Escuela agroecológica Amrita Boomi: La necesidad de hacer tierra
Amrita Boomi. Una escuela agroecológica en el sur de la India hace frente al agronegocio, a los tratados de libre comercio y a las pretensiones de las grandes corporaciones. Basándose en el empoderamiento del campesinado y la búsqueda de la autonomía, revelamos una fiel radiografía de la materialización de un proceso social y político de cuarenta años.
Se levantan el sol y el polvo, mañana de verano en el sur indiano. Mosquitos taciturnos desaparecen ante las temperaturas que lentamente ascienden y llegan a los treinta y siete grados celsius. Las aves revolotean al son de trinos matutinos. De vez en cuando se entrelazan brisas y se elevan pequeños remolinos. Dos campesinos desandan el camino, intercambian palabras cargando un saco de vainas de moringa. Un tercero aparece por detrás en motocicleta y se ofrece llevarlo a la cocina. Perfecta ocasión para encender unos beedis y fumar la mañana.
Escuela, entrada principal
Biligiri Ranga Hill, Estado de Karnataka. Veinticuatro hectáreas rodeadas de cerros nativos, territorio de comunidades indígenas/campesinas, tres parques nacionales, hogar del tigre y del elefante. Allí se erige Amrita Bhoomi, «Madre Tierra Inmortal» en sánscrito; una escuela, una esperanza, una oportunidad de cambiar al mundo con el cuerpo.
Fundada en el año 2002 bajo la óptica del Dr. Nanjundaswamy y el impulso de una facción del movimiento campesino “Karnataka Rajya Raitha Sangha (KRRS). Toda la cuestión extrañamente, comenzaría con un…
C: “…problema de egos, una diferencia ideológica dentro del movimiento respecto a presentarse a elecciones generó una escisión entre aquellos que buscaban ganar o ganar, y otros que sabían que ingresar en ese mundo, los llevaría a tener que formar alianzas con otros partidos y gradualmente perder el espíritu del movimiento” nos explica Chukki, hija de Nanjundaswamy y actual directora de la escuela. «Esta última facción, disidente a presentarse a elecciones, abocó su energía y fuerza en la construcción de la escuela, que actualmente cuenta con treinta y cinco personas en actividad».
La amabilidad de Chukki no tiene precedentes, caminando amigablemente entre los bananales luego de una sesión de yoga brindada por una de las voluntarias nos cuenta con orgullo y convicción las puertas y ventanas de un proceso digno de conocerse y replicarse por la corteza terrestre.
C: «Amrita existe para retomar las formas tradicionales de cultivo, sin pesticidas ni fertilizantes químicos, como método práctico para hacerle frente al agronegocio y autonomizar a los productores. Hacemos y promovemos agricultura natural ZBNF (Zero Budget Natural Farming por sus siglas en inglés) la cual busca disminuir drásticamente los costos de producción, eliminando la dependencia con cualquier ingreso de dinero desde el exterior, tales como créditos, expensas e impuestos. Con esto buscamos inspirar a los estudiantes y jóvenes a la posibilidad de generar cambios en su realidad, no solo practicando cultivo agroecológico en sus campos, sino también gracias a un mejor entendimiento de la situación rural en la India y en el mundo, fortaleciendo el concepto de organización y el esfuerzo colectivo para tales fines. Un paso firme hacia la soberanía alimentaria».
Chukki maneja muy bien el inglés. La paciencia, su mejor virtud, contagia a todas las personas que la rodean y le hacen preguntas sobre como funciona, o cómo hacer; largos «comos» responde y no se inquieta ante los pronósticos negativos en el marco político a nivel mundial.
C: «Era 1992, luego de varias intervenciones, idas y venidas, se vio en KRRS la necesidad de tener un espacio propio, controlado por el campesinado, un lugar de aprendizaje, una suerte de universidad, fortalecer en forma práctica la lucha contra la propiedad intelectual. Mi papá comenzó este proyecto en los últimos años de su vida, lamentablemente las personas que comenzaron con él este proyecto no tenían muy clara la idea del mismo. Es por eso que tuvimos que retomar desde cero. En esa época los conocimientos sobre el cultivo agroecológico, sin inputs internos, se habían perdido por la revolución verde en 1964 [1].»
