Colombia: por el conflicto armado, la cultura y patrimonio indígena en vía de extinción, por Luis Evelis Andrade
Los pueblos indígenas de Colombia se encuentran en la actualidad ante una realidad muy dura: sobrevivir como culturas. De los 83 grupos Indígenas que existen, 39 de ellos no suman más de mil miembros cada uno. Además de ser preocupante, esta cifra genera grandes dudas: si podrán encarar el desafío de enfrentarse al nuevo dios que rondan sus comunidades: "el Dios dinero"; si podrán escapar con vida a los grandes proyectos de inversión que se dan en sus territorios y si lograrán proteger tanto a sus hijas e hijos como a sus territorios, de la oferta deslumbrante de una modernización forzada
Además de los atentados contra su cultura y patrimonio, los pueblos indígenas colombianos se tienen que enfrentar a amenazas contra su vida y estabilidad por cuenta del conflicto armado.
Llegando al límite
Otros 37 pueblos que no sobrepasan las treinta mil personas en cada uno, están viendo cómo está llegando al límite su capacidad de resistencia, a la incorporación violenta y a una economía de mercado. Cómo sus territorios han sido ocupados por represas, oleoductos, corredores viales, cultivos de uso ilícito, exploraciones petroleras y mineras, grandes haciendas ganaderas, extensos cultivos de palma africana, Parques Nacionales Naturales y por el llamado ecoturismo. Igualmente persiste el problema de salud que sigue diezmando a las comunidades. Enfermedades que se creen superadas como la tuberculosis, varicela, gripe entre otras, cobran vidas anualmente en las poblaciones indígenas. La medicina tradicional ha sido remplazada paulatinamente por las técnicas de la medicina occidental que no les permite enfrentar de una manera adecuada los problemas sanitarios, así como la mala o casi nula atención por parte del sistema de salud nacional.
Dura guerra
En los territorios de los Pueblos Indígenas se libra una dura guerra entre el gran capital (nacional y extranjero), el narcotráfico, la fuerza pública, los paramilitares y la guerrilla. Cada uno de estos feroces ejércitos quiere reclutarlos forzosamente y comprometerlos en guerras que no son las suyas, las cuales históricamente han mostrado que, aparte de ser despojados, utilizados y humillados, no dejan nada bueno para ellos. Además las comunidades indígenas son vistas como grupos primitivos, salvajes, ignorantes, brutos, objeto de estudio, como mano de obra barata y sumisa. Además de corruptos o integrantes de grupos insurgentes o contra insurgentes. Estas concepciones conllevan a prácticas y actitudes utilitaristas, discriminatorias y excluyentes, a visiones románticas que no solucionan los problemas y colocan a los indígenas en un papel degradante y al planteamiento de políticas públicas erradas. Lo que casi siempre se olvida, ya sea por miopía o conveniencia política, es que los Pueblos Indígenas son una fuerza, un poder. Son actores sociales, que en la confrontación con el Estado y la sociedad colombiana, han abierto espacios democráticos de los cuales todos se han beneficiado. Con su paciencia, sus leyes de origen y su fortaleza cultural, han consolidado nuevas maneras de hacer política.
