Argentina: Erradicación del hogar-rancho: ¿progreso o retroceso?

Idioma Español
País Argentina

"Un plan de mejora de su vivienda, como manera de combatir el Chagas y de verdaderamente mejorar la calidad de vida, debería formar parte de un plan integral de la revalorización de su cultura, territorio y economía. El plan de re-construcción y construcción debería partir por supuesto de sus mismos saberes y protagonistas, ser una instancia de aprendizaje para los profesionales quienes deberían poner al servicio de esos proyectos las nuevas técnicas, materiales y tecnologías disponibles."

Publicado en El Fogón

El patrimonio arquitectónico y la cultura campesina en peligro.

Mientras el adobe y otros materiales que nos ofrece el paisaje son cada vez más utilizados por distintos sectores de la sociedad para la construcción de nuevas viviendas (desde los proyectos cooperativos a los sofisticados diseños arquitectónicos) año tras año se destruyen cientos de hogares-rancho, algunos cuya antigüedad y características forman parte de nuestro Patrimonio Arquitectónico Histórico.

Detrás están los distintos programas públicos provinciales y nacionales destinados a paliar dos situaciones reales, complejas e interrelacionadas: el mal de Chagas y la precariedad de las viviendas. Pero es el arraigado prejuicio de que “vivir en un rancho es sinónimo de atraso y pobreza” lo que pareciera justificar -para quienes diseñan y ejecutan dichas políticas públicas- tal destrucción y les impide abordar esas problemáticas desde una perspectiva integral que respete y promueva la identidad campesina en vez de aportar a su desarticulación. Tal como está planteada, la sustitución de la vivienda detona una cadena de efectos sociales, económicos y culturales poco visibilizados. Pero antes haremos algunas aclaraciones -basadas en investigaciones, experiencias y constatadas con los mismos campesinos- para que, sin restarle importancia a esta grave enfermedad Latinoamérica que afecta a millones de personas, sirva para reflexionar sobre cómo a veces la prevención está asociada al prejuicio, lo que redunda en una erradicación de viviendas que muchas veces se vuelve arbitraria y no repara en otras alternativas.

El poder del prejuicio.

La vía de contagio principal del Chagas es mediante la acción de algunas especies de vinchucas (que pululan en el entorno humano) cuyas heces son portadoras de un parásito que transmite la enfermedad. La vinchuca tiene hábitos nocturnos y rehúye a la luz. Cuando pica, casi al mismo tiempo defeca. Cuando el hombre u animal doméstico se rascan, los parásitos ingresan al torrente sanguíneo transmitiendo la enfermedad. Este mecanismo representa el 80% aprox. de las vías de contagio. Dentro de la vivienda es la Triatoma Infestans la variedad de vinchuca portadora del parásito. Fuera del domicilio existen otras variedades portadoras o vectores. Es entonces dentro del hogar, por la noche y mientras el hombre duerme, la situación de contagio que más se intenta controlar, sin olvidar que en un amplio radio por fuera de la vivienda también se da el contagio. La vinchuca busca refugiarse en sitios oscuros, especialmente orificios y grietas. Las acciones preventivas más efectivas tienen que ver con la periódica fumigación (química o blanqueo con cal) la limpieza y el orden de la vivienda (evitar acumular objetos y rotar los mismos) y por supuesto, un mantenimiento-adecuación de la estructura. Y aquí es donde reside la discusión central: ¿es necesario destruir el hogar-rancho para controlar significativamente el contagio? Asumiendo que la higiene y el orden son hábitos mejorables independientemente al tipo de vivienda, nos quedan aquellas características estructurales del rancho que favorecen al refugio de las vinchucas: techos de

paja, caña, varillas, barro y paredes de adobe. Aquí, justo aquí, es donde el prejuicio (rancho= pobreza y atraso) pareciera saltarse el siguiente análisis: ¿existen alternativas para mejorar esas características estructurales sin tener que proceder a la destrucción de la vivienda con todo lo que socio-culturalmente ello implica y acarrea? La respuesta es contundente: claro que existen alternativas. Las soluciones de sentido común (revoques, reemplazo y mejora de techos, desinfección, etc.) no solo se combinan con los conocimientos específicos de los mismos campesinos, sino que hoy en día se potencian con nuevos materiales, técnicas y tecnologías disponibles en el mercado. Mercado que irónicamente, impulsa en todo el mundo la construcción de viviendas ecológicas o compatibles con el medio ambiente.

Una vez derribado o abandonado el hogar-rancho, es en la supuesta mejora habitacional y calidad de vida en donde muchas veces las familias discrepan. Y es tal vez lo más invisibilizado de una problemática que no es exclusiva de la provincia de Córdoba, aunque en los últimos 10 años desde este Estado Provincial se han redoblado los esfuerzos para erradicar estos hogares en todo el territorio y publicitarlo como acción relacionada al progreso.

Erradicación: sacar de raíz.

Desde parámetros campesinos -basados en sus costumbres, cultura y cosmovisión- la realidad es que la calidad de vida de muchas de estas familias disminuye sensiblemente una vez reubicados en la nueva vivienda, situación que se agrava cuando (por un motivo u otro) tuvo que construirse lejos del sitio original y no pocas veces en los cinturones marginales de los pueblos. Cuando caen en la cuenta ya es tarde: la ruralidad les ofrecía trabajo, ocupación, dignidad, ahorro económico y cierto grado de soberanía alimentaria. Aquí son las personas mayores quienes más sufren el desarraigo: una vez erradicados (o sea, sacados de su raíz) se marchitan lentamente luego de toda una vida formando parte de un paisaje. No se trata de una metáfora: es lo que frecuentemente ocurre. Estamos hablando inclusive de abuelos y abuelas que a pesar de su avanzada edad y ser portadores de la enfermedad, han logrado sobrellevar sus efectos (el Chagas afecta

principalmente al corazón) y en todo caso son portadores de una entereza y lucidez sorprendentes. Es el motivo por el cual algunos regresan al rancho (cuando sigue en pie) y la casa queda como depósito o segundo hogar. Es frecuente también que aquellos que no se mudaron de sitio, le adosen a la nueva vivienda un cuarto de adobe en donde finalmente eligen dormir. Estas conductas suelen irritar a muchos gestores y autoridades quienes no pueden (o no quieren) hacer un esfuerzo para comprender que tal actitud está anclada a una idiosincrasia e identidad ancestral que, al igual que el monte asediado, siempre buscará rebrotar. Y más allá de las buenas voluntades, sobre todo en los pequeños poblados en donde todos se conocen, nadie está exento de las políticas clientelistas e intereses económicos (agro negocios e inmobiliarios) detrás de grandes extensiones liberadas.

La realidad nos señala que desde todos los órdenes sociales se viene avasallando histórica y sistemáticamente al campesino-originario. No podemos negar que una buena parte de los jóvenes crecen estigmatizados y ni se les ocurre en su adultez vivir en una casa de adobe o tomar la posta en la unidad productiva familiar como fuente laboral genuina. Para dejar atrás ese pasado, muchos adoptarán modelos culturales en los cuales nunca encajarán, emigrarán a los centros urbanos y renegarán de sus orígenes. Sin embargo a veces ocurre lo contrario: hay casos en donde el rancho deshabitado es rápidamente ocupado por familiares que huyen de su precaria situación en las ciudades para comenzar una nueva vida. Lejos de analizarlo como un incipiente movimiento esperanzador que debería promoverse y reforzarse con políticas que incluyan la contención en destino, muchas autoridades lo catalogan como “avivadas” para conseguir una nueva vivienda, como si deambular por la vida fuera tan agradable.

Pérdida del patrimonio arquitectónico y cultural.

Desde una dimensión arquitectónica, la casa rancho (recordemos: construcción adaptada a las características del paisaje y el clima) ofrece ventajas que no posee la nueva casa de material. Solo por citar un ejemplo, el adobe y la piedra poseen propiedades térmicas excepcionales: conservan un fresco natural en el verano y agradable calidez en el invierno. Todo lo contrario a la vivienda construida con block y débil aislamiento. Y como todo tiene que ver con todo, el campesino ahora necesitará (si tiene) dinero para calefaccionar o refrigerar. Además si se enferma (propiciado por su desmejorado estado anímico y los cambios de hábitos alimenticios) en muchos casos no dispondrá de la medicina natural y estrenará el ciclo fármacos-dinero-descompensación por falta de costumbre-más fármacos. No es una exageración: es lo que frecuentemente ocurre.

Pero el rancho o la vivienda campesina tampoco es comparable a la casa en términos ciudadanos-occidentales: es el centro del hábitat-territorio campesino (la vida cotidiana se desarrolla en buena medida afuera de él) y está integrado a su horizonte simbólico, cultural y cosmológico (ver recorrido fotográfico) El rancho está atado a la unidad productiva familiar y al manejo responsable y ancestral del monte. Inclusive desde esta perspectiva ofrece soluciones a otros problemas estructurales. Las técnicas con las que se realizan los distintos tipos, junto a otras construcciones domésticas como las quinchas, las pirwuas, los corrales, las cocinas, etc. corresponden a antiguos saberes relacionados a los recursos de cada región, o sea, a lo más auténtico de nuestra arquitectura popular.

Ni nostalgia ni negligencia: alternativas para paliar las problemáticas.

Creemos entonces que un plan de mejora de su vivienda, como manera de combatir el Chagas y de verdaderamente mejorar la calidad de vida, debería formar parte de un plan integral de la revalorización de su cultura, territorio y economía. Sobran ejemplos en el mundo sobre este tipo de acciones que favorecen finalmente a la sociedad en su conjunto. El plan de re-construcción y construcción debería partir por supuesto de sus mismos saberes y protagonistas, ser una instancia de aprendizaje para los profesionales quienes deberían poner al servicio de esos proyectos las nuevas técnicas, materiales y tecnologías disponibles. No se trata de nostalgia inútil ni volver al pasado. Parece irónico que en estos tiempos en donde tanto se promueve la conciencia ecológica, las energías renovables, las terapias alternativas etc. muchas de esas soluciones tengan que venir de afuera en vez de volver la mirada al enorme acervo local al alcance de nuestras manos. Esta acción promovería retomar y fortalecer las identidades regionales- campesinas, la cuales evolucionarían desde sus propios puntos de partida.

Pero hasta ahora es la desarticulación de su cultura lo que prevalece. Solo basta conversar en cualquier pueblo con los vecinos, familiares, organizaciones o autoridad comunal: son cientos los casos de personas (sobre todo abuelos y abuelas) con agudas depresiones post-mudanza difícil de superar. Ellos no logran comprender cómo ese “progreso” del que tanto les hablaron y hasta ellos mismos aplaudieron, les devolverá la alegría, la dignidad y el bien-estar.

Por Pablo Rosalía / Asociación Cultural Relatos del Viento.

-Testimonio y postura de Alcira Gorosito aquí

- Recorrido fotográfico completo aquí

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales, Saberes tradicionales

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