Acompañada de Kaveri, coordinadora del lugar, nos explica que allá por la década del sesenta había escasez de comida en la India, lo cual digamos que la justificación sobre el monocultivo y el hambre estaba bien asentada. Fue una medida inmediata, pero luego, a los treinta, cuarenta años, el suelo comenzó a mostrar su desgaste y el plan alimenticio su grieta. Los campos perdieron fertilidad, los ríos subterráneos se secaron, devino el avance del polvo. La biodiversidad decreció notablemente.
C: «La agricultura había dejado de ser un modo de vida para pasar a ser un trabajo, ya que la revolución verde no solo intervino en la producción de comida, sino en la forma de vida de la gran mayoría de las personas de los países del sudeste asiático. La agricultura es cultura: los hábitos en la comida, los festivales, las celebraciones, la identidad con la tierra, todo eso comenzaba a desaparecer. Aquellas personas que no tenían tierra no eran respetadas, así como las dalits (descastadas). Se produce la gran inmigración del campo a la ciudad y la consecuencia se puede observar aún hoy en día: la gran mayoría de los campesinos que trabajan en Amrita son personas mayores, los jóvenes han perdido el interés en regresar a la tierra».
C: «Antiguamente las campesinas se organizaban espontáneamente, yendo a los campos donde había trabajo, dando su labor hacia sus vecinos y luego recibiendo la de ellos. En Kannara se denomina este método como «Muyyalu»: Tu vienes a mi granja, tu trabajas aqui cuando haya trabajo, asi como yo trabajo en tu granja cuando haya trabajo. Un sistema basado en la solidaridad. Esa forma laboral ya no existe, la revolución verde lo hizo desaparecer y hoy en día todo acción es bajo el curso de la moneda. Este tipo de relación humana es el que estamos haciendo renacer»
Cinco campesinos hierven las raíces de cúrcuma para preparar el extracto. Los calderos humeantes a pleno sol, el vapor y sus espejismos desérticos. Nos miran entre curiosos y divertidos, nos invitan unos beedis, aceptamos de cortesía pese a que el calor no invita a fumar.
Chukki nos observa de reojo, sonríe y habla con ellos en Kannara, lengua de las más dulces y divertidas, nacida del sánscrito pero con un juego de repeticiones, casi onomatopeyicas, que enriquecen la más amigable de las lenguas del subcontinente indio.
C: «Yo fui criada en Bangalore» nos dice cuando reanudamos la marcha hacia una de las casas. «Para mi venir acá fue todo un desafío, tenía mucho miedo a las serpientes y a los escorpiones. Fue un cambio radical, y para ello es necesario un cambio de mente, y eso no es fácil. Los problemas empiezan en la familia, luego en la sociedad. Con la cuestión de que con la sociedad tu puedes lidiar, puede no importarte el qué dirán, pero en tu familia es más complicado, las opiniones nos duelen más. Mind shift is not easy, going back to the roots».
Banco de semillas
Llegamos a una casa de ladrillos, arquitectura occidental. Allí entre frascos y etiquetas aparece Vasantha (33), guardiana de las semillas, coleccionista y apasionada por el movimiento. Trabaja hace tres años en la conservación de semillas en Amrita Boomi, focalizándose en la biodiversidad de los cultivos como pilar fundamental de la sustentabilidad, la conservación de semillas.
V: “Aquí me siento tranquila, en soledad, no tengo jefe, es un lugar seguro para las mujeres”. Vasantha nos ofrece unas bolsitas para ir colocando las semillas mientras hablamos. Es muy cuidadosa respecto a que no se mezclen los distintos tipos de cereales.
