Ciudadanía alimentaria: entre el swadeshi y la globalización
"Una sociedad distinta precisa de nuevos consumidores y nuevas formas de consumo que consideren a este acto como un acto sociocultural y no sólo como parte del sistema de mercado, el consumo como un lugar cognitivo en el que se 'presuponga una actividad en la que el producto es objeto no sólo del deseo o necesidad del consumidor sino también de sus conocimientos y juicio'.”
Por Jorge Liber Saltijeral Giles
15 de junio, 2016
Frecuentemente la alimentación se presenta como una necesidad exclusivamente biológica, “necesitamos ingerir alimentos para cubrir los requerimientos nutricionales del organismo”. Sin embargo, desde la visión propuesta por Max Neef (1993) existe una diferencia esencial entre las necesidades y los satisfactores de esas necesidades. Las necesidades son finitas y universales y la alimentación se configura como una necesidad de subsistencia, pero existen satisfactores de carácter inmaterial que le dan sentido al acto de alimentarse, es decir, no sólo se vive de funciones biológicas sino también de relaciones sociales y afectivas, de identidades y pertenencias.
Frente a algo tan cotidiano como la alimentación, existe el riesgo de trivializar y simplificar, sin embargo es necesario cuestionar esa cotidianidad y acercarse a las complejidades del hecho alimentario.
El sistema agroalimentario global ha considerado a la producción de alimentos como una actividad económica y a los alimentos como un bien comerciable, pero al ser los alimentos el único bien de consumo que se incorpora “in corpus” (Torres Salcido, 2010) debería preocuparnos todo lo que existe detrás de la producción y consumo de alimentos. Ante la acción sistemática de separar a la alimentación de su función social, política y económica, los actores de la cadena agroalimentaria debemos de aclarar que la agricultura debe de producir alimentos, no comoddities.
En este contexto debemos de reconocer a los movimientos ciudadanos emergentes que proponen nuevas formas de crear, conceptualizar y operar el sistema agroalimentario ante el impacto sociocultural, económico, político, ambiental y sanitario que ha tenido la globalización alimentaria. La sociedad en conjunto debe buscar la capacidad de resocializar y re-espacializar los alimentos a partir de la construcción de una nueva “ciudadanía alimentaria” (Renting et al., 2012), una ciudadanía que trascienda del alimento como mercancía y de la gente como consumidora, una ciudadanía que reivindique el derecho de diseñar, participar y operar un sistema alimentario de calidad.
Cuando se habla de calidad en el sistema alimentario no nos podemos acotar a la concepción imperante basada en las características higiénicas, sanitarias, bromatológicas y organolépticas, si queremos redefinir el sistema alimentario es necesaria una reconstrucción social del concepto de calidad, una “calidad multidimensional” que incorpore atributos socioculturales de justicia ambiental, laboral y económica. A partir de esta redefinición los consumidores debemos de considerar a la calidad como una condición que actúe de manera decisiva y determinante en la compra de alimentos.
Una sociedad distinta precisa de nuevos consumidores y nuevas formas de consumo que consideren a este acto como un acto sociocultural y no sólo como parte del sistema de mercado, el consumo como un lugar cognitivo en el que se “presuponga una actividad en la que el producto es objeto no sólo del deseo o necesidad del consumidor sino también de sus conocimientos y juicio” (Douglas & Isherwood, 1996).El consumo debe de estar acompañado de pensamiento y acción, Gandhi dio una muestra inspiradora con la idea del “swadeshi” que es el “espíritu que nos exige que sirvamos preferentemente a nuestros vecinos inmediatos” (De Sousa Santos, 2011), pues cuando los indios se negaron a comprar la sal vendida por los ingleses, debilitaron la base económica del imperio británico.
La ciudadanía alimentaria debe de moverse con cuidado pues el cambio en los patrones de consumo no puede basarse en una cuestión de moda. Detrás de la compra de un café sustentable producido por comunidades indígenas o de una lechuga de producción local, no solo existe el acto solidario, sino que tiene que trascender hacia una voluntad transformadora dotada de compromiso.
En la construcción de esta ciudadanía alimentaria es necesario elegir las identidades sobre las marcas, el precio justo sobre el precio de mercado, las historias sobre la publicidad, la decisión sobre la imposición, lo diverso sobre lo homogéneo, la proximidad sobre la lejanía y lo colectivo sobre lo individual.
Fuentes:
De Sousa Santos, Boaventura (2011). Producir para vivir. Los caminos de la producción no capitalista. México: Fondo de Cultura Económica
Douglas, Mary & Isherwood, Baron (1996). The World of Goods: Towards an Anthropology of Consumption, New York: Routledge.
Max-Neef, Manfred., Elizalde, Antonio &; Hopenhayn, Martín (1993). Desarrollo a escala humana, Montevideo: Fundación Dag Hammarskjóld, Uppsala
Renting, Henk., Schermer,Markus &; Rossi, Adanella. (2012). Building food democracy: Exploring civic food networks and newly emerging forms of food citizenship. International Journal of Sociology of Agriculture and Food, 19(3), 289–307.
Torres Salcido, Gerardo (2010). Distribución de alimentos. Mercados y políticas sociales, Ciudad de México: CEIICH‑UNAM, Colección Alternativas.
Fuente: Desinformemonos