Construcción territorial colaborativa al sur del Gran Buenos Aires
"Apoyado en un sistema de toma de decisiones arquitectónico, el Proyecto Roca Negra recobró impulso visualizando las necesidades y aspiraciones de cada participante y teniendo en cuenta los recursos disponibles. Un tablero interactivo, para medir y ubicar situaciones, objetos y funciones, habilitaba un «proceso de conversación asambleario». El fin de esta nueva forma de trabajo colectivo consistía en «desarrollar las posibilidades latentes en la asociación entre la energía de transformación de un movimiento social y las potencialidades de un territorio»."
Roca Negra es un predio de 4 hectáreas ubicado en la localidad de Monte Chingolo, en la provincia argentina de Buenos Aires. Fábrica abandonada, se convirtió en un depósito de chatarra hasta que en el año 2002 organizaciones sociales como el MTD de Lanús comenzaron un proceso de recuperación. Allí, desde entonces, «se organizó una huerta orgánica además de diversas actividades de índole social, incluyendo proyectos de desarrollo, aprendizaje y trabajo con el fin de restablecer lazos de solidaridad entre los vecinos de los barrios aledaños como son: Villa Urquiza, Gonet, La Fé y Villa Besada»[1]. Luego llegaría, en 2003, la implementación de proyectos presentados ante el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación para mejoramiento del lugar y el desarrollo de emprendimientos productivos: dulces, conservas, serigrafía, herrería y una fábrica de bloques de cemento. Ya en 2007, bajo el nombre de El Colectivo, tomó forma una editorial cooperativa y autogestionada. Y en 2008, tras dos intentos de remate del lugar, llegaría la expropiación del sitio. La continuidad del trabajo de los militantes y el funcionamiento de este espacio comunitario estaban asegurados.
Pasada una etapa cargada de incertidumbre, comenzaba otra nueva en la cual era posible «pensar un proyecto de transformación y adecuación del entorno físico a largo plazo»[2]. Apoyado en un sistema de toma de decisiones arquitectónico, el Proyecto Roca Negra recobró impulso visualizando las necesidades y aspiraciones de cada participante y teniendo en cuenta los recursos disponibles. En tanto, un tablero interactivo, para medir y ubicar situaciones, objetos y funciones, habilitaba un «proceso de conversación asambleario». El fin de esta nueva forma de trabajo colectivo consistía en «desarrollar las posibilidades latentes en la asociación entre la energía de transformación de un movimiento social y las potencialidades de un territorio».
Natalia Revale es una militante del Movimiento de Trabajadores Desocupados del partido de Lanús, uno de los MTD que componen el Frente Popular Darío Santillán (FPDS) en el conurbano bonaerense. Participa en el área de cultura del frente, uno de los movimientos multisectoriales, sociales y políticos más importantes de la Argentina e impulsor de las actividades que se realizan en las tierras recuperadas de Monte Chingolo. «La idea fue apostar siempre a este espacio como un espacio de trabajo, de cultura y de educación popular», recuerda. Ariel Jacubovich, en cambio, es un arquitecto con estudio propio y docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Con un grupo de profesionales edita una revista autogestionada de arquitectura abordando la materia «con una visión un poco más amplia, más relacionada con los problemas propios de la sociedad». Sobre el proyecto Roca Negra explica: «En un predio que quedó en quiebra en los noventa, que luego fue ocupado por las organizaciones, finalmente se está haciendo realmente un proceso de transformación que va a repercutir en toda la zona». La amistad fue la casual responsable de cruzar a Revale y Jacubovich en este proceso de transformación de un territorio.
―¿Cómo llega Roca Negra a ser recuperado por el MTD?
Revale.―Más o menos, en el año 2002 Madres de Plaza de Mayo llega a este lugar y le propone a diferentes organizaciones de la zona que le demos la utilidad que a nosotros nos parezca más conveniente para mejorar la calidad de vida de la gente de Monte Chingolo. Junto a otros movimientos empezamos a utilizar este espacio con diferentes emprendimientos: una huerta, un taller de herrería, un taller de serigrafía; diferentes emprendimientos productivos que tenían que ver, por un lado, con la fuente de trabajo de compañeros y compañeras, y por otro lado, con poder darle vida a un espacio que estaba prácticamente abandonado. Empezamos a darle vida sin tener todavía mucha idea de la situación legal, hasta que en 2007 llega una orden de remate del espacio. Empezamos a averiguar un poquito más cómo venía la cuestión legal y ahí decidimos hacerle frente a este remate; es cuando empezamos a hacer todas las gestiones necesarias para que pueda salir la expropiación definitiva del predio, y se dio a finales del año pasado (2008), después de toda una lucha bastante grande, de movilizaciones, de frenar dos remates y de conseguir firmas de diputados y senadores. En el medio, y desde hace dos años, empezamos a darle forma al Bachillerato Popular para Adultos que funciona hoy en Roca Negra junto a otros emprendimientos educativos, y bueno, a ponerle mucha energía desde el momento en que nos ponemos más al hombro todo el proyecto.