V: “Todo comenzó cuando terminé mis estudios de enfermería y asistí a un curso de agroecología: era la única mujer en un grupo de treinta hombres”. Lejos de asustarse y sentirse sola, el efecto fue de empoderamiento y se hizo cargo de lo que faltaba en el espacio donde brindaban el curso, ese espacio era Amrita Boomi y lo que hacía falta era un banco de semillas.
De allí que dedica sus veinticuatro horas diarias al espacio. Guarda muchas semillas en envases de barro, bolsas, frascos, organiza los muestrarios, concurre a los festivales de intercambio de semillas. Ante la ausencia de mujeres en el plano político, rápidamente encontró no sólo un lugar, sino una función que hasta ahora nadie había ocupado.
V: “Actualmente las semillas las vende el gobierno. Pero están curadas de tal manera que no tienen la nutrición suficiente para sobrevivir sin suplementos químicos. El algodón es un ejemplo de las semillas modificadas genéticamente”.
Despedimos a Vasantha y retomamos el camino a la casa principal. Por momentos, el viento se lleva los sonidos y deja un suave silencio. A lo lejos vimos a Parvatti (47), una de las voluntarias fijas en Amrita Boomi hablando por celular, imaginamos algún familiar, adivinamos.
Su inglés fluido nos permite ir más allá tras bambalinas del proyecto. Cuenta que el bichito de volver al campo le tocó hace un tiempo, y gracias al apoyo de su familia decidió dedicarse a estudiar de pleno la agroecología con el objetivo de aplicarla en su propio terreno.
P: «No me convencían los consejos de los campesinos locales. Empecé un curso anual de agroecología en Bangalore y una de las sedes fue Amrita Boomi. Sentí que tenía que volver y regresé para profundizar mis conocimientos y poder aplicarlos a una escala mayor, salir de las macetas en el balcón y volver al campo».
Parvatti acepta el mate y pregunta curiosa como cualquiera que lo ve por primera vez de donde viene y una responde que es como un té, pero se toma distinto, que es energizante y que algunas no podemos tomar mate de noche porque nos desvelaría.
P: «No lo veo como un voluntariado, sino como un intercambio. Como coucher me dediqué estos primeros tres meses a establecer el grupo de mujeres y que juntas tengamos un campo modular a disposición, donde nosotras podemos cultivar y experimentar. Creo en el proceso de Amrita, los desafíos y los objetivos propuestos. El crecimiento es orgánico y dejaría de serlo si yo viniera de afuera y dijera que cosa es necesaria cambiar a modo individual y no colectivamente. Por eso me gusta trabajar con el grupo humano».
Parvatti nos da una perspectiva más intelectual, nos permite ver el proceso analizado con ojos más occidentales, una gran diferencia entre las personas voluntarias y las campesinas del lugar. Dos mundos entran en contacto.
P: «Las trabajadoras vienen aquí, primeramente porque es el proyecto del Dr Nanduswamy, por el respeto que aún le tienen. Él quiso cambiar los modos vinculares y los métodos que había en la agricultura luego de la invasión de los monocultivos y los pesticidas. Quizá las trabajadoras no son tan conscientes del marco político o la propuesta que significa la escuela. Pero lo hermoso es que ellas sienten que algo bueno pasa, se sienten cómodas, y sobre todo, divulgan en sus comunidades que otra manera de cultivar es posible, otra manera de vincularnos».
P: «¿Cómo se puede enseñar? Una no puede decirle a otra lo que es bueno o lo que es malo, sino simplemente darle la oportunidad de vivir la experiencia para que pueda sacar su propia apreciación de ello. Creo que no es necesario darle una perspectiva política a las campesinas ni darle un montón de información teórica sobre libros que jamás leerán. Simplemente con la experiencia de algo nuevo, ellas mismas sacan sus propias conclusiones y sobre todo las transmiten en sus propias palabras a sus conocidas. La práctica es la mejor divulgación»
La organización está partida en dos, una con un enfoque hacia las personas voluntarias, generalmente personas formadas académicamente, westerns, estudiantes, militantes de otras organizaciones que vienen por la experiencia de volver a la tierra, la necesidad de hacer tierra. Y por otro lado, la escuela es un campo donde las personas trabajadoras reciben una remuneración por sus labores, cumpliendo horas diarias en la experiencia de la agricultura agroecológica.
