Carbón mineral y calentamiento terrestre
La explotación del carbón mineral es intensiva porque la demanda mundial de tan peligroso elemento, se acrecienta. En los EE.UU. el proceso de extracción se halla tan bien organizado que los consorcios empresariales obtienen el máximo de ganancias con los menores esfuerzos. Tal es el mejor incentivo para arrancarle las entrañas a la Madre Tierra, en tan feroz saqueo, que no mide consecuencias.
Por Gustavo Portocarrero Valda.
La pesadilla de su extracción.
Para quien no lo sepa, las montañas Apalaches, localizadas a lo largo de los Estados Unidos, son fuente abundante de aquél veneno ambiental. Para ser altamente lucrativa, aquella actividad sólo puede ser efectuada por multimillonarias inversiones, donde no caben las pequeñas. De esta forma las fases y movimientos del trabajo se armonizan, evitan movimientos innecesarios e inútiles y ahorran tiempo y dinero.
El periodista John Conner, cuya publicación fue censurada, aunque difundida por el Internet, expuso la raíz del problema como sigue:
“La minería del carbón está destruyendo las cimas de las montañas de EEUU volándolas con dinamita en vez de utilizar mano de obra minera, mucho más cara. Cumbres que la tierra y la naturaleza forjadas en cientos de millones de años desaparecen.
“La técnica consiste en destapar las cúspides para extraer el carbón que está más abajo, aprovechando las ventajas de la ausencia de regulación o la desidia de los reguladores, pero destruyendo la biodiversidad, las fuentes de agua, devastando ecosistemas y dejando de recuerdo un gran agujero estéril.
“Los dinamitazos afectan la línea divisoria de las aguas, a la vez que descuartizan las montañas. Con esta práctica, sólo en Virginia Occidental han sido destruidos más de 1.600 km de cauces de agua. Asimismo, las represas de masas de sedimento ponen en peligro a comunidades enteras, que a la vez son afectadas por los efectos de las explosiones directas…”
Aquella novísima forma de laboreo –destape con explosiones de dinamita acumulada– se ahorra la penetración normal al subsuelo mediante obscuros socavones ( túneles); situación que no permite generar elevadas ganancias, dado el restringido ancho del acceso. Por el contrario, descabezada una montaña, todo el proceso extractivo se hace por encima, a la luz brillante del día, con tractores, grúas, palas cargadoras, camiones, rieles, vagones y todo cuanto sea necesario para recoger la hulla (el carbón mineral). Sobra dinero para el objetivo cuando la ganancia es astronómica.
Las protestas sociales de las comunidades acaban permanentemente ahogadas con el silencio cómplice de los medios de comunicación. He ahí el poder del dinero empresarial.
Los daños que produce la saca del carbón de piedra, rápidamente acaban con la flora y fauna de la región. Se liquidan plantas, plantitas, árboles, especies animales, típicas de los bosques: liebres, zorros, ofidios, arácnidos, venados, gatos de monte, osos y un sinnúmero de otros seres vivos. Los promontorios o deshechos de tierra –basura minera– son lanzados a las faltas de los cerros para exponerlos a su violento como catastrófico descenso con la acción de las lluvias. Los cauces de los ríos de niveles inferiores ven alterado su cristalino descenso, con muerte de los peces, debido a la acción de la basura geológica mineral, animal y vegetal que se desplaza con las explosiones. Las montañas acaban destruidas y los diseños naturales, que equilibran la conservación del clima, ya no pueden cumplir su objetivo. Aguas cristalinas acaban contaminadas y desaparecen surgentes de agua pura y manantiales.
Como todo debe ser justificado y decorado, el lenguaje “técnico” ha adoptado su propia lexicología: “minería de gama cruzada”, “minería de superficie”, etc. No hay duda que también se ahorra una fantasía en salarios de los anteriores trabajadores. En solo Virginia del Oeste se suprimieron 40.000 puestos de trabajo.
Directamente desde su casa, cualquier persona puede evidenciar esta masiva destrucción. Basta encender el computador e ingresar al Internet para quedarse estupefacto. Miles de kilómetros de serranía, se ven virtualmente afeitadas de toda vegetación. Desaparecido el verde color natural, acaba reemplazado por el color tierra estéril, panorama que jamás podrá restaurar lo arrasado. ¿Las consecuencias? –desertización de las montañas, incremento del calor, enrarecimiento del aire, próximos aludes, etc., etc.