Propia cosmovisión
Se olvida igualmente, que los indígenas tienen una cosmovisión propia, a partir de las cuales plantean formas alternativas de vida, que ha obligado a transformar visones estáticas de los problemas, sobre todo en lo que tiene que ver con el desarrollo, medio ambiente y paz. Por ello es necesario que el Estado y la sociedad en su conjunto los asuma realmente como actores sociales, políticos y no como grupos dominados o víctimas. Y es que la presencia indígena se ha vuelto indiscutible. Están presentes tanto en las negociaciones y discusiones de aspectos relacionados con la propiedad de la tierra, Ordenamiento Territorial, los recursos naturales y del mal llamado conocimiento tradicional, como en discusiones sobre aspectos relativos a la política nacional en espacios tan restrictivos y fangosos como el electoral, posicionando nuevas propuestas en alcaldías y gobernaciones. Eso los posiciona como una de las fuerzas que buscan una sociedad mas justa, equitativa y pluralista. Ello no quiere decir que el Estado y la sociedad hayan reconocido plenamente sus derechos, ni que todo sea armonioso al interior de los pueblos, comunidades y organizaciones. Ha sido muy largo el camino recorrido para lograr lo poco que hoy tienen, ya que les ha costado muchos sacrificios. Sin embargo, es necesario continuar con la construcción de la unidad política de los Pueblos Indígenas para llegar al pleno reconocimiento de sus derechos como pueblos. Igualmente es importante comprender que estos procesos políticos, generan conflictos y contradicciones con otros actores de la sociedad y al interior mismo de las organizaciones y dirigentes Indígenas.
Los retos
Los pueblos indígenas asumen que se está viviendo una época de grandes transformaciones y de incertidumbres sobre su futuro por el proceso de globalización que conlleva a debatir sobre las políticas internacionales en aspectos como la economía (Alca, Plan Puebla Panamá), la propiedad intelectual, la biodiversidad, lucha contra el terrorismo, narcotráfico y extradición que afectan la seguridad y autonomía. En particular les preocupa la política contra el terrorismo y narcotráfico. Si bien el gobierno nacional ha manifestado públicamente su compromiso de respetar los derechos humanos, en el último año es cuando mas se han incrementado sus violaciones. Así lo dicen las estadísticas: 3.500 indígenas han vivido en carne propia el desplazamiento generado por la violencia, más de 130 indígenas han sido asesinados y son muchas más las denuncias por la violación de las mujeres, el maltrato físico y verbal por parte de los actores armados. Además continúa la prohibición del libre tránsito por sus territorios, la entrada de alimentos a las comunidades. De otro lado, la salud de las comunidades y el ecosistema de los pueblos se han visto afectados por la fumigación de los cultivos ilícitos sin ningún control. Los productos químicos que se utilizan generan cambios genéticos, enfermedades epidemiológicas, muerte de animales domésticos y agravan la seguridad alimentaria de los pueblos por el envenenamiento de sus productos. Por ello las organizaciones indígenas consideran que la política de seguridad democrática no es la salida real a la guerra ni garantía de la seguridad y pervivencia de los pueblos indígenas. Y Mucho menos la solución para la recuperación del control del orden público por parte del gobierno. Como si fuera poco, los últimos acontecimientos con la problemática de la fiebre amarilla les plantea la necesidad de prender las alarmas sanitarias en las comunidades, 4 pueblos (Arhuacos, Wiwas, KanKuamos y Koguis) que habitan en la Sierra Nevada de Santa Marta, pues son los más vulnerables a la hora de contraer la pidemia en esta zona de alto riesgo. Es entonces cuando las autoridades y organizaciones indígenas sienten que afrontan esta problemática con desventaja ya que la desnutrición no permite brindar a las personas de las comunidades un buen sistema defensivo, lo que ha dejado al descubierto el pésimo cubrimiento de los servicios médicos (contrario a lo que hace ver el gobierno). De igual forma, el temor que genera la presencia de los actores armados al impedir la entrada de vacunas, medicamentos y brigadas médicas pone en grave riesgo a estas poblaciones.
Últimas palabras
El gobierno nacional y los grupos armados deben respetar los derechos de los Pueblos Indígenas, a partir del reconocimiento del Derecho Ancestral y de las normas de protección consagradas en la Constitución Política, así como de los tratados y convenios internacionales ratificados por el estado colombiano que garantizan la vida y la dignidad de éstos. De igual forma, las organizaciones plantean que se debe construir un camino conjunto con toda la sociedad colombiana para que nuestra sociedad sea más justa y equitativa.
Luis Evelis Andrade
Presidente de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC)
Bogotá - Colombia
(Las opiniones emitidas son responsabilidad de su autor)
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