Todas las mañanas, en el jardín memorial al Dr. Nanduswamy se realiza la asamblea matutina, donde el equipo de coordinación con las supervisoras intercambian información con las trabajadoras sobre los estados de los cultivos, las necesidades y los quehaceres del día.
Hombres de un lado, mujeres del otro, comparten risas y escogen a sus compañeras para las tareas designadas. Es notorio que ya hay dúos, tríos y cuartetos de trabajo formados: “Cada trabajadora escoge a su compañera de trabajo, incluso a su supervisora” nos cuenta Chukki mientras transcurría la asamblea. “Generalmente en otros trabajos las críticas vienen de las supervisoras hacia las trabajadoras, bueno, aquí es al revés, las trabajadoras suelen quejarse de las supervisoras” sonríe Chukki y explica que las supervisoras se distribuyen por áreas, rondando en moto por el terreno. “Para ese tipo de trabajos buscamos a las más jóvenes. No necesitamos que tengan conocimientos previos, incluso algunas de ellas ni siquiera tienen casa. El fin es mostrar que las personas jóvenes pueden volver al trabajo rural, que puedan ver un futuro nuevamente en la agricultura”.
Los 65 acres están divididos en bloques. Cada uno tiene diferentes cultivos modulares. Por ejemplo, un bloque está dividido en mangos o jackfruits, limones, etc. También hay cultivos a riego de lluvia, como el mijo. Cada bloque tiene dos responsables, un hombre y una mujer, entre los que se encuentran: Semillas, Bananas, Legumbres, Cultivo mixto, Jackfruit, Pickles, Mijo, Cúrcuma, Campo de Mujeres, Arquitectura, Trabajo con bovinos.
C: “No hacemos rotación de trabajos, los puestos son fijos. La gran ventaja de ello es que hay una noción de apropiación del terreno y la tarea, una sensación de progreso. Anteriormente cuando teníamos puestos móviles las trabajadoras sentían que no terminaban nada”.
La asamblea matutina finaliza. Cada una a su espacio, a su tarea, nadie corre, nadie se desespera, todo en armonía.
C: “Si bien existe un grupo coordinador. Tomamos las decisiones bajo la consulta de las trabajadoras, el conocimiento viene de la experiencia. Al comienzo se reían de nosotras y nos decían “como no vas a poner fertilizantes” o frases como “ah… porque tienen dinero pueden hacer eso”. En fin, la experiencia nos demostró no sólo que es posible cultivar sin químicos sino que ellas mismas se convirtieran en nuestras embajadoras, divulgando en sus comunidades como es posible hacerlo agroecológicamente, sin pesticidas ni fertilizantes químicos. Es un intercambio cultural muy enriquecedor, por ejemplo ellas no se manejan con meses, sino con las lluvias y los cultivos. Tenemos veinticuatro lluvias y cada una de ellas tiene un festival, un nombre y un dios asociado. Por ejemplo el Maha Shivaratri (21 de febrero) coincide cuando supuestamente se ha terminado la cosecha”.
Cuestión de castas
C: “Al comienzo hubo conflictos cuando algunas campesinas de castas más altas no querían comer la comida hecha por indígenas o descastadas. Llegaban incluso a esconder sus platos para que ellas no los pudieran tocar. A las castas más altas les hacía mucho ruido que personas de castas más bajas estuvieran en posiciones de decisión u organizativas”.