Es tanta la protección del Poder Central, como de las autoridades locales, que el sólo haber detenido semejante voracidad por un funcionario, fue considerado por un magistrado como “abuso de autoridad”. De otro lado, los arrestos de los ecologistas son cosa sencilla porque sobran policías y recursos para aquellos operativos.
Dados los inmensos volúmenes del material extraído y triturado, el transporte es efectuado por ferrocarril, cuyo tendido de rieles puede llegar cómodamente hasta el lugar de su embarque. El autor del presente artículo pudo constatar, en el Estado de Pennsylvania, estaciones sucias y ennegrecidas por la acción del producto. Por propia curiosidad –y en un solo embarque cerca de la estación de Altoona– contó doscientos cuatro vagones llenos de carbón, impulsados por cuatro locomotoras. En otra ocasión posterior, comprobó en el puerto de Norfolk, Virginia, enormes promontorios (como cerros) de hulla triturada, a la espera de ser montados en barcos cargueros, rumbo a sus destinos finales.
Otros efectos.
Las serranías Apalaches, donde se hallan más de cinco Estados, son el mudo testigo de un gigante ataúd natural de colinas muertas. Se trata del típico caso de un asesinato que deja en su reemplazo, desolación y paisaje lunar estéril. Es una puerta abierta en contra del medioambiente porque, merced a la acción de los vientos, viaja el polvo por el aire portando tóxicos letales.
Como ya se dijo más atrás, las quebradas de los valles reciben una infinidad de residuos o deshechos de tierra y carbón que forman presas y embalses naturales improvisados, sin construirse diques de cemento. Estos relaves, o concentrados de materias químicas, pueden explotar en frío con solo la presión de su peso, arrasando con las áreas inferiores para dar muerte a más vida vegetal y animal, envenenando también a los ríos de más abajo.
Hasta este momento se ha tocado el tema en su fase de producción y distribución. Toca ver ahora qué es lo que sucede con el proceso industrial de consumo.
El carbón mineral, o hulla, es adquirido en grandes cantidades por la industria pesada del mundo. Con su quema se produce la suficiente energía calorífera que ejecuta obras jamás pensadas, especialmente plantas para la generación de energía eléctrica. La industria norteamericana es buena consumidora de su letal producto, con cerca de 600 plantas de energía a carbón.
Toda la industria pesada de los países desarrollados (y otros en desarrollo), consistente en fundiciones de minerales, producción de locomotoras, aviones, barcos, camiones, motores, automóviles, tractores, tanques de guerra, herramientas y cualquier tipo de maquinaria análoga), tiene algo que ver con el carbón mineral.
Por supuesto, la quema diaria de este producto le endosa su cuenta al planeta Tierra, dejándole dos magníficos tipos de basura: sólida y gaseosa. La primera circula por el suelo y parte de la atmósfera; la segunda, directamente por el cielo. Hablemos de lo primero:
- La combustión del carbón emite ceniza (hollín), la misma que por la acción del viento y corrientes de aire se distribuye hacia cualquier lugar. Recuerdo haber viajado por tren en Europa (entre Checoeslovaquia y Polonia), recorriendo inmensas extensiones bajo la fuerza de locomotoras a carbón, cuyas enormes chimeneas distribuían, juntamente con el humo, partículas sólidas de fácil adhesión donde sea, incluyendo la vestimenta.
- Los técnicos han comprobado que la ceniza del carbón consumido contiene radiación, constituyendo riesgo para quienes se hallan en los alrededores de aquellas plantas.
- En varias partes del mundo ha hecho su aparición la lluvia ácida cuyas descargas destruyen lugares fértiles. Dañan también las construcciones, monumentos y cementerios, así sean de mármol.
- El dióxido de carbono (CO2) tiene efectos asfixiantes y produce asma.
- Del carbón emana también el mercurio. Cuando este último acaba en las aguas de ríos y lagos acaba en el cuerpo de los peces, cuya ingestión actúa como neurotoxina, atacando al cerebro y el sistema nervioso. Muchísima gente ya no desea el pescado como alimento.
Los efectos más graves.-
Toca hablar del viaje aéreo del dióxido de carbono, por el espacio superior y sus efectos consiguientes en el planeta Tierra:
Fase primera. Las chimeneas de las plantas industriales –chimeneas del “progreso” al decir de la imbecilidad y/o la ignorancia– expulsan todo su humo hacia el espacio aéreo gracias a su elevada longitud de tubería, de ancho significativo. Para evitar su retorno al suelo, hace mucho tiempo que la técnica lo despacha a gran velocidad por gigantes caños.
No se necesita ser literato para comparar tales caños con cañones, porque disparan un arma letal –el CO2, dióxido de carbono– contra la vida del planeta, con unos cuantos agravantes de barbaridad: miles de toneladas de despacho, habitualidad, velocidad y toda la jornada de trabajo (a contarse en horas)
Se aclara que gran parte de las empresas polucionantes ahora expulsan su contaminación por las noches, siempre en coordinación con las autoridades. ¿Por qué razón? –Para que la gente no perciba la monstruosidad de sus negras emisiones y evitarse las indignadas reacciones.de miles de personas que se hallan dispuestas a aquello.
Fase segunda. El humo, más otros gases adicionales, es despachado hacia arriba a un desconocido “tour” espacial, que no se limita a visitar de las nubes. Cruza desde la tropósfera, área donde vive y viaja el hombre en avión, rumbo a la estratósfera, dejando sus efectos en las blancas contexturas nubosas para continuar hacia su meta. Allí le esperan una infinitud de gases para una armónica unión (simbiosis) en aquellos confines que solo han cruzado las naves espaciales.
Queda claro que ya no hay cómo desplazarse más lejos, porque la frágil pompa –llamada Capa de Ozono– (genial filtro natural que protege a la vida de los rayos ultravioleta del sol) no deja salir más lejos a los gases.
Fase tercera. Aquellos gases acumulados constituyen ahora una capa intermedia perniciosa que ya no permite equilibrar la temperatura, como sucedía anteriormente. El calor ingresaba y salía por la pompa, libremente, para mantener la estabilidad.
Bloqueada como se halla la salida del calor, todo éste permanece concentrado dentro el planeta, produciendo lo que se denomina: calentamiento global. La vida de la Tierra genera fenómenos antagónicos por las corrientes del aire. Por un lado lluvias abundantes, en otras latitudes: sequía; extremado calor en unas y frío extremo en otras.
Fase cuarta. Las consecuencias globales ya son indiscutibles. Los huracanes son más violentos, se produce el derretimiento de los polos, particularmente del Ártico aumentando el nivel de los océanos y anunciando inundaciones en las ciudades costeras. Hace pocos días, dos científicos murieron ahogados al pisar una capa de hielo, que ya no podía soportar su peso.
El incremento del calentamiento ya ha producido desaparición de varias especies vegetales y del reino animal. Los futuros desastres son tan horrorosos, como la perforación que ha sufrido la capa de ozono, y permite la entrada y acción directa dentro el planeta, de los rayos ultravioleta de sol. Prefiero callar otros efectos para no alarmar, ni me supongan catastrofista o novelista de ficción.
Lo peor de todo es que los consorcios económicos transnacionales –culpables directos del calentamiento terrestre, pero se enriquecen a costa de la muerte– hacen oídos sordos al clamor angustioso de la humanidad para que cese el consumo de los combustibles fósiles (carbón y petróleo). De otro lado, los gobiernos poderosos del mundo, compuestos por presidentes rastreros y sin pantalones, se exhiben cándidamente sin fuerza ni voluntad para ordenar el cese del ecocidio. Es más, continúan brindando tolerancias y aun ampliándolas.
No hay parte del mundo donde no crezca el clamor por el cese total de aquellos combustibles. Todos los ensayos técnicos para conservarlos han fracasado por completo.
Es oportuno, como adecuado al tema, citar al destacado periodista inglés George Mombiot, del periódico El Guardián de Londres:
Señoras y señores. ¡Tengo la respuesta. Aunque parezca increíble, he descubierto la tecnología que nos salvará del cambio climático! Con toda la bondad de mi corazón, os la ofrezco gratis; sin patentes, ni letra pequeña ni cláusulas ocultas. Esta tecnología, una visión radical de cómo capturar el carbono y almacenarlo, está ya causando sensación en los círculos científicos. Es barata, eficiente, y se puede implementar de inmediato. La respuesta es… dejar los combustibles fósiles donde están.
Contacto:
gustavop2@hotmail.com