Saqueo de transnacionales hizo más vulnerable a Haití
La catástrofe humanitaria en Haití no sólo está relacionada con la magnitud de la sacudida telúrica de enero último, sino con el saqueo al que las transnacionales y los organismos crediticios occidentales han sometido al país
El ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Celso Amorim, dijo con razón que Haití necesita de financiamiento y también de mercados para dejar atrás su problema de seguridad alimentaria.
El canciller de la nación sudamericana recordó oportunamente un hecho “olvidado” por muchos.
Haití –rememoró Amorim— era un país autosuficiente en la producción de arroz hasta aplicar lo que llamó “políticas macroeconómicas dictadas por organismos internacionales”.
El recordatorio de Amorim pone sobre el tapete una realidad contundente que los medios occidentales eluden u ocultan.
En efecto, el territorio donde surgió la primera nación libre de América Latina y el Caribe cubrió sus requerimientos de arroz hasta que en 1995 el cereal estadounidense invadió el mercado local.
En acatamiento de las reglas del neoliberalismo, el grano importado de Norteamérica a menores precios arruinó a los labriegos haitianos, quienes debieron sumergirse en la economía informal.
Mientras tanto, a cambio de créditos, el Fondo Monetario Internacional obligaba a Haití a aumentar las privatizaciones y a liberalizar todo su mercado, incluyendo servicios públicos, suficiente para deteriorar aún más los índices sociales.
Antes del terremoto, el 65% de la población vivía por debajo de la línea de pobreza, 55% eran analfabetas y la esperanza de vida no rebasaba los 50 años.
Con una deuda externa acrecentada hasta 750 millones de dólares que aumentaría, gracias a penalidades e intereses a más de 1800 millones de dólares, Haití fue arrasado por los planes de ajuste cuando el apogeo neoliberal.
Con el sector agrícola diezmado, poco demoró una crisis alimentaria que provocó estallidos sociales hace poco menos de dos años.
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional priorizaron el bajo costo de producción para las ventas en el exterior y no se preocuparon por el desarrollo y protección del mercado nacional.
Desde otro ángulo, los países ricos mantuvieron intactas las barreras que afectan las exportaciones de Haití, obligando al empobrecido país a importar alimentos a precios en alza.
En esa cruda realidad es atendible la propuesta del canciller brasileño, Celso Amorim, de que todos los países del mundo en condiciones de hacerlo recorten a cero los aranceles para los productos de Haití durante 15 a 20 años.
Haití demanda de asistencia más allá de la emergente por el terremoto porque es imprescindible la reconstrucción y fomentar allí condiciones para que su propia población luche por reducir la pobreza.
Roberto Morejón es miembro de la Campaña ¿Quién debe a quién? por la abolición de la deuda externa y la restitución de la deuda ecológica Artículo publico en gloobal.net