Editorial #113
La foto nos muestra a las señoras Irma, Rosi y Trini, guardianas de la vida y las semillas, cuidadoras de la cotidianidad y del sentido político, es decir, el futuro del ejido San Isidro en Jalisco, que tras 83 años de lucha han logrado recuperar las tierras que reclama contra la empresa Nutrilite, filial de Amway, que durante años les mantuvo invadidas 280 hectáreas de su territorio.
Y sonríen ellas, porque no es poca cosa haber luchado tantos años y mantener su trabajo común para no sólo defender sus derechos agrarios, sino defenderse también de las agroindustrias, del mismo Monsanto que tiene un campo experimental en las inmediaciones de la comunidad. Defender su entorno del avance de la cultura de los agroquímicos, de las semillas híbridas, cuando que el ejido está empeñado en defender su maíz nativo, su mirada campesina sobre su producción de alimentos, y eso implica ahora crecerle modos agroecológicos, que les devuelvan la memoria de su agricultura tradicional.
Así va el mundo. América Latina, por lo pronto, se defiende contra los organismos genéticamente modificados. En particular Argentina y Brasil, que luchan denodadamente contra el trigo transgénico que avanza impune, ahora empujado por la excusa de la guerra en Europa con su supuesta escasez del trigo ucraniano y las especulaciones corporativas que impulsan las versiones GM.
La lucha en todo el continente se tiende contra la agricultura industrial, con sus paquetes de insumos y sus semillas de laboratorio, sus maíces “mejorados” y su guerra de marginación contra los pueblos.
Por eso es tan importante que haya triunfos, o esfuerzos que ya son logros antes de culminarse, como el freno popular a la Ley de Variedades Vegetales en Honduras, al amparo de la nueva presidenta de Honduras, Xiomara Castro, y la flamante Constitución popular chilena que tras un largo proceso participativo, arribó a formulaciones que podrían mejorar las condiciones del pueblo chileno, y que aunque no terminara siendo aprobada en el plebiscito que se dirime el 4 de septiembre, ya dejó sembradas las semillas de cambios profundos en la sociedad chilena, que sabrá siempre que la gente misma, procedente de diversos sectores, de campo y ciudad, puede formular su propio futuro si se lo propone y si la organización crece en fuerza y cohesión, con argumentos construidos en un verdadero tejido de saberes y argumentaciones.
Biodiversidad celebra estos procesos, y alerta de los ataques que la gente buena sigue sufriendo en el mundo. Para eso estamos. Para ser una ventana y un amplificador de sus anhelos de justicia.
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