―Con respecto a la expropiación del predio, ¿a nombre de quién está?
Revale.―Hoy está a nombre de una asociación civil que es parte del MTD de Lanús, que se llama Semillita de Algarrobo Colorado, que tiene personería jurídica, del MTD de Lanús y es del Frente Popular Darío Santillán.
―Y en relación a la utilidad del espacio, ¿son todas actividades desarrolladas por el FPDS o además convergen con otras organizaciones y espacios culturales?
Revale.―En principio la mayoría de las acciones tienen que ver con el frente y con acciones, por ejemplo, actividades o encuentros de organizaciones; es un espacio que ofrece todas las características para poder albergar a más de mil personas. Se hacen muchísimos encuentros, campamentos, ferias, recitales. Los proyectos permanentes son en una gran parte del MTD de Lanús, y por otro lado, funciona un mercado frutihortícola que ya venía trabajando desde 2002. Se está empezando a formar una especie de consorcio en Roca Negra donde nuestra idea es que se sumen más proyectos que tengan el mismo espíritu que el nuestro para utilizar el lugar y que sean proyectos para beneficiar al barrio. Hoy funciona una escuela primaria para adultos, que es una escuela que depende del municipio pero que funciona en el predio. También estamos charlando con un grupo de vecinos para darle espacio a un club; son setenta nenes que vendrían a estar haciendo actividades deportivas en el predio. Nuestra idea es que todo esto siga cobrando vida y que sea más apropiado por los vecinos.
―¿Con qué superficie cuenta el predio?
Revale.―Es una superficie de aproximadamente cuatro manzanas, así que es bastante grande. Tiene algunos galpones: un galpón lo utiliza el mercado, en otro galpón, que es más pequeño, está funcionando el taller de herrería, una bloquera que es bastante histórica del predio, donde trabajaba Darío Santillán, que primero funcionó en Monte Chingolo, en uno de los barrios, en La Fe, y después se trasladó a Roca Negra. Hay un taller de serigrafía, un espacio editorial que se llama El Colectivo y un espacio de huerta. Hay otro edificio en donde está funcionando ahora el bachillerato con tres aulas, la primaria y está funcionando todos los días un comedor porque hace dos meses arrancaron a trabajar unos 90 compañeros en forma de cooperativa, que están trabajando diariamente para el mejoramiento del predio y de las actividades que se realizan. También tiene una parte superior donde funciona la escuela, donde se está pensando en armar un cine. Más allá que es un espacio de usos múltiples, arriba también hay un taller de carpintería, así que se está ampliando constantemente y de acuerdo a como nos va surgiendo vamos proyectando los espacios para las diferentes actividades.
―¿Cómo surge la idea de transformar el espacio arquitectónicamente?
Revale.―Era un espacio muy grande y tenía mucho potencial. La realidad es que de uno de los espacios que utilizamos, que era donde funcionaba la fábrica, solamente estaba su estructura, y algunas de las cosas las fuimos haciendo sobre la marcha con compañeros que tenían saberes en albañilería y electricidad. Sobre la marcha fuimos construyendo algunas cosas que eran las más indispensables, como por ejemplo las aulas para el bachillerato o por ejemplo techar el lugar porque la mitad de la fábrica estaba sin chapa y se llovía, y bueno, eran cosas básicas. Cuando la idea se empezó a hacer más compleja, empezamos a ver la posibilidad de tener un proyecto más a largo plazo y ahí fue que surge la idea. Se acerca un compañero que es arquitecto y que estaba interesado en poder sumar desde su conocimiento; ahí lo convocamos a Ariel. Hugo (Luna), que es maestro mayor de obras, también tiene mucha experiencia con un grupo de compañeros que saben de albañilería; así que entre todos se le está poniendo ahora cabeza a esta parte del proyecto, que es bastante compleja porque muchas cosas no las sabemos, entonces constantemente estamos pidiendo asesoramiento solidario en ese sentido, pero que por suerte lo estamos teniendo y se está avanzando bastante.
Tablero, fichas y diálogo
―Vos estás colaborando con el proyecto Roca Negra, ¿cómo te acercás al MTD de Lanús para proponer un trabajo diferente en el predio?
Jacubovich.―Entré a trabajar con ellos de la mano de Natalia. Había empezado un trabajo con ella en una ONG en el norte, pero más que nada es una amiga que conoce el trabajo que yo hago. De alguna forma, también en los últimos años había estado conociendo el trabajo del MTD por gente muy cercana que estuvo con ellos, por las actividades que se hacen el 26 de junio en la Estación Avellaneda.
―¿Sentís que hay una mirada social que se puede plantear desde la arquitectura en Roca Negra o en cualquier otro espacio?
Jacubovich.―Sí, totalmente. Yo creo que lo social está en todas las disciplinas, es como una relación. No me interesa pensar lo social como si fuera un campo cerrado al cual recurrir para dotar de legitimidad a algunos procesos. Roca Negra me interesa porque es fascinante el proceso y la forma que tienen ellos de generar cosas. El sistema de toma de decisiones, de producción, de conseguir recursos es muy interesante a nivel de ser una especie de experimento de cómo podría ser la sociedad. Lo que me interesa como arquitecto, y lo que estamos tratando de hacer con ellos, es acompañarlos en ese proceso de la forma que ellos tienen de actuar. No tomarlo como un encargo de «venimos acá, hacemos algunas propuestas», se las proponemos y ellos dicen sí o no, sino hacerlo juntos de una manera autogestionada y con un sistema de toma de decisiones más democrático, un sistema asambleario. Por otro lado, de entrada ellos plantearon que querían hacer un montón de cosas, pero no viviendas, y me pareció interesante como forma de generar condiciones urbanas en un lugar donde por ahí hay viviendas pero no hay condiciones urbanas en el sentido de lo que provee una ciudad para que sea una ciudad y no solamente un conjunto de casas.
―En la toma de decisiones, ¿dónde se vincula lo asambleario con lo arquitectónico?, ¿cómo sería la propuesta en Roca Negra?
Jacubovich.―Hubo una primera etapa que dedicamos a charlar, a conocernos, conocer el lugar, las ideas que cada uno de los que participaban en las reuniones tenía, las cosas que ya estaban en marcha y los recursos que ya estaban disponibles; cuando digo recursos lo digo en un sentido amplio, no solamente económico. Después, cuando nosotros nos pusimos a trabajar, lo que hicimos fue generar unos sistemas que tenían varias etapas que se van a ir completando. Era una especie de aparato o juego para ponerlo en marcha en las asambleas. Había instancias que eran un listado de cosas de las que hay o se pueden conseguir, que llamamos «recursos», y de cosas que serían las que ellos quieren o necesitan, que serían «las aspiraciones». Sería lo más parecido a un programa de lo que se quiere hacer. Muchas cosas eran contradictorias, porque alguna gente quería hacer una cosa, otra gente quería hacer otra y muchas veces eran programas superpuestos; entonces, había que poner todo eso junto a debatir.
―¿Es la primera vez que participás de una iniciativa asamblearia de este tipo?
Jacubovich.―Con un colectivo autogesionado sí, pero en mi práctica profesional también me enfrenté o busqué que ciertas cosas que habitualmente se hacen de una forma se hagan más colaborativamente. A mí me interesa generar sistemas de discusión, de debate, para que surjan las cosas de esa forma, no tanto como el arquitecto que provee las ideas y las formas y el cliente decide a partir de su gusto. Son como sistemas de juego: generar un tablero con fichas. Lo primero que hicimos en el MTD fue ese listado de cosas, pero ese listado alimentaba una segunda instancia cuando se convertían en fichas que se ponían en un tablero, que era la foto aérea del lugar. Era una especie de panel muy grande y se veía en asamblea, se discutía a partir de eso, se iban proponiendo posiciones de las cosas; básicamente, era para generar un diálogo y discutir cuáles eran mejores, cuáles eran peores, qué prioridades hay en este momento, qué posibilidades se pueden hacer ahora o qué cosas quedan para después. El proyecto era lo que nosotros interpretábamos de todas esas instancias anteriores que se habían hecho.
―Y todo esto que se va conversando colectivamente, ¿cuánto tiempo crees que llevaría ponerlo en marcha?, ¿con qué recursos se llevaría adelante?
Jacubovich.―De hecho está sucediendo. Esas asambleas donde se decidía con este sistema de toma de decisiones deben hacer sido 3 ó 4 asambleas a lo largo de 4 meses. Después, se definió una cosa general, aunque provisoria, que se llama «proyecto». Nos concentramos en trabajar cosas muy puntuales de eso. El proyecto lo que define es la disposición general del lugar, del sitio y las cosas que habría. Nos concentramos en desarrollar dos de esas instancias bastante puntuales y, concretamente, una de ellas se está construyendo. Es «el acceso», una construcción en la entrada que por un lado demarque qué es eso, que tenga una imagen hacia el exterior; por otro lado, que ayude a delimitar lo que es acceso peatonal de lo que es el acceso vehicular. Atrás funciona un mercado comunitario mayorista que comparte con el MTD el sitio, pero todo el tiempo entran camiones por el mismo lugar donde se entra al resto del predio; entonces, había un conflicto entre los camiones, los peatones o la gente que va al bachiller, la gente que va a los talleres de la bloquera o la gente que va a hacer serigrafía. El acceso era para ordenar desde la entrada todo eso. Cuando se decidió hacer no había muchos recursos. Uno de los recursos importantes que tiene el FPDS es la bloquera, la fábrica de bloques de cemento. Nos pareció interesante que eso sea algo para potenciar a través del proyecto, que se potencie a través de desarrollar prototipos de diferentes cosas, no solo que sea visible la unidad, el bloque, sino que sea visible lo que se puede hacer con él, tratar de hacer la mayor cantidad de cosas posibles con bloques de cemento, como una experimentación. Para construirlo se implementó un taller de obra dentro del bachiller, el bachiller que ya está funcionando. Se implementó un taller para que puedan aprender oficios de albañilería y otras cosas que lo está llevando Hugo, el maestro mayor de obras. Nosotros participábamos de algunas instancias particulares formativas o educativas desde lo que sabemos hacer como arquitectos en relación a los planos, y todo eso poder transmitirlo.
―¿Es decir que la mano de obra para llevar adelante el proyecto sería gente del mismo MTD o que se suma a los talleres?
Jacubovich.―Es todo cambiante, como varias instancias. El taller de obra que se implementó con gente del bachiller fue más o menos en agosto (2009); en ese momento, se decidió hacer el acceso de esa forma y hubo varias instancias de implementación, de clases o instancias formativas para poder construir eso. Pero después cayó lo de las cooperativas del Plan Argentina Trabaja. El MTD y el FPDS lograron conseguir que cierta cantidad de puestos de trabajo que iban a ser repartidos en función de los intendentes, los puedan manejar directamente ellos. Eso fue una gestión bastante larga, pero finalmente se puso en práctica y desde hace un mes y medio están trabajando en el predio tres cooperativas de trabajo. Esas cooperativas de trabajo hacen muchas cosas, no solamente la parte de construcción del proyecto, pero la idea es que se puedan incorporar al proceso de transformación del territorio y de desarrollo del proyecto. Lleva un tiempo de implementación, de formación, de formación de grupos.
―La idea de transformar el lugar terminó creando puestos de trabajo.
Jacubovich.―Desde afuera veo que es algo que todo el tiempo intenta hacer el FPDS y el MTD en Roca Negra, tratar de generar emprendimientos productivos. De hecho, el acceso genera, de alguna forma, también puestos de trabajo porque está ligado al cuidado de los camiones, hay un taller de herrería y la bloquera, y también son generadores de puestos de trabajo, pero con esto de las cooperativas hay como más recursos desde el Estado directamente, pero está buenísimo que lo puedan autogestionar ellos; de hecho, el plan de cooperativas a lo que tiende es a la generación y construcción de equipamiento comunitario, ese es el fin de las cooperativas: que se pueda construir y desarrollar equipamiento comunitario. Lo que pasa es que si no hay proyectos se termina haciendo lo de siempre: pintar cordones o arreglar una plaza. En este caso coincidió que el proyecto ya se venía gestando y, básicamente, todo el proyecto es equipamiento comunitario. Se está tratando de generar condiciones de equipamiento para toda la zona, para el barrio: una plaza pública de juegos, el bachiller, cuestiones culturales y educativas como hacer un cine, un teatro, y también las instancias de emprendimientos productivos.
* Por en.inoizudorpotua@orubal para la moc.liamg@aldoibaicnega.
Notas:
[1] ¡Defendemos Roca Negra!, 26 febrero 2008. «Proyecto de Ley de expropiación»..