Editorial #124

"Biodiversidad está para contar lo necesario y para que la memoria no se duerma ni se olvide. Sí, para que la importancia de la memoria común no se olvide jamás".
La casa es una especie de estación ribereña desde donde van y vienen la vida y la muerte. Llueve como suele llover en la selva, en la floresta como dicen los pueblos de las Amazonías remotas. Pero aun en la soledad en la que de pronto se quedan las comunidades, desde ahí, desde su chacra, su milpa, su parcela, en lo profundo de la selva, la gente va sabiendo lo que ocurre en el mundo aparentemente lejano e incomprensible. Desde allá les ofrecen “las perlas de la virgen”, los tesoros que el mundo moderno hace creer que aparece cuando que apenas si los muestra para engatusar, para que su fingimiento se vuelva una verdad incuestionable.
El mundo está cambiando, se desmorona en zonas de la realidad y la amenaza de guerras y su desbarajuste en expansión se mira como real, con un loco en la torre del palacio, y la digitalización de la imaginación y la inteligencia imponiendo la estadística como moneda de cambio para entender el mundo, y para ejercerlo. Esto, por supuesto, no es sino otra ilusión porque lo digital necesita la vida y el sudor humano para existir y producir ganancias, mientras somete a enormes poblaciones a su imperio.
Entretanto, o por tanto, la semilla adquiere su carácter crucial, su pertinencia de milenios, la urgencia de que tenga un horizonte de existencia y diversidad, de que no la desfiguren ni la congelen e inmovilicen en su eterna transformación. Y entonces los pueblos levantan la voz para defender su relación con las semillas. No sólo las semillas como cosas aisladas. La relación es lo más importante. Es lo que las corporaciones y la misma tecno-ciencia no terminan de entender. Y sin entender la relación pretenden imponer sumisiones, la privatización, el acaparamiento y la dramática disminución de las variedades en uso.
Ésta es una de las agresiones, pero hay muchas que crecen hasta formular una atmósfera, un capelo de violencia para las comunidades. Imparable. De despojo y devastación. Es lo que ahora se conoce como extractivismo y es lo que el intenso capitalismo ha hecho siempre para congregar el miedo en su fórmula, para asegurar su dominio. Pero los pueblos lo saben. Y donde pueden crecen bolsas de resistencia y de restauración de las energías y las búsquedas humanas, ésas, como la justicia, la paz, la libertad, la autonomía. Biodiversidad está para contar lo necesario y para que la memoria no se duerma ni se olvide. Sí, para que la importancia de la memoria común no se olvide jamás.
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