El llamado de Brasilia
Miembros de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA) y de su capítulo de América del Norte (SOCLA-NA) se reunieron en Brasilia el Lunes 11 de Septiembre de 2017 antes del VI Congreso Latinoamericano de Agroecología.
Este encuentro también reunió a científicos e investigadores de otras organizaciones como la ‘Asociación Brasileña de Agroecología' (ABA), 'IFOAM - Organics International', 'Food First’, 'Agricultura Familiar e Agroecología' (ASPTA), ‘La Red de Agroecología Cuba-Estados Unidos’ (CUSAN) y de Universidades de Canadá, Estados Unidos, Holanda, Suecia y España quienes endorsaron la presente Declaración. Miembros de la ‘Vía Campesina’ y ‘Agroecología Europa’ contribuyeron a las discusiones que condujeron al texto final.
Contexto:
La Revolución Verde, símbolo de la industrialización agrícola, no solo falló en garantizar una producción de alimentos segura y abundante para todas las personas, sino que también puso a los sistemas agrícolas y alimentarios actuales en un camino insostenible de múltiples crisis, incluida la contaminación ambiental, la degradación del suelo y la sobreexplotación de los recursos hídricos, la pérdida extrema de biodiversidad, servicios ecosistémicos debilitados, la erosión de los medios de vida rurales y la expropiación y la pérdida de campesinos, pueblos indígenas y agricultores familiares.
Estos impactos también afectan a los ecosistemas terrestres y acuáticos circundantes a través de contaminación acuática y atmosférica.
Además, la agricultura industrial contribuye con alrededor del 25-30% de las emisiones de GEI, alterando aún más los patrones climáticos y comprometiendo la capacidad del mundo para producir alimentos en el futuro.
La industria agroalimentaria fomenta el hambre al rebajar los precios que reciben los agricultores y destruye la viabilidad económica de los sistemas alimentarios locales.
Las actividades económicas extractivistas como la minería comercial, el fracking y otras, así como los conflictos armados, exacerban los problemas en el campo. Además, este sistema ofrece cada vez más alimentos procesados de baja calidad nutricional, altos en sal, azúcar y grasas, con énfasis en cantidades excesivas de carne y productos lácteos, todos los cuales contribuyen a las epidemias de enfermedades relacionadas con la dieta y la obesidad que afectan actualmente a billones de personas. A la luz del cambio climático, la concentración corporativa y financiera y el aumento de los costos de energía, podemos esperar una continuación de la volatilidad de los precios de los alimentos, la desnutrición y el hambre.
Esta situación se ve agravada por el hecho de que para 2030, el 60% de la población urbana mundial vivirá en ciudades, mientras que más del 56% de los pobres del mundo y el 20% de las personas desnutridas se concentran en las ciudades. Hoy, para una mega ciudad con 10 millones de personas o más, se deben importar más de 6.000 toneladas de alimentos cada día, viajando un promedio de 1,000 kilómetros.
Los monocultivos promovidos por la agricultura industrial se han expandido dramáticamente en todo el mundo; solo un puñado de especies de cultivos y variedades dominan los 1.500 millones de hectáreas de tierras agrícolas del planeta. La drástica reducción de la diversidad de plantas y animales ha puesto a la producción mundial de alimentos en gran riesgo, debido a la extrema vulnerabilidad a las plagas, enfermedades y la variabilidad climática asociada con la uniformidad genética. El sistema alimentario industrial globalizado no es sostenible ni equitativo, no solo no satisface las necesidades alimentarias de los pobres, sino que también ha perdido la confianza de los consumidores del norte.
A pesar de estos desarrollos, los campeones de la Revolución Verde invocan un temor neo-maltusiano de sobrepoblación para justificar la intensificación agrícola y la industrialización al afirmar que "Alimentar a nueve mil millones de personas en 2050 requerirá un aumento del 70% en la producción mundial de alimentos". Esta posición ignora el hecho de que ya producimos suficiente comida para 10 mil millones de personas, sin embargo, más de una de cada siete sufre hambre.
No menos del 50% de los alimentos del mundo es proporcionado por productores de pequeña escala en menos del 25% de la tierra cultivable. La mayoría de los alimentos que se consumen hoy en día en el mundo se deriva de 5,000 especies de cultivos domesticados y 1,9 millones de variedades de plantas locales cultivadas por campesinos sin agroquímicos o semillas genéticamente modificadas. Este contexto crea un "impulso" para el desarrollo y la ampliación de la agroecología tal como la practican los agricultores campesinos y familiares.
Hay un número creciente de estudios e informes que sugieren que una transición a una agricultura agroecológica no solo proporcionaría a las familias rurales beneficios sociales, económicos y ambientales significativos, sino que alimentaría al mundo de manera equitativa y sostenible.
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Fuente: Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA)