La presidenta Dilma Rouseff promovió un viaje relámpago a Porto Velho y Río Branco, el día 15 de marzo, para verificar el resultado de la mayor crecida observada en esa porción de la Amazonía –entre Rondonia, Acre y el noroeste boliviano. La verificación podría haberse traducido en algo más que las migajas emergenciales usuales, entregadas en casos de “calamidad pública”. Podría haber sido el inicio de averiguaciones y de evaluación consciente de los daños sociales y ambientales adicionales, más allá de los llamados “daños naturales”. Daños añadidos a otros tantos pre-existentes, producidos por intervenciones predatorias e imprevisibles, como fueron las implantaciones de las plantas de Santo Antonio y Jirau en el río Madera.