“La verdad que es casi imposible resolver la cuestión de castas, se necesita mucho tiempo para generar un cambio de conciencia respecto a ello. Por eso decidimos contratar gente de las castas más bajas. Hoy en día solo contratamos descastadas y el plantel de trabajo es prácticamente en su totalidad de “intocables” [2]. De esa manera hemos encontrado un grupo de trabajo sólido y orgánico ya que también la forma que tenemos de contratar es boca a boca, es decir, le pedimos a la gente que trabaja que andamos necesitando trabajadoras, cuestión de que llaman a las personas de las mismas comunidades para ello”.
Cuestión de género
C: “Los hombres no quieren hacer el trabajo de las mujeres, las mujeres no quieren hacer el trabajo de los hombres. Para empezar a modificar eso, hicimos responsables de cada bloque a un hombre y dos mujeres. La distribución del trabajo en cada mañana depende del tipo de labor necesaria y de la cantidad de personas que se requieren para ello, y eso cambia todo el tiempo. Por ejemplo para la preparación del extracto de cúrcuma que se hace una vez al año, se requiere al menos siete personas activas por varios días hirviendo las raíces. De allí que seguramente algún módulo puede quedar sin trabajadoras”.
“Para las mujeres es una suerte de escape. Venir a trabajar a Amrita significa salir de los trabajos domésticos, alejarse un poco de los problemas de la familia. Podemos decir que en zonas rurales, el 90% de los hombres tienen problemas con el alcohol. Cuando hablo con ellas, me dicen que son felices aquí, que pueden hablar entre si, compartir, cantar juntas. Luego vuelven a la casa y se ocupan de las tareas de la familia pero con una contención, con nuevas herramientas”.
“A veces usamos los festivales de lluvia para jugar grupalmente, para fortalecer al grupo. Por ejemplo escribimos los nombres de todas y al sacarlos solo podemos decir cosas buenas de la compañera. Generar cosas positivas, sororidad y hermandad”.
Parvatti se suma a la conversación comentándonos más cosas sobre el grupo de mujeres que hacía poco había comenzado.
P: “Es importante volver a fortalecer la identidad de mujer, replantear los vínculos maritales. Las cosas no vienen fáciles, no es simple que tu marido pueda entender todo esto, pero no es cuestión de bajar los brazos, sino de poder obtener contención de otras mujeres para poder afrontar los momentos bajos. Es importante reconocer que necesitamos nuestros espacios”.
C: “Podemos decir incluso que el 90% del trabajo de campo lo hacen las mujeres, plantar, podar, cosechar… los hombres solamente son los dueños de la tierra, ellos se encargan de la comercialización y muchas veces ellas no ven ni siquiera la plata por su labor”.
P: “Luego de la migración a la ciudad, especialmente de las personas que podían acceder a la educación e insertarse en el mercado laboral, tuvo como consecuencia inmediata que los trabajos agrícolas recayeran en manos de las castas más bajas. Es por eso la imperiosa necesidad de resignificar el trabajo agrícola, sobre todo en la mujeres, quienes representan más del 75% de las personas trabajadoras, independientemente de la casta.
P: “La mujer está repleta de trabajo y deberes. Volver a dignificar el trabajo en la tierra, volver a revalorizar la labor, recrear esa identidad, que deje de ser una esclavitud. A muchas mujeres no se les paga, sino simplemente se mantienen su condiciones serviles de casas y comida. El empoderamiento femenino es necesario. Podemos agregar que las mujeres de las últimas castas son las más oprimidas ya que no tienen permitido poseer el título de la tierra, y suelen trabajar en condiciones de miseria. Muchas de ellas reciben una cantidad de dinero que las obligan a trabajar en determinada tierra, para determinado dueño por el resto de sus vidas”.
No todo está perdido
Amrita Boomi es parte del movimiento juvenil de Karnataka, conformando el frente Karnataka for Employment bajo el lema “No Job, no vote”.
