Qué verde era mi fachada
Con la dura confirmación de que el recalentamiento está transformando el mundo, habrá una alocada nueva era de lavado de imagen pro ambientalista del mundo empresarial, desesperados programas de "geoingeniería" y especulación con créditos de carbono, advierten activistas
Los peores impactos del recalentamiento global incluyen el aumento de inundaciones, sequías y tormentas.
La evidencia científica demostrativa de que el cambio climático es causado por la actividad humana es ya abrumadora, como quedó expuesto al presentarse el 2 de este mes el Cuarto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés).
Muchos científicos y ambientalistas dicen que las únicas preguntas científicas importantes que quedan son cuánto se empeorará y qué se puede hacer para reducir los impactos.
La mayoría aboga por reducciones inmediatas y drásticas de los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, emitido principalmente por la industria y el transporte, que contribuyen con el recalentamiento global.
Pero a muchas de las naciones de gran desarrollo industrial les resulta difícil de digerir los costos económicos de esta prescripción. En cambio, algunos, liderados por Estados Unidos, miran hacia programas de geoingeniería, intentos a gran escala para manipular el ambiente a fin de producir un cambio, según el Grupo ETC, una organización no gubernamental canadiense.
Muchos de esos programas actualmente se encuentran bajo estudio científico, e incluyen contaminar deliberadamente la estratosfera con diminutas partículas de dióxido de sulfuro o poner en órbita billones de delgadísimos reflectores. Ambas medidas buscan desviar la luz solar y enfriar la Tierra, según el informe del Grupo ETC, "Gambling with Gaia" ("Especulando con Gaia"), difundido el 1 de febrero.
En los últimos años fueron lanzados otros planes de mitigación, como volcar toneladas de partículas de hierro en los océanos para disparar un florecimiento del fitoplancton, con la esperanza de absorber más dióxido de carbono de la atmósfera.
"Hay un poco de generación de pánico, los gobiernos están tomando seriamente estas ideas descabelladas", dijo Pat Mooney, del Grupo ETC.
La Organización Meteorológica Mundial planea una conferencia sobre la modificación del clima para este año, dijo Mooney a IPS.
"La Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA) y la armada de Estados Unidos también están conversando sobre proyectos a puertas cerradas", aseguró.
El gobierno de Estados Unidos viene presionando al IPCC para que incluya a la geoingeniería en la tercera parte de su informe, que será presentada en mayo, sobre maneras de mitigar los impactos del cambio climático.
Sin embargo, el informe del ETC advierte que "la geoingeniería es la respuesta equivocada al cambio climático. Cualquier experimento para alterar la estructura de los océanos o la estratosfera no debería continuar sin un debate público meticulosos e informado sobre sus consecuencias".
Mientras, las corporaciones multinacionales y los políticos se pintan de verde y proclaman que actuarán para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
El consorcio petrolero BP América anunció el 1 de febrero que concedería un subsidio de 500 millones de dólares a la Universidad de California en Berkeley para investigar combustibles renovables y energías limpias.
"La subvención de BP es una forma de ‘lavado verde’, para que ellos luzcan más verdes que las otras empresas petroleras", dijo Pratap Chatterjee, director de la organización Corpwatch, con sede en Washington.
"Lo que Estados Unidos necesita hacer para reducir las emisiones es consumir menos y construir un sistema de transporte público que sea mucho mejor", señaló Chatterjee en una entrevista.
Combustibles alternativos como el etanol harán poca diferencia, aunque supondrán ganancias para petroleras como BP, agregó.
"Las corporaciones ostentan la mayor responsabilidad para crear el calentamiento global y es tiempo pasado que hayan comenzado a usar sus ganancias para ayudar verdaderamente a solucionar el problema", afirmó.
En Canadá, los políticos luchan para ser los más verdes entre los verdes. Eso incluye al primer ministro Stephen Harper, que hace apenas un año cuestionó la validez de la ciencia en lo relativo al cambio climático pero que ahora dice que Canadá "debe actuar" para frenar el calentamiento global.
"Los políticos y otros dirán 'finalmente estamos haciendo frente al problema', pero eso no será verdad", aseguró Mooney.
En vez de aceptar el giro hacia lo verde, el público debería insistir en reducciones obligatorias, inmediatas y sustanciales en todos los sectores, y multas por incumplimiento, añadió. "Cualquier cosa que sea menos que eso no funcionará y será apenas una fachada".
A sabiendas de que la marea verde está creciendo, en Estados Unidos hay gran prisa por construir nuevas plantas eléctricas alimentadas a carbón, antes que cualquier tope a las emisiones de carbono sea incorporado a una ley, dijo David Archer, experto en clima de la Universidad de Chicago.
TXU, una empresa con sede en Dallas, en el meridional estado estadounidense de Texas, planea construir en ese distrito 11 plantas alimentadas a carbón en los próximos años, lo cual resultará en emisiones anuales de 78 millones de toneladas de dióxido de carbono que contribuyen con el recalentamiento global.
Entre 130 y 160 nuevas plantas fueron propuestas para satisfacer las necesidades energéticas de Estados Unidos, que aumentan rápidamente.
Una vez construidas, tales plantas pueden operar por 50 años o más. En el pasado, más allá de lo severas que fueran las nuevas normas aprobadas en materia de contaminación, a las plantas existentes habitualmente se las exoneraba de tener que cumplirlas (concepto que en inglés se resumió en un solo verbo: "grandfather", derivado del sustantivo "abuelo"). Esto pasó a ser un asunto de gran preocupación.
"En el suelo hay por lo menos 50 veces más de carbón que de petróleo", dijo Archer.
El comercio de créditos es un complejo sistema previsto en el Protocolo de Kyoto, firmado en 1997, en el que las compañías de países industrializados que emiten gases invernadero pueden comprar créditos en países en desarrollo.
Una planta alimentada a carbón en Europa, por ejemplo, puede continuar emitiendo millones de toneladas de dióxido de carbono comprando créditos en otra parte.