsable del riesgo y refleja ideales cosmocidas y ecofascistas de un “exterminio de exportación”.

La presencia de la Retomada do Arado Velho en ese territorio garantiza la sobrevivencia de ese segmentito de bosque, donde aún recibimos la visita de monos aulladores, escuchamos abejas nativas y la vegetación de la orilla filtra el agua podrida por la metrópoli, reteniendo basura, restos vegetales y la fuerza de las mareas. El trabajo que la Retomada hace por todos nosotros es incalculable.

En los días que siguieron al colapso fue suspendida la aplicación de la Ley Complementaria Municipal núm. 935/2022, que mediante asociación público-privada pretende cambiar el plan rector para imponer barrios planificados. Bajo la tormenta, la urbanización quedó por el momento en suspenso. Lo curioso es que la comunidad se volvió más fuerte aun estando más cerca de la demarcación. En entrevistas sobre la subida de las aguas en otros lugares, oí que Timoteo declaraba: Ahora se hace caso a nuestro dios, ¿no? Pero ¿y el resto del año, qué miraba la ciudad?

Tenemos aquí mismo, en nuestro territorio, otros modelos de organización colectiva, de arquitectura, de salud, métodos indígenas y quilombolas que alimentan al mundo, planeando una vida vivible, humana y no humana.

Seguir los modos del Estado colonial es seguir destruyendo. No puede haber reconstrucción sin la floresta. No hay reconstrucción posible sin escuchar estos saberes y la participación activa de quienes sustentan las bases originales del manejo del territorio. Es en los saberes locales que viven los futuros colectivos. •

ya sabemos: las soluciones no vendrán de la causa del problema. Ese modelo de crecimiento urbano es responsable del riesgo refleja ideales cosmocidas

ecofascistas de un“ exterminio de exportación”.

 

Ésta es la versión corta de“Ese colapso no es de hoy”

Acceda a la versión completa con referencias https: //www .riacho.me/colapso

Temas: Formación

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