C: “Muchos gobiernos prometían en sus campañas de elección puestos de trabajo, pero la realidad era distinta como ustedes podrían imaginar. Comienza a haber una gran reversión hacia la agricultura, ya que los trabajos en la ciudad están cada vez más precarizados, contratos de tres meses que luego de su finalización las personas son despedidas, descartabilidad. Por eso invitamos a los diferentes candidatos a las conferencias juveniles y preguntamos cuántos puestos de trabajo pueden generar. Si ellos estaban de acuerdo con nuestro manifiesto, y lo hacían parte de su programa, le dábamos el apoyo. Ninguno lo hizo. Es por eso que decidimos generar una aplicación para la búsqueda de empleo. De repente teníamos a muchísimas jóvenes registradas buscando trabajo”.
“Allí surgió la “Citri academy”, bajo el lema “Nation builded through community orientation”. En esta especie de universidad hay muchas personas del ámbito académico, counseling de trabajos alternativos en distintos espacios que proponen una economía alternativa, cooperativa y solidaria. Amrita es una de las sedes donde se puede encontrar empleo, así como Deisy, una cooperativa textil de mujeres. De esta manera se pueden hospedar estudiantes que quieran aprender el oficio y ayuden en la cooperativa, trabajando y aprendiendo”.
Conexión con Vía Campesina
C: “Hay muchas escuelas agroecológicas en todo el mundo conectadas gracias a VC. En Asia a diferencia de Latinoamérica, la agroecología es un concepto poco diseminado. Somos considerada como la escuela agroecológica del Sudeste Asiático, del cual formamos parte como centro regional. Por el momento no tenemos cursos de larga duración, sino más bien workshops, por ejemplo hacemos un curso de agroecología de una semana donde vienen estudiantes de distintos países como Sri Lanka o Bangladesh.
“Tenemos una alianza con una nueva iniciativa llamada Scola Campesina en Roma. Enviamos y recibimos estudiantes de agroecología de la red de la VC de otras escuelas Agroecológicas como en Mali, Zimbabwe y Brasil, y en conjunto formamos una única escuela agroecológica internacional. Eso nos da fuerza y contención, sentir que no estamos aisladas, que somos parte de algo mucho más grande, algo que emerge indistintamente de las culturas y tradiciones, una nueva forma de construir el mundo”.
El camino a la Sustentabilidad
C: “El anterior gobernante de Karnataka fue parte de KRRS, alumno de mi padre. Entre cafés y charlas, podríamos decir que mi padre lo militó, y así entró en política gracias a él. Consecuencia futura es que hemos recibido apoyo del estado durante un buen tiempo, lo que nos permitió comenzar los trabajos en campo y pagar salarios. Pero lamentablemente este es el último año que percibimos ese apoyo económico, lo cual todo se vuelca acceder a la sustentabilidad con más urgencia. Ese es nuestro principal objetivo. Sabiendo que el gobernador actual no nos daría ni una rupia, necesitamos salir al mercado. Somos parte de cooperativas de campesinas, intentando crear un nuevo mercado agroecológico, como los locales de productos orgánicos. Comparado con Europa, en India no existe un boom del mundo orgánico o bio. Incluso para ello necesitaríamos un certificación de orgánico y nosotras estamos en contra, ya que es simplemente para elevar los precios de esos tipos de productos. Termina siendo una suerte de mafia; por ende una lucha política también. ZBNF es nuestra certificación, la voz de las campesinas es nuestra certificación. Es una ironía: sobre lo orgánico hay muchísimas restricciones, en cambio con los GMO (Genetic modified organism) las políticas son muy flexibles.
“Creemos que para lograr la sustentabilidad debemos insertar nuestros productos en el mercado. Hemos intentado con querer vender nuestros productos en la ciudad, ir, hablar en público, explicando que significa cultivar agroecológicamente. Fueron muy buenas experiencias, pero no han sido rentables, se necesita aún más que eso para lograr ser sustentables. Estamos aprendiendo este camino”.
“Necesitamos más gente, hay mucho trabajo. Necesitamos más voluntarias, muchas extranjeras suelen aburrirse ya que en la escuela hay muy pocas personas que hablan inglés. Las plataformas de voluntariado como Workaway o Woofing no tienen una orientación política, por ejemplo mucha gente que se acerca por medio de esas redes no tienen una convicción política. Personas muy críticas que no comprenden los movimientos sociales y pretenden que la escuela satisfaga sus expectativas, al final terminan siendo un dolor de cabeza” se ríe Chukki.
