Emergencia Climática. Notas sobre un desacuerdo
La COP25 Chile – Madrid 2019. Ese tipo de reuniones tienen un aire de mercado. Caminan de arriba a abajo asistentes y asesores. Las hojas y documentos pretenden –parecen– asentar cosas importantes. La entrada al espectáculo institucional global es restringido.
La COP25 es un síntoma de una desinstitucionalización global funcional al capitalismo. El absurdo de un acuerdo que posiblemente se firme pero que da igual si no se firma. Las comas se leen con sospecha, las palabras se editan con finesa de artesano, eliminar lo que no sea cómodo es el objetivo, cada vez es más lo que no se dice que lo que se escribe. 20, 21, 22 23 24, COP25, una más del montón. ¿Cómo sacarse la sensación de impunidad que deja una reunión como esta? Asesinos globales decidiendo los mecanismos más efectivos para hacer pasar la emergencia como una opción individual de vida. Compre su bolsa reciclable y siéntese tranquilo a ver la lluvia caer mientras una comunidad muere de sed.
¿Qué ocurre cuando una negociación fracasa?: las partes se retiran, hay pérdidas y expectativas no cumplidas y desigualdad entre las partes. ¿Cómo es esta relación en los espacios de negociación de las COP? Y en particular, ¿Cómo queda lo que en ese espacio denominan “sociedad civil“?
Para algunos las negociaciones en el marco de la COP25 realizada en Madrid pueden implicar ganancias. Ganancias para la acumulación de grandes capitales a corto plazo, acumulación por la mercantilización del conflicto socioambiental global que produce mecanismos de desposesión diversos: mercados como el de bonos de carbono, falsas soluciones tecnológicas circulantes en la esfera verde de la economía, cosificación del conocimiento científico no vinculante que produce informes prescindibles, secuestro de los derechos de las generaciones futuras y espectacularización de la tragedia mundial climática que en industrias producen sentidos y normalizan la tragedia, entre otras. Todas son formas de desposesión, de deshistorización de las responsabilidades de los gobiernos, corporaciones y capitales, robos al sentido común.
Una disonancia notable ocurre con el propio Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) cuyas recomendaciones son sistemática y continuamente ignoradas. La comunidad de científicos mundiales se ha designado en voz legitima de narración de la crónica de la crisis climática sin incidencia ni autoridad vinculante en el mercado de decisiones multilaterales de la COP. Aunque carbonocéntricos – gran cantidad de esfuerzo en los informes del IPCC se hace en explicar el problema de las emisiones de carbono y su impacto – y algo despolitizados estos son informes y recomendaciones presentan advertencias claras: “la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de todos los sectores, incluido el de la tierra y el alimentario, es el único modo de mantener el calentamiento global muy por debajo de 2 °C [1]. Sin embargo, los documentos suscritos muy de lejos plantean este escenario.
Definitivamente el principal desacuerdo se encuentra con la propia “sociedad civil“ (como le llaman las partes – los gobiernos – al quinto sector de organizaciones generalmente representadas en las COP por ONG de diversos movimientos y organizaciones sociales). Esto es evidente en la disonancia profunda entre el discurso de los acuerdos generados por las COP y las demandas sociales diversas expresadas a través del discurso político publico de estos actores (comunicados, comunicaciones públicas, discursos pronunciados y redes sociales).
En otras palabras la “sociedad civil“ cuya representación oficial es limitada en la COP es ignorada o su discurso resemantizado y vaciado, como cuando se hace slogan. No obstante cosas cambian junto al clima, en especial en el sentido común.
Para el año 2019 emergencia climática según el Oxford English Dictionary ha sido declarada la palabra del año. Esta selección ha sido realizada basándose en un estudio de corpus que evidencia un incremento en el uso de esta expresión en la sociedad, y por ello un impacto cultural. La definen como “una situación que requiere acción urgente para reducir o detener el cambio climático y evitar los daños ambientales resultantes de este. El devenir de cambio a crisis y de crisis a emergencia tiene dobles lecturas, por un lado una opinión publica en reajuste discursivo ante la obviedad de la salud ambiental deteriorada y por el otro el incremento la militarización de los ámbitos de uso del término (Arundhati Roy, 2019)[2]. Lo cual representa un riesgo inminente de securitización de la vida que podría limitar incluso aún mas la propia participación de la “sociedad civil en la toma de decisiones climáticas.
Ya los movimientos y organizaciones se adelantaban al discurso de los medios que en este momento han instalado esta matriz (la de la emergencia/crisis climática) como imprescindible para la difusión de contenidos. En este sentido es imprescindible repasar lo que directamente han considerado como puntos clave de acción de los Gobiernos. Algunos de ellos se resumen en manifiestos, comunicados públicos y declaraciones diversas producidas en los últimos 20 años. Asomamos algunos de forma muy resumida para pensar el debate y las acciones que han de seguir en los próximos años.
- Centralidad en el derecho de las generaciones futuras
- Cambio en la matriz de producción de alimentos y medicinas, retomando formas de producción de pequeña escala.
- Visibilidad de las desigualdades e impactos climáticos sobre las mujeres, campesinos e indígenas.
- Utilización de un lenguaje no especializado para la comunicación sobre la crisis y sus soluciones.
- Evaluación y rectificación sobre las falsas soluciones tecnológicas.
- Prescindir de los combustibles fósiles como fuente de energía y realizar una transición energética.
- Que los países del norte global asuman sus responsabilidades históricas en la crisis actual.
- Que “las ambiciones“ de lo gobiernos (término técnico para designar los compromisos de las partes) puedan ser auditables y se gestionen con mecanismos transparentes.
- Actuar ya
Por cierto que en el despliegue discursivo del término emergencia climática presenta una serie de constructos discursivos como: acción climática, crisis climática (ya señalado), negación climática, eco-ansiedad, ecocidio, extinción, entre otros. Cómo hacer de ellos un miríada de disputas es el reto. Pensar las propuestas sistémico políticas de los movimientos y organizaciones sociales es impostergable ante la ineficacia de la institucionalidad global.
Notas:
[1] https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2019/08/2019-PRESS-IPCC-50th-IPCC-Session_es.pdf