En las últimas décadas se han producido una serie de cambios estructurales en el agro argentino: agriculturización; desregulación económica; reorientación de la producción agraria a la exportación; apertura al ingreso de insumos externos; expansión del modelo de la soja; procesos de centralización y concentración de la producción agroalimentaria. Estos cambios han tenido un fuerte impacto en la estructura agraria argentina, y en la vida de los pequeños productores y campesinos, expresando a su vez transformaciones más amplias vinculadas a una reorganización territorial del país.