P: “A medida que fui creciendo fui viendo una fragilidad en la comunicación, esa dificultad de poder decir lo que realmente se siente, una supresión de sentimientos. Allí entendí la importancia de la comunicación, como modificar nuestros modos de comunicarnos para poder terminar con círculos viciosos de conflicto”.
“Creo que en las ciudades, en nuestros trabajos, intentamos obtener algo que no se que es y no sabemos que eso en realidad nos está atrapando por detrás. Vi que era necesario disminuir la velocidad, parar esas ideas neuróticas. Allí fue que decidí invertir en un pedazo de tierra y volver a revivir esa conexión. Puedo cantar, bailar, pero no quiero convertirme en cantante o bailarina. Uso esas cosas para enriquecer mi vida, no para ser alguien en especial. Aquí es posible poder comunicar todas estas cosas, aquí me siento libre. No estamos acumulando y acumulando conocimientos a perse, hay un balance. Es posible otra forma de vida. Si quieren perseguir sus sueños y deseos allá ustedes. Yo prefiero ser libre y dejar de perseguir cosas”.
C: “Creo que como movimiento social nos tomamos la comunicación muy a la ligera. Ser parte de un movimiento social me inspira y creo que si no estuviera inmersa en ello me sentiría sola, desconectada de la realidad. Hay dos extremos ¿no? Es necesario a veces esa desconexión para obtener perspectiva. Tampoco se puede vivir inmersa en la política ya que muchas veces se hace casi todo desde la cabeza y no con el corazón, se pierde el espíritu”.
“Este centro está dedicado a las generaciones venideras. Es un poco triste decir que creamos este centro para recuperar aquellas cosas que el capitalismo destruyó, pero por otro lado, es un punto de referencia. Si uno observa las universidades, los gurúes espirituales, la democracia, nada está hecha para el pueblo, sino para un crecimiento individual o espiritual que solo queda allí, y no está hecho para transmitir al resto sino para venderlo”.
“Es por eso, que luchar contra toda esa marea es mantener este espacio vivo, que la información sea libre y los saberes se pueden compartir sin necesidad de un vínculo mercantil. A veces me siento sola pensando en que somos muy pocas las que avivamos este fuego. De allí que el movimiento social, este espacio, me permiten regresar a esa fuerza. Interactuar con gente que ve más allá de las fronteras, y no compartir tanto con gente que lo único que hace es filosofar sobre la vida sin poner las manos en la tierra, eso no me hace bien”.
“En india es muy difícil encontrar mujeres jóvenes envueltas en la política. Es por eso que como mujer fue todo un desafío convivir con hombres durante gran parte de mi vida, sufrir cuestiones de machismo, menosprecio de mis ideas por solo ser mujer. Eso me hizo fuerte, es cansador cierto, pero mientras más fuerte te vuelves y mejor puedes pelear”.
¿Cómo participar?
Voluntariado: escribirnos por e-mail. Explicar la razón por la que vienes y los conocimientos que tienes para que podamos concretar una buena experiencia, reciprocidad. Comentarnos las intenciones y las ideas que tienen para sobre el lugar. El espacio está abierto todo el año y la estancia mínima son 15 días para que la experiencia sea fructífera y puedan obtener una completa visión del espacio y sus objetivos.
Contacto
Pagina web: https://amritabhoomi.org/
E-mail: moc.liamg@ude.imoohba
Notas:
[1] https://ast.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_verde
[2] Para recordar, en la India hay más de dos mil castas, dentro de ellas hay diferentes jerarquías. La casta más baja, incluso fuera del sistema de castas, se denomina como intocables o dalits.
Fotos de Maria Laura Antonioni.
Edición de fotos: @otromanumora
Fuente: Resumen Latinoamericano